Encuestas.
El kirchnerista Scioli aventaja al conservador Macri
Políticamente polarizada, Argentina celebró ayer su particular jornada de primarias abiertas simultáneas y obligatorias (comúnmente llamadas PASO) para elegir a los 15 candidatos a presidente en las elecciones generales de octubre. Las PASO son un gran termómetro nacional para medir fuerzas entre el kirchnerismo –que afronta su primera elección general con el desafío de sobrevivir al difunto Néstor Kirchner y a su sucesora y viuda, Cristina– y la oposición, representada por varios candidatos que, si todo sale según lo previsto, deben unirse en torno a la figura del ex alcalde de Buenos Aires y ex presidente del Boca Juniors Mauricio Macri, del liberal Propuesta Republicana.
El fuego cruzado entre ambos lados ha marcado la campaña. No ha habido tregua ni en la votación, que ha estado empañada por los retrasos en la apertura de mesas y por las acusaciones de la oposición de robo de papeletas de los partidos antikirchneristas. «Empezó el robo de boletas. Algunos entran flacos y salen gordos del cuarto oscuro», dijo ayer Macri, que con su fama de buen gestor económico y sus planes para reactivar la economía sin desmontar el sistema de ayudas sociales aspira a vencer al férreo y mutante peronismo.
La presidenta, impedida de presentarse a un tercer mandato por la Constitución, recurrió al victimismo –acaso su mayor recurso desde que falleciera su esposo en 2010– para hacer campaña de última hora. Vestida de riguroso negro, la presidenta se dijo objeto de «campañas sucias y difamaciones» ante la nube de periodistas, a quienes instó a buscar si su partido –el Frente para la Victoria (FPV)– «hizo campaña sucia contra otro candidato».
Continuismo flexible
El hombre elegido por la presidenta para hacerse con su herencia política es Daniel Scioli, candidato único del FPV tras batir en popularidad a otros presidencialistas peronistas de mayor agrado de Cristina. En unas primarias en las que ha predominado la ausencia total de debates entre candidatos –rasgo común en Argentina, pues Cristina fue reelegida en 2011 sin conceder una sola entrevista durante la campaña–, Scioli ha potenciado sobre todo su imagen pública y ha cultivado un discurso de continuismo con disposición a reformar, pero sin el histrionismo de Cristina. «Llevo toda una vida preparándome para este día», dijo el gobernador saliente de Buenos Aires.
Los primeros sondeos a pie de urna concedían anoche la victoria Scioli, que se impondría a Macri por entre cinco y ocho puntos. Cualquier resultado que no sea ése supondrá casi inexorablemente la debacle del partido gubernamental en octubre. Pero el amplio margen de error y el eventual impacto de elementos imponderables que aparecieron en los últimos días de campaña –como el clima– impiden saber con certeza qué sucederá. Los analistas estiman que si Scioli obtiene menos del 36% de los votos, su candidatura presidencial estará seriamente en peligro. «Si ganamos por cinco puntos, estamos muy complicados», admitía esta semana al diario «La Nación» un estrecho colaborador del ex deportista de lanchas fueraborda que perdió un brazo en un aparatoso accidente.
Si supera el 40%, sin embargo, Scioli tiene muchas opciones de abrir una brecha considerable respecto a Macri. En ese caso, los politólogos pronostican que podría incluso proclamarse presidente de Argentina en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, para lo cual debería alzarse con el 51% de los votos o sacarle diez puntos a su principal rival. Por su parte, el candidato conservador se habría impuesto a los otros dos aspirantes opositores.
La sombra del «narco»
La climatología, sin embargo, ha jugado en su contra, porque las intensas lluvias de los últimos días en la provincia de Buenos Aires han puesto al descubierto las carentes inversiones en infraestructuras en su feudo electoral y han arrojado dudas sobre su gestión. Además, las acusaciones recientes de lazos con el narcotráfico de un alto miembro del partido gubernamental podrían restarle fuelle a la formación que en la última década ha promovido –como en Brasil– una redistribución de la renta por medio de programas como la asignación universal por hijo, que subsidia a las familias de bajos ingresos en función del número de descendientes.
Las ayudas sociales suponen una munición electoral innegable, pero por sí solas no explican el apoyo al kirchnerismo incluso en momentos de crisis económica. La inflación real se sitúa cerca del 30%, los argentinos tienen restringida la compra de dólares por la escasez de reserva de divisas extranjeras, y sufren en sus carnés la falta de integración comercial con el mundo, sobre todo ahora que su gran socio –Brasil– se enfrenta a una recesión económica. Pero en Argentina el nacionalismo y el populismo de Cristina siempre cuajaron y los que no le profesan apoyo incondicional tampoco ven en la oposición liberal una alternativa creíble. Siguen muy presentes los ecos provocados por el «corralito y por la «semana de los cinco presidentes» tras la renuncia del opositor Fernando de la Rúa en diciembre de 2001.
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