Política

Crisis en Egipto

Mursi, del todo a la nada en un año de gobierno nefasto

La Razón
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EL CAIRO- El ascenso al poder de los Hermanos Musulmanes fue rápido y tan espectacular que ni ellos mismos se lo llegaron a creer. Tanto, que mantuvieron la actitud paranoica de grupo minoritario, perseguido y casi clandestino. La Hermandad siempre había tenido muchísima fuerza y popularidad, pero la conquista de la presidencia fue una victoria inimaginable y pronto le quedó grande al grupo opositor mejor organizado y más fuerte del país.

Mohamed Mursi pasó de ser un líder mediocre y cuya cara era poco conocida fuera de la Hermandad, a candidato presidencial de la misma, después de que el elegido en primer lugar, el potente Jairat al Shater, quedara descalificado para competir en los comicios. Los Hermanos Musulmanes tuvieron poco más de un mes para transformar a Mursi en un candidato atractivo y conseguir que llegara a la segunda ronda de las elecciones para enfrentarse al candidato del régimen de Mubarak, Ahmed Shafiq. Mursi finalmente se hizo con la presidencia de Egipto con poco más del 50% de los votos, unos cinco millones y medio de papeletas, en un recuento disputado y polémico.

La mayor parte de los analistas coinciden en que para cualquier político hubiera sido una misión imposible solucionar los problemas de Egipto y estabilizar el país en tan sólo un año, pero igualmente dicen que habría sido difícil gobernar peor de como lo hizo Mursi en los pasados 12 meses. Uno de sus mayores errores y que tanto la oposición como la población le reprocharon, fue querer poner a sus fieles en todos los cargos posibles, independientemente de su calificación: Mursi quería rodearse de los suyos, pero escogió a personas inexpertas y poco cualificadas incluso para los puestos administrativos. Otro de sus grandes errores fue el de querer imponer su voluntad y su visión, de forma autoritaria, y desafiar en varias ocasiones tanto a los militares como a la Judicatura egipcia, sus dos principales enemigos. Nada más llegar al poder, Mursi restableció el Parlamento por decreto, a pesar de que la Corte Constitucional lo había declarado inválido y la Junta militar lo había disuelto.

Pero lo que es visto como el principio de su fin fue el decreto presidencial «faraónico» del pasado mes de noviembre, en el que Mursi asumió poderes extraordinarios y se situó por encima de la Ley y los jueces. Eso soliviantó definitivamente a la Judicatura, que empezó una lucha abierta contra él, pero sobre todo a las demás fuerzas políticas que han acusado reiteradamente al presidente de querer monopolizar el poder y gobernar de forma dictatorial como el ex «rais». En diciembre de 2012, los islamistas aprobaron una constitución redactada sin el consenso de los demás grupos políticos y sociales, que marcó la ruptura definitiva con los sectores liberales.