Guerra en Siria
«Los cuerpos se ponían azules en dos horas»
Abu Ahmad / Farmacéutico de Erbin (Damasco)
Abu Ahmad es cauteloso y mide sus palabras. Sin pronunciarse sobre el uso de armas químicas por parte del régimen de Bachar al Asad, únicamente puede confirmar a LA RAZÓN que los afectados que ha atendido presentaban «síntomas por exposición a agentes neurotóxicos».
Este joven farmacéutico de Erbin, uno de los distritos de Damasco afectados supuestamente por el ataque objeto de investigación por parte de la ONU, forma parte de un equipo médico que ha atendido a más de 600 afectados por gas nervioso en cuatro suburbios de la capital siria. «Ninguno de los afectados tenía heridas. La mayoría presentaban dificultades respiratorias, fuertes dolores de cabeza, náuseas y pérdida de visión», detalla, antes de agregar que los casos más graves mostraban «pérdida de conciencia e incluso parálisis muscular». «La situación era terrible. Llegaban y llegaban pacientes y no dábamos abasto. Apenas podíamos atender los casos más graves y pedíamos a los familiares que nos ayudaran a lavar a los afectados», describe el farmacéutico.
«Recogimos cien cadáveres, de ellos 37 eran niños y 27 mujeres», continúa Ahmad, que trabaja en uno de los dos hospitales de campaña que se han instalado para atender a los afectados por gas nervioso. «Después de dos horas, los cadáveres se volvieron de color azul , y más tarde, los cuerpos estaban totalmente negros», explica a este diario vía Skype.
Sin apenas medicinas, los especialistas han tenido que recurrir a remedios caseros para tratar a sus pacientes. «Primero les quitamos la ropa y después les lavábamos el cuerpo con agua. Les limpiábamos las fosas nasales y les colocábamos máscaras de oxígeno para que pudieran respirar», explica. Además, como los bombardeos del régimen sirio continúan en Houda del Este, un barrio contiguo a Erbin, el equipo médico se encuentra sitiado y sin atropina, el fármaco indicado para tratar los síntomas asociados a la exposición a agentes neurotóxicos. «Sólo tenemos suero, y sin atropina no podemos tratar los casos más graves», se lamenta. Por eso, habla de la necesidad de que se levante el bloqueo para poder obtener más medicamentos. De lo contrario, advierte, algunos pacientes podrían empeorar». El equipo de Ahmad está llevando a cabo una campaña de prevención ante futuros ataques con armas químicas, y ya se han instalado varios puntos de información donde explican a los civiles qué deben hacer para evitar las consecuencias de este tipo de armas. «Deben protegerse en una habitación cerrada sin ventilación, cubrirse la boca con una toalla mojada con agua mezclada con bicarbonato sódico y quemar troncos de madera para que los gases pierdan letalidad», detalla a «El Confidencial». La población civil no tiene máscaras antigás, por lo que Ahmad y su equipo intentaron hacerlas ellos mismos, pero se encontraron de nuevo con la escasez. «Habíamos diseñado las mascarillas, pero no pudimos fabricarlas porque hace falta fibra de carbón activado y no la hemos encontrado», dice. Después del ataque producido hace una semana, muchos civiles han querido marcharse pero les ha sido imposible porque la única salida es hacia Damasco y las carreteras están cortadas por la operación que está llevando a cabo el Ejército sirio en los suburbios de la capital. Así pues, miles de afectados siguen luchado por su vida mientras las potencias occidentales, con EE UU a la cabeza, ultiman los preparativos para intervenir de manera quirúrgica en Siria. La Casa Blanca ya no tiene dudas de que Damasco ha utilizado armas químicas contra la población civil y baraja ahora dar la respuesta más adecuada.
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