Kim Jong-un
China se abre a sancionar a Pyongyang tras el ensayo
El ministro de Exteriores chino ha reconocido públicamente que el Consejo de Seguridad de la ONU ha de dar "una nueva respuesta"tras el último ensayo nuclear
El presidente de China, Xi Jinping, y la canciller de Alemania, Angela Merkel, han coincidido en la necesidad de endurecer las sanciones contra Corea del Norte en respuesta al ensayo nuclear llevado a cabo del 3 de septiembre.
En un importante giro en el devenir de la vuelta a la mesa de negociaciones con Corea del Norte, ayer China anunció que se mostrará a favor de las sanciones que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tiene previsto aprobar próximamente contra el régimen de Kim Jong Un. Pekín deja de esta manera sola a una Rusia que se opone a aceptar unos castigos que considera que, hasta la fecha, no han servido para su fin: paralizar el programa nuclear norcoreano. Desde que el pasado domingo Pyongyang realizara su sexto ensayo nuclear que, de confirmarse el éxito que clamó el régimen, le permitiría insertar una cabeza nuclear en un misil balístco intercontinental, la tensión en la región ha ido en aumento. Mientras Estados Unidos y sus aliados se mostraban contundentes y solicitaban las sanciones más fuertes posibles ante la ONU, Rusia y China las rechazaban y abogaban por la vía diplomática, una postura que ayer Pekín cambió arguyendo los nuevos acontecimientos acaecidos en la península coreana.
«Creemos que las sanciones y la presión son sólo la mitad de la clave para resolver el problema, la otra mitad es el diálogo y la negociación», declaró en rueda de prensa en Pekín el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi. China, único aliado diplomático y económico del país comunista y clave a la hora de convencer a Pyongyang de abandonar su programa de armas, propuso de la mano de Rusia suspender las maniobras militares conjuntas de EEUU y Corea del Sur como condición para que Kim detuviera sus pruebas nucleares y de misiles, algo a lo que Washington no accedió. La Administración del presidente norteamericano Donald Trump no solo rechazó la proposición chino rusa, sino que ha insistido a Pekín para que intensifique la presión contra su país vecino. Para Jennifer Lind, profesora asociada del Gobierno en el Dartmouth College, a pesar de las esperanzas de Washington «China no resolverá el problema de Corea del Norte». La académica declaró a la CNN que «China se preocupa más por la estabilidad política en la península coreana, y teme que una presión económica grave pueda causar el colapso del régimen de Kim Jong Un», lo que podría desencadenar el caos en la península y un éxodo de refugiados con el que Pekín tendría que lidiar
No obstante, ayer Estados Unidos reiteró su intención de establecer un embargo de las exportaciones de petróleo a Corea del Norte, prohibir sus importaciones de textiles y la contratación de trabajadores norcoreanos en el extranjero, así como congelar los activos de su presidente e impedirle viajar. Un conjunto de medidas que, de hacerse efectivas, influirían gravemente en la economía del gigante asiático –mayor socio comercial de Pyongyang–, obligándole a asumir pérdidas multimillonarias.
De la misma opinión que EE UU es Corea del Sur, que ayer volvió a presionar con «sanciones más fuertes» como la de cortar los principales suministros de crudo a Pyongyang, petición que rechazó el presidente ruso, Vladimir Putin. «Estoy convencido de que podemos evitar un conflicto a gran escala con armas de destrucción masiva y podemos resolver el problema por la vía diplomática», aseguró Putin tras reunirse con sus homólogos coreano, Moon Jae In, y japonés, Shinzo Abe, en un foro ecónomico en la ciudad rusa de Vladivostok.
Tanto Abe como Moon hicieron frente común ante la negativa de Putin, que manifestó que arrinconar a Corea del Norte no ayudaría a rebajar las tensiones en la península. Para el líder ruso, que probablemente vetará el proyecto de resolución sobre nuevas sanciones propuesto por EE UU al Consejo de Seguridad de la ONU, la clave está en ofrecer contraprestaciones al régimen de Kim para que abandone su programa nuclear y de misiles.
Lejos de escuchar las propuestas de Moscú, Seúl se prepara militarmente para protegerse de nuevos lanzamientos de misiles norcoreanos con el despliegue del escudo de misiles norteamericano THAAD, que el país ha instalado como medida de defensa y que ayer completó su montaje “provisional”, mientras Japón le respalda y eleva el tono. “Corea del Norte desafía a toda la comunidad internacional y se convierte en una fuente de amenaza sin precedentes que demanda una reacción urgente. Hay que conseguir que cumpla de inmediato todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU”, afirmó Abe.na Comisión de Investigación de la ONU ha determinado que el régimen sirio ha dirigido ataques con armas químicas en al menos 27 ocasiones desde 2014, casi el mismo número de veces que el presidente sirio, Bachar Al Asad, ha desmentido el uso de estas armas prohibidas por la Convención de Ginebra. En total, los investigadores de Naciones Unidas han documentado 33 ataques con armas químicas en la guerra de Siria. De esa cifra, 27 han sido atribuidos a las fuerzas del régimen, incluidos tres perpetrados entre el 1 de marzo y el 7 de julio de este año en Al-Latamneh, en Guta Oriental, y otros dos casos en la gobernación de Damasco, donde se empleó gas cloro.
