Berlín

Merkel recuerda la complicidad de las élites en llegada de Hitler al poder

La canciller alemana, Angela Merkel, recordó hoy que la llegada de Adolf Hitler al poder hace ochenta años no hubiera sido posible sin la complicidad o la indiferencia de las élites alemanas y de buena parte de la sociedad.

"El ascenso del nacionalsocialismo sólo fue posible porque las élites y buena parte de la sociedad alemanas contribuyeron a ello", dijo Merkel en la inauguración de una exposición que muestra el camino que llevó al nombramiento de Hitler como canciller, el 30 de enero de 1933, por parte del presidente Paul von Hindenburg.

Merkel agregó que una de las lecciones que deja la llegada del nazismo al poder es que la defensa de los derechos humanos necesita siempre ciudadanos comprometidos decididos a mostrar valor civil.

El presidente del parlamento alemán, Norbert Lammert, por su parte, dijo durante un acto para conmemorar el 68 aniversario de la liberación del campo de concentración de Ausschwitz que la llegada de los nazis al poder no fue algo accidental sino el producto del deterioro de la democracia durante la República de Weimar.

Hindenburg, un héroe alemán de la I Guerra Mundial que no ocultó nunca su rechazo al parlamentarismo, nombró a Hitler canciller el 30 de enero de 1933, al frente de una coalición de diversas fuerzas conservadoras.

El historiador Norbert Frei ha recordado, en un ensayo publicado hoy en el "Süddeutsche Zeitung", que, pese a todas las diferencias que había entre los integrantes de aquella coalición, había un objetivo común que era la destrucción de la democracia parlamentaria.

Una ironía de la historia, es que el nombramiento de Hitler como canciller se produjo en un momento en el que la crisis económica empezaba a superarse y el partido nacionalsocialista estaba empezando a perder votos.

La crisis económica de 1929 había hecho que en Alemania aumentase el descontento social y que en círculos conservadores creciera el revanchismo frente la humillación que había significado la derrota en la I Guerra Mundial y la firma del Tratado de Versalles.

Los conservadores crearon la leyenda de un ejército que no había sido vencido en el campo de batalla y que había sido traicionado por las fuerzas antimonárquicas, en especial los socialdemócratas, que habían aceptado la rendición tras decretar el fin del imperio alemán.

Todo ese descontento había sido aprovechado por los nazis que lograron su mejor resultado electoral en una de las varias elecciones generales que se celebraron en 1932, el 31 de julio, con el 37 % de los votos.

En las últimas elecciones que se celebraron en 1932, sin embargo, el apoyo a los nazis había bajado y quedado en el 33 %.

Pese a esa tendencia a la baja, los partidos que rechazaban el sistema de la República de Weimar desde la derecha o la izquierda seguían teniendo mayoría y era imposible crear una coalición con las fuerzas democráticas.

Algunos historiadores sostienen que probablemente Hindenburg tuvo la esperanza de poder manipular a Hitler para sus propios fines que apuntaban a la restauración de la monarquía.

No obstante, tras llegar Hitler a la cancillería los nazis empezaron a golpear eficazmente a sus adversarios políticos y a ganar apoyo. En noviembre de 1933, por tercera vez en ocho meses, se volvieron a celebrar elecciones generales y los nazis obtuvieron el 92,2 % de los votos.

La salida de la Liga de Naciones, sobre lo que se celebró simultáneamente un plebiscito, obtuvo un apoyo del 95,1 %.

Norbert Frei, en su ensayo del "Süddeutsche Zeitung", cita una publicación de un grupo de resistencia de izquierda de la época que dice que aunque las cifras pueden hacer pensar en una manipulación, la realidad es distinta.

Lo que ocurría, según la fuente citada por Frei, es que se había dado una "penetración de la ideología fascista en todas las clases de la sociedad alemana"