Elecciones en Túnez
Las impredecibles elecciones presidenciales en Túnez
Los tunecinos acuden hoy a votar en las elecciones más abiertas de su historia.
Los tunecinos acuden hoy a votar en las elecciones más abiertas de su historia.
Con la sensación de estar adentrándose en un nuevo terreno desconocido, Túnez celebrará este domingo la primera vuelta de sus elecciones presidenciales con una extensa lista de populares aspirantes al cargo que ha convertido los comicios en los más competitivos e impredecibles de la aún joven democracia del país árabe.
A pesar de tratarse de la segunda ronda electoral desde la Revolución de 2011, estas son las primeras que tienen lugar tras el colapso de un período de transición marcado por el consenso entre las principales fuerzas políticas del Estado en aras de la estabilidad.
A ello ha contribuido también el deceso del nonagenario presidente Beji Caïd Essebsi el pasado julio, al desvanecerse con él el último líder que encarnaba la figura de Padre de la Nación. Más importante aún, su fallecimiento obligó a anticipar dos meses las elecciones presidenciales, que ahora tendrán lugar antes de las parlamentarias fijadas para el 6 de octubre, una permuta que ha forzado a los partidos a tener que adaptar su estrategia.
“Si hubiera habido elecciones legislativas antes, puede que [en el momento de las presidenciales] ya se conociera la mayoría en el Parlamento, por lo que habría habido menos candidatos debido a que algunos se habrían retirado y otros unido [sus campañas],” apunta Mariam Salehi, investigadora en el Centro de Ciencias Sociales de Berlín.
Una de las principales novedades de estas elecciones es que el partido islamista Ennahda, el mayor del país, presenta por primera vez candidato, una apuesta que hasta la fecha se habían abstenido de hacer. Asimismo, otros actores llamados a jugar un papel destacado son los independientes, que ya demostraron un buen estado de forma en las elecciones locales de 2018 y amenazan con repetir ahora.
La duda, sin embargo, es si la efervescencia de los presidenciables va a reflejarse en un electorado cada vez más desencantado con el rumbo de su país, como plasmó el bajo 36% de participación de las elecciones locales. De cara a la cita de domingo, se han registrado 1,5 millones de votantes más –una aparente buena noticia que podría no obstante reducir el porcentaje de participación–, y el éxito del primer debate electoral televisado celebrado en el país ha aumentado levemente el optimismo.
Los retos
Aún a estas alturas, pocos se atreven a vaticinar qué aspirantes van a pasar a la segunda vuelta electoral debido al elevado número de candidatos populares y la falta de encuestas actualizadas. Pero algunos de los mejor posicionados para hacerlo son el actual primer ministro, Yusef Chahed, el titular de Defensa, Abdelkarim Zbidi, el magnate Nabil Karoui, que se encuentra en prisión por unas acusaciones de corrupción que los suyos niegan, y la controvertida anti-islamista Abir Musi, nostálgica de los años de dictadura.
Con igual o más posibilidades se situará también Abdelfatá Muru, uno de los fundadores de Ennahda, que competirá en el campo islamista con Hamai Jebal, ex primer ministro y antiguo alto cargo de la formación, y Kayes Sayed, un independiente ultraconservador.
“Una de las grandes fragilidades [del sistema tunecino] es la frustración de muchos con la falta de beneficios revolucionarios y su predisposición a seguir candidatos populistas,” señala William Lawrence, profesor de relaciones internacionales en la Escuela Elliott de Asuntos Internacionales. “[Pero] el solo hecho de no saber quién ganará da a los votantes mucho poder ahora, una experiencia positiva con la democracia, y esto es bueno,” afirma.
Sea quien sea el próximo presidente, entre sus principales tareas estará la de mantener la seguridad del país, que aunque haya mejorado mucho desde 2015 sigue sufriendo reveses como el de un doble atentado el pasado junio en la capital. Asimismo, el jefe de Estado deberá intentar retener el apoyo de la comunidad internacional, y evitar que la influencia de potencias regionales, como los países del Golfo o Turquía, desestabilicen el país. En paralelo, otro gran desafío será el de intentar enderezar la economía, aunque su margen de maniobra en este caso es limitado a pesar de ser la gran preocupación del electorado.
“La mayoría de tunecinos quiere ver beneficios económicos, pero el Presidente sobre todo controla seguridad y relaciones exteriores,” alerta Lawrence, que nota que “las elecciones parlamentarias serán más importantes en relación a lo que más preocupa a los tunecinos.”
En esta línea, otra importante batalla para el futuro presidente será la de seguir negociando su reparto de poder con el Parlamento, dado que nadie parece del todo satisfecho con el actual sistema semipresidencial. Igualmente, ayudar a formar la Corte Constitucional, que nunca lo ha llegado a hacer, y agilizar el proceso legislativo serán otros de sus retos.
“Las prioridades son economía y seguridad,” desliza Safwan Masri, Vicepresidente ejecutivo de los Centros Globales y Desarrollo Global de la Universidad de Columbia. “El resto forma parte de seguir institucionalizando la democracia y fortalecer e impulsar las instituciones democráticas existentes.”
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