Caracas

Maduro engrasa el rodillo chavista

El partido oficialista ha convocado un acto multitudinario hoy para arropar al candidato y presidente. El aparato clientelar del Ejecutivo y su control de los medios apenas dejan espacio para la oposición

Nicolás Maduro pronuncia un discurso en el congreso del Partido Comunista de Venezuela, ayer, en Caracas
Nicolás Maduro pronuncia un discurso en el congreso del Partido Comunista de Venezuela, ayer, en Caracaslarazon

La oposición afronta un reto titánico en esta campaña: enfrentarse en las urnas a la enorme maquinaria oficialista, capaz de movilizar masas y comprar favores, sumado al recuerdo vivo de la muerte del comandante Hugo Chávez. Todo indica que estos comicios serán, igual que los de octubre de 2012, una batalla entre David y Goliat.

La campaña para las elecciones del 14 de abril en Venezuela es una lucha desigual, en la que el socialista Maduro está alternando con habilidad su rol de vicepresidente (y ahora presidente) con el de candidato, creando una delgada línea que dice respetar, pero que cruza constantemente. Y es que si Chávez se creía la reencarnación de Simón Bolívar, en el caso de Nicolás Maduro, la historia se repite, pero con el espíritu del recientemente denominado «líder supremo de la revolución bolivariana». «La muerte de Chávez dejó herido nuestro corazón, la pérdida de nuestro comandante eterno me obliga a cumplir su orden: asumir la presidencia del país», dijo ayer Maduro, durante el Congreso del Partido Comunista de Venezuela. Horas después, en una declaración televisada, añadió: «El día 15 voy a ser presidente y comandante de las Fuerzas Armadas, y no lo seré por vanidad, lo seré por la orden de Chávez».

Maduro cuenta, además, con horarios sin límite en cadena nacional –retransmitida por 30 canales de televisión y 750 radios– mientras el candidato de la oposición, Henrique Capriles, sólo contará por ley con tres minutos garantizados al día.

Anoche, Capriles aceptó la propuesta realizada por el MUD –la agrupación que reúne a los grupos opositores–, para liderar de nuevo la alternativa. En cualquier caso, si el candidato opositor quisiera igualar a Maduro en el tiempo de exposición en los medios de comunicación, tendría que pagar 60 millones de dólares, según los precios de horario estelar, un valor que triplica el costo normal de toda una campaña en Venezuela.

«Las campañas electorales en el país son frágiles desde el punto de vista de su consistencia democrática», dijo a LA RAZÓN Vicente Díaz, el único de los cinco rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) de tendencia opositora. «Uno va en una pista de 100 metros planos con patines y el otro en una maratón con obstáculos y en subida», agregó.

Maduro ha compensado su falta de carisma con una catarata de dinero en sus planes sociales –que van desde alimentos subsidiados hasta dinero en efectivo– y amenazas a los que financien a su rival. Petróleos de Venezuela (Pdvsa) duplicó su presupuesto en estos meses para proyectos sociales a casi 11.500 millones de dólares, además de una nueva partida de 4.000 millones sólo para viviendas.

Tan sólo entre 2011 y 2012, el Gobierno se acerca a cumplir su meta de levantar unos 350.000 viviendas, el 60% del total construido por Chávez en los últimos 12 años. Desde la oposición han bautizado a este plan como «una casa, un voto».

Hoy lunes será la primera demostración de fuerza en campaña. Varios miembros del partido oficialista llamaron a sus seguidores a una multitudinaria movilización para apoyar la inscripción de Maduro como candidato en la CNE, como se hizo con Chávez. «Mañana [por hoy] ante el CNE voy a entregar el testamento de Hugo Chávez», dijo ayer el presidente Maduro.

A diferencia de otros países, en Venezuela el Gobierno no financia a los partidos políticos, que dependen sólo de aportaciones privadas y la recolección de fondos. Y Maduro busca también atacar ese sensible punto al amenazar recientemente a los bancos y empresas privadas que apoyen a Capriles, que ha sido evasivo cuando se le ha preguntado de quién ha recibido donaciones.

Se calcula que un candidato presidencial en Venezuela necesitará hasta unos 10 millones de dólares para su campaña. Capriles viene de una familia acomodada, dueña de la cadena de cines Cinex, una de las más grandes del país. Pero aún con esa fuente de apoyo, palidece ante los recursos del Gobierno.

Además, para llegar a la presidencia, la oposición tendrá que luchar contra el inmenso aparato clientelar construido por cuatro décadas de gobiernos bipartidistas.

Con su estrategia de recorrer el país de cabo a rabo, Capriles lograría acortar la brecha que lo separa de Maduro, favorito en todas las encuestas. Pero a diferencia de la pasada campaña que duró tres meses, en esta ocasión los candidatos tan sólo cuentan con 30 días, algo que sin duda beneficia también al oficialismo.

Expertos constitucionalistas ya le habían adelantado a LA RAZÓN que creían que el plazo señalado en la Constitución era poco realista, pese a que fue establecido en su momento para mantener durante el menor lapso posible la situación de interinidad del jefe de Estado.

Por otro lado, las elecciones se llevarán a cabo un día después del undécimo aniversario del regreso de Hugo Chávez al Palacio de Miraflores tras la intentona golpista en su contra. La cuestión que está por ver es si, habiendo marcado el fin de la campaña para el 11 de abril, el CNE permitirá al oficialismo conmemorar, como cada año, la efeméride del regreso de Chávez, o, por el contrario, se considerará un acto proselitista prohibido en víspera de los comicios.

Globovisión, bajo la órbita del Gobierno

El abogado Asdrúbal Aguiar, ligado al canal de noticias Globovisión, confirmó ayer la venta de la mayoría de las acciones del medio opositor, correspondiente a las familias Zuloaga y Núñez, al empresario venezolano chavista Juan Domingo Cordero. Globovisión es la única gran cadena de televisión independiente. Por su visión crítica contra Chávez, ha sido multada por el Ejecutivo y acosada por los seguidores chavistas. El Gobierno se asegura así la «desaparición» de un testigo incómodo durante la campaña electoral.