ONU

«Me disparaban al huir de casa, esto es una guerra»

Más de 50.000 personas escapan al rebrote de los choques armados en Sudán del Sur.

Más de 3.000 desplazados han buscado refugio en el campo de la ONU en Tomping, en la capital del país
Más de 3.000 desplazados han buscado refugio en el campo de la ONU en Tomping, en la capital del paíslarazon

Más de 50.000 personas escapan al rebrote de los choques armados en Sudán del Sur.

«Nos dispararon mientras huíamos de nuestras casas. Estamos en guerra», susurraba M. Okot, un herido de bala que fue trasladado desde Juba, la capital de Sudán del Sur, a un hospital misionero de Nairobi, en Kenia, ayer. Sudán del Sur, el país más joven del mundo, cumplía el sábado cinco años de independencia con el resurgir de los enfrentamientos entre las tropas del presidente Salva Kiir y los partidarios de su antiguo aliado, el vicepresidente Riek Machar. Los choques han dejado al menos 314 muertos, entre ellos dos «cascos azules» chinos y uno de la región, y provocado que más de 50.000 personas abandonaran sus hogares. Las calles de Juba, que hacía cinco años se llenaron de ciudadanos esperanzados celebrando la paz, volvían a cubrirse de sangre y de miedo.

«La gente ha huido de sus casas, algunas personas se han refugiado en las iglesias, pero la mayoría ha decidido tratar de salir de la ciudad», explica el doctor Deng desde Juba. El pánico se ha de-satado entre la población a causa de los disparos con armamento pesado. «Hay presencia de tanques y se nos ha prohibido salir a la calle desde el viernes. Todos tenemos miedo, pero confiamos en que se pueda llegar a un acuerdo antes de que muera más gente», añade.

Los incidentes comenzaron el pasado jueves, después de que cinco militares fueran asesinados a tiros por los guardias personales de Riek Machar en un puesto de control. El domingo los habitantes de Gudele y Yebel, dos distritos de la capital, fueron testigos de un ataque contra las tropas de Machar. «Fue el estruendo de ese primer ataque el que desencadenó la huida de los residentes de la zona», cuenta el doctor Deng.

El presidente Kiir, perteneciente a la etnia dinka, acusó a Machar de planear un supuesto golpe de Estado en diciembre de 2013, dos años después del nacimiento del país. Esto desembocó en una guerra civil que ha dejado más de 50.000 muertos y más de 2.600.000 desplazados según la ONU. Desde entonces la población civil ha sufrido hambruna, violaciones e inseguridad.

El acuerdo de paz firmado en el año 2015 por el Gobierno y la oposición conllevaba la integración de los combatientes rebeldes en el Ejército sursudanés, como uno de los primeros pasos que empujarían a ambas partes a formar un Gobierno de coalición. Este requisito, a pesar de ser uno de los puntos clave del acuerdo, ha sido incumplido por Machar. Sin embargo, desde su cuenta de Twitter, el vicepresidente aseguraba que fue Kiir quien atacó por el aire, y ha hecho un llamamiento de contención para evitar una nueva guerra civil.

«Este estallido de violencia se veía venir», asegura el herido de bala M. Okot. «La paz ha sido ficticia sobre el papel, pero la población ha seguido sufriendo todo tipo de injusticias», dice Okot, que fue alcanzado por un disparo en la espalda mientras trataba de huir del primer ataque. «No iba armado, estaba huyendo y me dispararon. Quién querría vivir en un país así, no es lo que esperaba cuando logramos la independencia», añade Okot.

Horas después, el presidente Kiir ordenaba públicamente el cese de las hostilidades reiterando así su compromiso con el acuerdo de paz. Sin embargo, los ciudadanos no quieren volver a sus casas. «En cualquier momento cualquiera de los dos bandos puede atacar de nuevo, no nos sentimos seguros en Yuba», afirma el doctor Deng.

El país con la inflación más alta del mundo, ciudades enteras destrozadas y un sueño de paz e independencia que se hunde en las constantes olas de violencia clama por una solución duradera. «Firmar un acuerdo de paz es fácil, pero mantenerla significa proporcionar a tu pueblo las necesidades básicas», explica Marial Wek, periodista sursudanés con base en Kenia. «La paz no consiste sólo en la ausencia de conflictos armados, consiste en garantizar los derechos humanos, empezando por la seguridad alimentaria. Sólo así es posible alcanzar la estabilidad», añade. Algo que está muy lejos de pasar en el país.