Política

Estado Islámico

Miles de chiíes toman las armas contra los yihadistas

Voluntarios civiles se suman al Ejército iraquí para combatir al ISIS
Voluntarios civiles se suman al Ejército iraquí para combatir al ISISlarazon

La crisis de Irak se está convirtiendo en una guerra sectaria a medida que pasan las horas y se van delineando los dos bandos y sus aliados: por un lado, el Gobierno chií del Bagdad y, por el otro, los combatientes suníes liderados por el grupo yihadista Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS). Los islamistas radicales siguieron avanzando ayer en las provincias de Kirkuk y Diyala, al noreste de la capital, a la que se aproximan peligrosamente. Ayer se registraron combates en la ciudad de Baquba, a menos de 100 kilómetros de Bagdad, y en algunos puntos a sólo 60 kilómetros, lo que ha obligado al Gobierno a preparar un plan para proteger la capital ante la inminente llegada de los yihadistas.

Después de que el propio primer ministro, Nuri al Maliki, llamara a las armas a los chiíes – secta mayoritaria en Irak a la que él mismo pertenece–, ayer fue el líder religioso supremo de esta comunidad el que pidió a los suyos que empuñen las armas para combatir a los «terroristas». El ayatolá Ali Al Sistani aseguró que ésta es una responsabilidad de todo el pueblo, pero parece que sólo responderán a su llamada los iraquíes chiíes, porque buena parte de las fuerzas de seguridad y de los responsables políticos, así como de la población suní, se está alineando con el ISIS o, por lo menos, no se opone su «invasión». Mientras, miles de civiles en todo el país, pero sobre todo en la capital, se están alistando voluntariamente para luchar contra los que las autoridades llaman «terroristas» y sustituir a aquellos soldados y policías que se rinden o directamente desertan.

Ayer, el Ejército iraquí trató de reconquistar algunas localidades tomadas por los insurgentes empleando artillería pesada y el Gobierno aseguraba que estaba recuperando poblaciones cuyo control fue reivindicado por el ISIS. Al menos 33 personas murieron, la mayoría miembros del Ejército, y otras 46 resultaron heridas por bombardeos de la aviación iraquí contra dos mezquitas de Biyi y Tikrit, en la provincia de Saladino, al norte de Bagdad, informó a Efe una fuente de seguridad. En ambas se encontraban retenidos decenas de soldados a manos del Estado Islámico de Irak y el Levante. Éste informó en su página de Twitter de que ha ejecutado a 1.700 soldados.

La población civil también sufre las consecuencias de la batalla. Después de que medio millón tras tomar el ISIS Mosul, otras 40.000 personas han huido de Tikrit y Samarra –ciudades en las que los combates prosiguen–. Según la ONU, cientos de personas habrían perdido la vida, que contabilizó también un millar de heridos, aunque aún se desconocen números exactos. El Alto Comisionado de Derechos Humanos denunció que también se han registrado asesinatos extrajudiciales y ejecuciones sumarias. Por ejemplo, las de soldados iraquíes capturados y ejecutados por el ISIL en Mosul, donde cuatro adolescentes se han suicidado después de ser violadas por los yihadistas. El organismo destacó asimismo que las fuerzas gubernamentales han cometido excesos, resaltando el bombardeo de áreas civiles.

En cuanto a los países vecinos, Irán –también chií y aliado de Bagdad– reiteró ayer que hará todo lo posible para ayudar a Irak y para salvaguardar los sentuarios chiíes. Según varias fuentes, unidades de la poderosa Guardia Revolucionaria iraní ya estarían sobre el terreno ayudando a recuperar el control de algunas localidades y protegiendo los siguientes objetivos de los combatientes suníes. Concretamente, habrían apoyado al Ejército iraquí en la toma de Tikrit y en estos momentos estarían colaborando en la planificación de la defensa de Bagdad. Por otro lado, aviones del ejército sirio bombardearon sin causar víctimas zonas próximas a la localidad de Albukamal, situada en la provincia de Deir al Zur, en la frontera con Irak, informó el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.

Por su parte, desde Washington, el presidente de EE UU, Barack Obama, compareció ayer para dejar claro que «no mandaremos tropas estadounidenses para entrar en combate en Irak». Encargado de terminar las guerras de su país y famoso por votar en su época de senador de Illinois en contra de la invasión de este país, siguió ayer el guión de lo que ha sido su política exterior en los últimos meses. «No mandaremos tropas estadounidenses, pero he pedido a mi equipo de seguridad nacional que prepare varias opciones para ayudar a las fuerzas de seguridad iraquíes. Repasaré esas opciones en los próximos días», explicó. «Esto no es solamente un problema militar. Durante la última década, las tropas estadounidenses han hecho extraordinarios sacrificios para que los iraquíes tengan la oportunidad de asegurar su futuro. Desafortunadamente, los líderes de Irak han sido incapaces de abordar la falta de confianza y diferencias entre sectas, lo que ha creado vulnerabilidades dentro del gobierno iraquí y sus fuerzas de seguridad», recordó.