Israel
Netanyahu, «rey» de Israel
El derechista Likud obtendría un 26,47% por ciento de las papeletas, frente a un 26,11% por ciento de Azul y Blanco, del general retirado Beni Gantz. Netanyahu inicia contactos para formar gobierno
El primer ministro revalida su quinto mandato y se convierte en el dirigente más longevo del país tras Ben Gurion. Gobernará con el apoyo de los partidos ultraortodoxos y la extrema derecha.
Igual que ocurriera en 2015, los israelíes se acostaron el martes sin saber quién era el ganador de las elecciones. Los principales contendientes lo hicieron más confuso si cabe: tras unas primeras y contradictorias encuestas a pie de urna, el ex jefe del Ejército Benny Gantz proclamó su victoria ante sus eufóricos activistas. Una vez avanzó el recuento, el panorama se hizo más favorable para el actual «premier». El Likud de Netanyahu y Azul y Blanco de Gantz empataron en asientos (35), pero el dirigente conservador era el único que podía formar Gobierno con el apoyo de los partidos minoritarios de extrema derecha y los religiosos. En total, sumarán 65 escaños en una «Kneset» (Parlamento) de 120 asientos.
En la sede electoral del partido gubernamental, al norte de Tel Aviv, los rostros de los activistas concentrados para seguir los resultados mutaron drásticamente. Veían por televisión la euforia desatada en la sede del partido de los generales –a escasos cientos de metros– y se veían venir lo peor. La noche estuvo desangelada. «No se siente ambiente de victoria», comentaban a LA RAZÓN algunos seguidores del Likud concentrados. Pero a altas horas de la madrugada se daba prácticamente por cerrado el triunfo: «Es una noche de una victoria incontestable. Logramos un resultado impresionante frente a una prensa hostil, y el Likud creció dramáticamente», pronunció el primer ministro junto a su inseparable esposa Sara, entre cánticos de «rey de Israel» y fuegos artificiales. «El bloque de derecha, –añadió– con el Likud al frente, seguirá dirigiendo Israel».
Probablemente, la clave de la victoria –que supondrá el quinto mandato de Netanyahu y lo convertirá en el líder más longevo de Israel tras el fundador David Ben Gurion– es el manejo de los tempos. Netanyahu se ha convertido en el amo y señor del sistema democrático israelí. Sin necesidad de presentar propuestas electorales, logró llevar los comicios al terreno donde se siente más cómodo: el todo o nada. Ante unas elecciones convertidas en un plebiscito sobre su continuidad, su principal competidor, Benny Gantz, no logró sobreponerse a las capacidades oratorias y de convicción de Netanyahu, pese a tener una oportunidad de oro por los planes de imputación por corrupción que se ciernen sobre el líder del Likud. Por otro lado, asuntos trascendentales como el conflicto con los palestinos –en especial con Hamas en Gaza–, la economía o la política exterior apenas entraron en campaña.
El vencedor marcó el guión durante la última semana en múltiples apariciones televisivas, en ocasiones pasando apuros ante unos periodistas a los que recurrentemente acusó de publicar «fake news» en su contra. Pero, sobre todo, logró nuevamente incendiar el día de votación: la polémica se desató a media mañana, cuando se detectaron 1.300 cámaras ilegales en centros de votación en pueblos árabes, que poco después el Likud reconoció haber distribuido para evitar «fraude en comunidades con dudosos comportamientos». De nuevo, recurrió a la incitación contra una minoría que representa cerca del 20% de la población, y que en gran parte llegaba enfadada y desmovilizada por la aprobación de la ley «Estado-nación» meses atrás.
«Bibi» logró su cometido: levantar la sospecha y atemorizar al público árabe, que votó finalmente en porcentajes bajos, algo que podía favorecer a formaciones de extrema derecha a sobrepasar el porcentaje de voto mínimo. Su llamada a unificar el voto en su figura resultó: los 35 diputados son el mejor resultado del Likud desde la victoria de Ariel Sharon en 2003, y los mejores de la carrera política de Netanyahu.
Mientras «Bibi» resultó el claro vencedor, las formaciones de centro izquierda se llevaron un batacazo. En Azul y Blanco celebraban el elevado número de diputados logrados, pero analistas israelíes lanzaban la incógnita de si la coalición de los generales logrará mantener la cohesión en la bancada opositora. En las sedes de las formaciones históricas de la izquierda sionista, el Partido Laborista (6) y Meretz (4), las caras eran de estupefacción. La ideología que cimentó el Estado judío pasa a ser una minoría con poca capacidad de maniobra, y se auguran años turbulentos en el seno de dichos partidos.
Los dos partidos ultraortodoxos, Shas y Unión del Judaismo de la Torá, que mantienen su fuerza con 8 escaños cada uno, serán el sustento de la próxima coalición junto a otras formaciones de derecha dura, incluidos los herederos del partido racista anti-árabe Kach. Donald Trump felicitó ayer a Netanyahu y aseguró que «tenemos ahora mejores oportunidades para lograr la paz».Tzipi Hotolevy, del partido gubernamental, aclaraba ayer que «no permitiremos la retirada del Ejército de Cisjordania».
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