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Macron tiende la mano a Trump

Los dos presidentes contraponen sus dos visiones opuestas sobre la política y la economía mundiales en un frío encuentro. El líder francés agradece a Estados Unidos su apoyo en las últimas décadas y le pide que permanezca junto a sus aliados.

Emmanuel Macron y Donald Trump se saludan durante el acto del 75º aniversario del «Día D»
Emmanuel Macron y Donald Trump se saludan durante el acto del 75º aniversario del «Día D»larazon

Los dos presidentes contraponen sus dos visiones opuestas sobre la política y la economía mundiales en un frío encuentro. El líder francés agradece a Estados Unidos su apoyo en las últimas décadas y le pide que permanezca junto a sus aliados.

«Las relaciones entre usted y yo son excepcionales». Con esta frase acompañada de múltiples referencias al simbolismo del 75º aniversario del desembarco de Normandía, el presidente estadounidense, Donald Trump, intentaba ayer rescatar aquellos primeros pasos de su relación con Emmanuel Macron, cuando éste llegó al Elíseo hace ahora dos años y poco después no dudaba en desplegar la alfombra roja y todos los honores para convidar a Trump como huésped especial del 14 de julio. Un encuentro al que siguió la visita de Macron a la Casa Blanca hace un año y que destacó por la sintonía, en ocasiones con un punto de informalidad memorable, que ambos mandatarios mostraron.

Pero desde entonces su relación ha pasado por importantes altibajos en estos meses, aunque Macron también se haya esforzado desde Normandía en martillear los «lazos irrefutables que unen a ambas naciones». Entre líneas, el discurso del presidente galo en el homenaje a los veteranos del desembarco de 1944 contenía alguna pullita para su homólogo estadounidense. «América, querido presidente Trump, nunca ha sido tan grande que cuando pelea por la libertad de los demás», una frase en referencia a la posición de Trump contra la inmigración clandestina y sus acusaciones a México de inacción. El discurso del presidente galo giró en torno a lo que él llamó «la promesa de Normandía», un pacto no escrito entre los países democráticos que, en su opinión, no debe perecer y contenía además otros sutiles dardos hacia las hostilidades de Trump contra el multilateralismo citando como ejemplos de alianzas a instituciones como la ONU, la OTAN o la UE, blancos habituales de las críticas del mandatario estadounidense.

Las cientos de cámaras de televisión apostadas en Normandía escrutaban al detalle todo contacto entre Trump y Macron, intentando leer entre líneas la situación real de la relación tras meses de desencuentros marcados por el cambio climático, Irán o las tensiones comerciales.

«Es importante saber cómo podemos obtener compromisos iraníes en cuestiones nucleares, balísticas y de seguridad regional. Nos hace falta ver qué detonante podemos usar para que la tensión baje», dijeron las fuentes. París pretende erigirse como el artífice de una desescalada con Irán, para lo que aboga por retomar el diálogo y por mantener el canal financiero Instex ideado por Francia, Reino Unido y Alemania para paliar las sanciones estadounidenses.

En comercio, Trump anunció ante la prensa que decidirá sobre la posible subida de aranceles a China tras la próxima cumbre del G-20 en Osaka (Japón), donde se espera que se reúna con el presidente chino, Xi Jinping. En su entrevista, Macron planteó que lo fundamental es que las reglas del juego multilateral sean respetadas y que los intereses de las empresas francesas y europeas sean preservados. «Sabemos que la cuestión del comercio internacional no se arregla en diez minutos», agregaron las fuentes galas.

Para encontrar el último ejemplo de todo ello no hace falta remontarse mucho en el tiempo. El lunes pasado, mientras Macron criticaba los efectos de la guerra comercial de Trump contra China y cómo ésta beneficiaba a su «gran amigo Steve Bannon» y sus amigos populistas en Europa, Donald Trump se encargaba poco después de alentar el Brexit duro y prometer un acuerdo comercial «fenomenal» en el futuro con Londres. De hecho, la última vez que Trump estuvo en París, en noviembre del año pasado por el centenario del armisticio de la I Guerra Mundial, se marchó con un buen enfado por el discurso del presidente francés contra los nacionalismos. «El problema de Emmanuel es que su popularidad está en un 26% y el paro en un 10%», tuiteaba Trump después.

Tras los actos de ayer, tocaba aparentar concordia. Mantuvieron una reunión a solas de media hora, calificada de «positiva y constructiva» por fuentes del Elíseo, a la que siguió un almuerzo en un restaurante de Caen, la capital normanda, acompañados por sus equipos. «Cada vez que la libertad y la democracia están en juego, trabajamos juntos estrechamente, y seguiremos haciéndolo. Así que gracias por esta amistad, y gracias por lo que su país hizo por el mío», dijo Macron a los periodistas antes de la cita.

La Presidencia francesa suele responder a estos choques con la misma línea argumental: «Siempre han existido puntos de de-sacuerdo con todas las administraciones estadounidenses (...) Es algo normal. Pero nos expresamos con franqueza y de forma directa con esta Administración que tanto respetamos como aliado». Una línea establecida desde hace meses, pero a la que se le van acumulando divergencias trasatlánticas. «Fue en su visita a Washington el año pasado cuando Macron comprendió que Trump no iba a cambiar de posturas», dice Benjamin Haddad, investigador y autor del libro «La América de Trump y el final de las ilusiones europeas», que incide en la idea de que Macron ha ido abandonando aquel ímpetu inicial de intentar llevar a Trump a su terreno.