Siria

No hay estabilidad sin gobierno legítimo

La Razón
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El cese al fuego respaldado por la ONU y auspiciado por Estados Unidos y Rusia en Siria es, sin duda, el resultado político más significativo en cinco años de conflicto entre el régimen y las fuerzas contra el Gobierno de Asad. Sin embargo, y en medio de acusaciones cruzadas sobre la violación de dicha tregua horas después de anunciarse, los gobiernos occidentales saben muy bien que lo que ocurra las próximas semanas dependerá del interés real de Asad y de Putin para respetar el alto el fuego. La cuestión clave es si la tregua ayudará a reanudar las negociaciones de paz. Mi predicción es que las negociaciones de paz no van a poner fin al conflicto. La situación está en punto muerto. Asad no va a apartarse, al tiempo que sabe que nunca recuperará el poder que tenía antes del conflicto, en marzo de 2011.

El escenario más probable es el siguiente: una constelación de grupos aferrados a varios territorios de Siria y otras partes del mundo árabe, como Irak y Libia, durante un largo tiempo. Las grandes potencias internacionales saben muy bien que Siria tiene actualmente la clave del poder en Oriente Medio y que es muy poco probable que las fuerzas implicadas en el conflicto salgan de él sin lograr sus propios objetivos geopolíticos. Los intereses que Rusia e Irán tienen en Siria son demasiado importante como para desplazar a Asad sin ciertas garantías políticas.

Del mismo modo, Arabia Saudí, Qatar, Turquía, EEUU, Reino Unido y Francia no permitirán que Asad siga en el poder. Además, la campaña del Estado Islámico y Al Nusra en Siria sólo sirven para complicar las cosas. La derrota de los yihadistas violentos es una prioridad clave para todas las fuerzas implicadas, pero la estabilización del país es igualmente importante. Y la estabilidad no se restaurará sin un Estado que ejerza el legítimo control sobre el territorio y su población: fragmentaciones sectarias y políticas sólo pueden ser unificadas por un gobierno central con sólidas bases políticas e institucionales y que respete el Estado de Derecho. Sin embargo, ya se ha demostrado que cambiar rápidamente dictaduras por sistemas democráticos no funciona, véase Irak y Libia. Por este motivo, los gobiernos occidentales necesitan facilitar transiciones políticas a largo plazo para conseguir sistemas democráticos o semi democracias en el mundo árabe.

Pero no nos engañemos con el alto el fuego ahora anunciado. La inestabilidad en Siria y en todo Oriente Medio seguirá presente varios años.

La exacerbación de las tensiones entre Rusia y Turquía y la aparición de grupos de extrema derecha y movimientos antiinmigración en toda Europa debe hacer pensar a los gobiernos occidentales sobre la posibilidad de que nos encontramos en los albores de un conflicto internacional. Mientras que el futuro económico y político de la Unión Europea se ve cada día más incierto, el flujo continuo de refugiados a los países europeos ha planteado dos cuestiones clave, una sobre la integración de los inmigrantes a largo plazo y otra sobre la fuerza de movimientos hostiles como el islamófobo Pegida. Tengamos en cuenta que si se produce una nueva guerra mundial, es probable que ésta comience como guerra de baja intensidad.

*Profesor de Criminología en la Universidad Northumbria de Reino Unido