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Mursi se niega a dimitir y anuncia la creación de un Gobierno de unidad nacional

Manifestantes en la plaza Tahrir, ayer en El Cairo
Manifestantes en la plaza Tahrir, ayer en El Cairolarazon

El presidente Mohamed Mursi está más aislado que nunca, pero se dispone a resistir ante cualquier intento de echarlo del poder, arropado por su fuerza política: los Hermanos Musulmanes, grupo islamista que tardó más de 80 años en conquistar el poder en Egipto, con mucho sacrificio, y no parece dispuesto a abandonarlo tan fácilmente. El mandatario ofreció un discurso anoche en la televisión egipcia, más de 24 horas después de que el Ejército estableciera un ultimátum de 48 horas para que las fuerzas políticas alcancen un acuerdo para solucionar la actual crisis. Mursi recordó que fue elegido en las primeras elecciones democráticas de la historia de Egipto, hace ahora un año, y aseguró que defenderá esa legitimidad, que le otorgó el pueblo. Mursi se reunió por la tarde con el ministro de Defensa, Abdelfatah al Sisi, encargado el día anterior de leer el ambiguo comunicado, que todo el mundo interpretó como un golpe de Estado suave contra el islamista. Mursi dijo en su discurso haberle presentado una iniciativa política, que incluiría una reforma constitucional y la formación de un gobierno de unidad nacional, aunque la oposición y la calle ya dijeron que no se conformarían con menos que la dimisión del presidente. Pero el mandatario se mostró de nuevo desafiante y seguro, y dijo que está dispuesto incluso a sacrificar su sangre por defender la legitimidad de la que es el «guardián». Pero horas antes, los militares presentaron a Reuters su «hoja de ruta» en el caso de que el presidente y la oposición no lleguen a un acuerdo. El Ejército prevé la suspensión de la Constitución, la disolución del Parlamento y convocar elecciones anticipadas.

Mientras, la Hermandad y su brazo político, el partido Libertad y Justicia, llamaron ayer a sus seguidores a resistir «cualquier intento de golpe» contra el presidente elegido en las urnas y contra la Constitución, redactada precisamente por los islamistas sin el consenso de las demás fuerzas políticas. Los islamistas volvieron a manifestarse ayer en las calles de todo el país, reivindicando la «legitimidad» de Mursi. En la acampada de Rabaa al Adawiya, en el barrio cairota de Medinat Nasser, sus seguidores aseguraban que no permitirán que nadie le aparte del poder. Grupos de hombres y mujeres, separados, coreaban eslóganes a favor de Mursi y de la «sharía» (ley islámica), y en contra de la oposición. Riham, una joven cairota, decía a LA RAZÓN que no estaba manifestándose a favor de Mursi, sino de la democracia. «El presidente fue elegido y tiene que cumplir su mandato de 4 años», explicó. Por su parte, Atif, que llegó a la capital desde el Delta del Nilo, aseguraba: «El presidente no está solo, estamos con él, en todo el país, y estamos dispuestos a sacrificar nuestra vidas». Grupos de jóvenes «Hermanos» se entrenaban ayer en ese campamento para aprender a pelear y usar bastones, aunque no parecían aún muy expertos en el manejo de las armas. Más allá de estas muestras de fuerza casi ridículas, los miembros de la Hermandad son muy disciplinados y están organizados y unidos. En el seno del Gobierno, crecen las divisiones y los rumores: el primer ministro, Hisham Qandil, tuvo que desmentir ayer que hubiera presentado su renuncia y la de todo el Ejecutivo en bloque, aunque confirmó oficialmente haber recibido las dimisiones de seis ministros: Turismo, Telecomunicaciones, Recursos Hídricos, Medio Ambiente, Asuntos Legales y Deportes. El ministro de Exteriores también podría marcharse. Incluso los que fueron los principales socios de Mursi, el partido salafista Al Nur, parece estar dándole la espalda.