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La vergüenza de Peña Nieto

La Razón
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El pasado día 7 se difundió un vídeo en las redes sociales que llevaba por título: «La vergüenza de Peña Nieto». Durante los cuatro minutos grabados a escondidas, con el móvil de uno de los asistentes a la reunión en el palacio de Los Pinos del presidente con las familias de los desaparecidos, podía verse a un padre encolerizado, apuntando directamente al dirigente mexicano mientras el mandatario bajaba la cabeza.

Es difícil predecir los costes políticos de la masacre de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa pero, desde luego, ha vuelto a poner sobre la mesa la guerra que vive México y ha mostrado que la estrategia de Enrique Peña Nieto, de esconder la mierda debajo de la alfombra, no sirve. Los muertos aparecen tarde o temprano, por más que se encuentren calcinados en fosas comunes. Siguen vagando como almas en pena.

El flamante presidente enfrenta la crisis política e institucional más grave de su Gobierno. El problema ha ido creciendo con el paso de las semanas, debido a la tardía reacción del Gobierno y por el conocimiento de casos similares no resueltos en el pasado. La tragedia se ha convertido en un escándalo nacional e internacional. Y la renuncia del gobernador del Estado de Guerrero el 23 de octubre no ha servido para calmar las aguas.

Los ojos del mundo están ahora puestos en Enrique Peña Nieto, hasta el mes pasado el niño bonito de los gobiernos de Occidente, la Prensa internacional y los inversores extranjeros, y el que declaró que quería dejar de lado la violencia y centrarse en la economía, en las reformas energéticas y en las agrícolas, así como en mejorar las condiciones de los siempre convulsos maestros. Pero, por ahora, todas esas hazañas tendrán que esperar porque el reguero de muertos no cesa.

La violencia atroz de los cárteles, que dejó casi 60.000 muertos y 20.000 desaparecidos entre 2006 y 2012, amainó tímidamente después de que el PRI volviera al palacio de Los Pinos. Pero no es suficiente. La desaparición de 43 estudiantes en Iguala muestra a los mexicanos y al mundo que nada ha mejorado. Por el contrario, ha empeorado, porque ahora hay evidencias de que los narcos asesinan de la mano de las autoridades del país. Bien se podría aplicar la moraleja: no se debe pactar con el diablo.

En cualquier caso, el presidente de México, cometió un grave error al dar prioridad a la reforma económica sin dar la misma importancia a los derechos de las personas, en especial a la guerra encarnizada en la que está sumido el país y la impunidad con que actúan los asesinos.