Elecciones en Italia
Los populistas capitalizan el eurodesencanto italiano
Las elecciones generales con las que debía abrirse la XVIII legislatura de la República italiana han deparado importantes sorpresas y, sobre todo, han dejado tras de sí una muy compleja solución política. En primer lugar, porque ninguna coalición ni ningún partido en solitario han alcanzado la cifra del 40% de los votos, que es la que asegura la mayoría de gobierno. En segundo lugar, porque el pacto preelectoral alcanzado por Matteo Renzi y Silvio Berlusconi (nunca reconocido públicamente, pero materializado en la ley electoral, llamada «Rosatellum bis», pensada para no permitir que el Movimiento 5 Estrellas pudiera llegar a la presidencia del Consejo de Ministros) no ha servido de nada: entre ambos suman prácticamente lo mismo que el candidato «grillino» (Luigi Di Maio), en torno al 33% de los votos, con lo que Paolo Gentiloni y Antonio Tajani, que eran en principio los candidatos fundamentales para ocupar el Palazzo Chigi (sede del Gobierno italiano), deberán de momento esperar a que sólo una carambola les abra la puerta del que debe ser el Gobierno número 65 de la historia de la I República italiana. Y en tercer lugar, porque el antieuropeísmo emerge con fuerza en la tercera economía de la eurozona. La antigua Liga Norte (ahora conocida como «Lega» a secas y que por primera vez supera en votos a Forza Italia) y el Movimiento 5 Estrellas (que no es antieuropeo, pero sí contrario a la moneda única) superan, entre los dos, el 50% de los votos, lo que deja claro el fuerte descontento que existe en Italia con las políticas comunitarias.
Merece particular espacio el sonoro fracaso de la izquierda italiana, hundida por las históricas luchas fratricidas. Matteo Renzi, líder del Partido Democrático (PD), queda hundido en el fango del 18,7% de los votos, pero peor aún ha sido lo sucedido con la que se presentaba como «izquierda pura» italiana, materializada en la formación Libres e Iguales. Este partido, que unía al SEL de Vendola con el MdP de Pier Lugi Bersani y Massimo D'Alema, se ha quedado con un paupérrimo 3,3% de los votos. Quién diría que en los años ochenta entre comunistas, socialistas y socialdemócratas (sin olvidar a republicanos o radicales) sumaban en torno al 40-45% de los votos, y que el mismo Massimo D'Alema, que en 1998 se hizo con la presidencia del Consejo de Ministros, en esta ocasión ni siquiera ha conseguido sacar un escaño.
Porque lo que ha quedado meridianamente claro es que la juventud italiana ya no vota a partidos de izquierda (de los que ya no espera nada), sino al Movimiento 5 Estrellas, en un país donde el nivel del paro juvenil es altísimo (en torno al 40%) y donde la precariedad es la nota común. Los jóvenes italianos ya no emigran al norte de Italia, sino directamente fuera de su país, ya que el rico norte industrial hace tiempo que dejó de ser lo que era. Igualmente, resulta cuando menos preocupante el fortísimo ascenso de la Liga de Salvini, que ha sabido rehacerse de las corruptelas del fundador del partido (Umberto Bossi, condenado recientemente a dos años de cárcel) y cuyo cambio de discurso (pasando del «Roma ladrona» al «Italia para los italianos», con el fin de aumentar su voto en las regiones más meridionales del sur del país) ha resultado sumamente efectivo.
Así que, en un escenario tan complejo como el que se presenta, resultará fundamental el papel que juegue el presidente de la República, Sergio Mattarella, quien, como jefe del Estado, tiene la potestad de encargar de formar Gobierno y también de disolver el Parlamento y convocar elecciones si ningún partido o coalición logra una mayoría de Gobierno. Mattarella, que lo ha sido todo en la vida política italiana (diputado, ministro, viceprimer ministro, miembro del Poder Judicial y finalmente Jefe del Estado), tiene ahora en sus manos la resolución de esta tremenda crisis política, y es aquí donde debe jugar más que nunca el hecho de que en su momento fuera votado por casi dos tercios de los electores convocados a las elecciones presidenciales de finales de enero de 2015, lo que le lleva a gozar de una amplia «auctoritas».
Como es lógico, lo primero que hará Mattarella es llevar a cabo la preceptiva ronda de contactos, para ver quién puede lograr una mayoría de Gobierno. En teoría, debe ser la coalición de centro derecha (con un Berlusconi más en horas bajas que nunca, ya que nunca le habían votado tan pocos italianos, sólo el 14%) la que intente formar una mayoría, pero su problema es que no tiene en quién apoyarse, salvo un PD en su peor momento desde la fundación del mismo. Así que la clave parece que estará en manos del Movimiento 5 Estrellas (M5E), que por primera vez tendrá que abandonar su posición «anticasta» para buscar el pacto con uno o más partidos. En cualquier caso, ya se sabe que en la política italiana todo es posible: tiempo al tiempo.
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