Una de las mayores atrocidades químicas cometidas por Damasco fue el bombardeo en la localidad rebelde de Jan Sheijun (provincia de Idlib) en abril, en el que murieron 80 civiles, aseguró ayer en su informe la Comisión de Investigación de la ONU.
Dicha comisión señaló que «entrevistas e informes de alerta temprana indican que un avión Sujoi 22 (Su-22) llevó a cabo cuatro ataques aéreos en Jan Sheijun a las 6.45 hora local». «Solo fuerzas sirias operan este tipo de avión», añade la comisión en su informe sobre el ataque, especificando que fueron utilizadas tres bombas convencionales y una química.
En esa pequeña población bajo control del Frente Al Nusra (ahora el Frente de la Conquista del Levante) murieron 83 personas, entre ellas 28 niños y 23 mujeres, y hubo otros 293 heridos.
En la zona fueron encontrados restos del artefacto, y aunque la comisión no ha podido determinar el tipo de arma química, «las partes son consistentes con bombas de gas sarín producidos por la antigua Unión Soviética en la clase de bombas de 250 kilogramos, que tendría aproximadamente 40 kilogramos de sarín».
Para establecer la autoría de este ataque, el órgano presidido por el brasileño Paulo Sérgio Pinheiro e integrado también por la estadounidense Karen Abuzayd se han apoyado en 43 entrevistas a testigos, víctimas, personal médico, personas que visitaron el lugar después del ataque, imágenes de satélite, fotografías de restos de la bomba y vídeos de afectados que muestran los síntomas. Pinheiro señaló que con los hallazgos de la Comisión queda «excluida» la versión rusa de que la Fuerza Aérea siria atacó un depósito terrorista que contenía municiones químicas. El coordinador de la Comisión, James Rodehaver, explicó que, si ese hubiera sido el caso, el gas sarín «se habría quemado en su mayoría dentro del edificio y no hubiera creado una nube tóxica» que se desplazó entre 300 y 600 metros desde el punto de impacto.
«Las fuerzas gubernamentales han mantenido el patrón de uso de armas químicas contra civiles en las zonas controladas por la oposición», denunciaron los investigadores de Naciones Unidas antes de definir el ataque en Jan Sheijun como un crimen de guerra.
A esa misma conclusión llegó la misión de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que identificó el gas sarín como la sustancia utilizada en el ataque de Jan Sheijun, pero no llegó a determinar quién fue el responsable de ese ataque. «Los síntomas sufridos por las víctimas son consistentes con la exposición de gas sarín», lo que supone un crimen de guerra, afirmó la OPAC en su informe realizado de forma independiente.
Este incidente, el segundo más grave después del ataque químico en Guta Oriental (suburbios de Damasco) en agosto de 2013, llevó a la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Nikki Haley, a pedir a la comunidad internacional que tomara represalias contra Asad, al tiempo que sostenía en sus manos las fotografías de niños sirios muertos en el presunto ataque químico. Al día siguiente, la Administración estadounidense atacaba, por primera vez en sus seis años de guerra, territorio sirio. En la madrugada del 7 de abril, la Marina estadounidense lanzó 59 misiles de crucero Tomahawk, cada uno con una carga explosiva de 500 kilos, sobre la base aérea de Al Shayrat, situada en las afueras de la ciudad de Homs.
No obstante, la versión de los hechos es muy diferente por parte del régimen. Fuentes cercanas a Damasco aseguraron a LA RAZÓN que el ataque estadounidense fue un montaje. «Los misiles de crucero estaban a punto de caducar y por ese motivo los lanzaron a un base militar en la que sólo hay deshechos de aviones. EE UU sabe que esa base sólo se utiliza como hangar para piezas de aviones en desuso», precisó la fuente. Lo cierto es que aquel ataque no fue la grave advertencia de Estados Unidos a Damasco por haber cruzado en repetidas ocasiones «la línea roja», más bien ha quedado como un hecho aislado que no ha traído consecuencias políticas ni militares.
En 2013, el entonces presidente estadounidense dio un pasó atrás y, en contra de sus afirmaciones, paró en seco un bombardeo sobre Siria tras un ataque químico del régimen de Asad. A cambio, Obama planteó que Damasco se librara de su arsenal químico dentro de una operación supervisada por las potencias internacionales. Asad y EE UU confirmaron que el régimen de deshizo de este tipo de armas; sin embargo, el tiempo ha demostrado que el dictador sirio conservó parte de armamento para seguir bombardeando.
✕
Accede a tu cuenta para comentar