Bruselas
«No sabemos ni cuándo ni dónde puede ocurrir»
La capital europea intentaba ayer volver a la normalidad. Los colegios abrieron sus puertas, junto con la mitad de las líneas de metro. Aunque el Gobierno puso en marcha medidas extraordinarias de seguridad, muchos padres decidieron no llevar a sus hijos porque el máximo nivel de alerta terrorista seguía activo. La seguridad fue dispar en las escuelas. Algunas apenas se vieron afectadas por nuevas medidas, pero otras tuvieron un fuerte despliegue policial, mientras distintos burgomaestres de las comunas de Bruselas reconocían que era imposible que todos los centros contaran con vigilancia policial porque apenas 300 efectivos policiales se repartieron entre todos ellos.
La mayoría de los centros, sin embargo, siguió estrictamente las medidas de seguridad, estableciendo un perímetro cercado por la Policía que sólo podían traspasar los padres hasta cierta distancia, sin permitirles la entrada al colegio como de costumbre. Las escuelas pedían su colaboración para hacer lo más natural posible el cambio en la entrada y salida del colegio. «En nuestra escuela, Koninklijk Atheneum [en la comuna de Etterbeek], las medidas fueron estrictas, todas para asegurarse de que nadie entraba en el recinto escolar. Llevé a los niños al colegio, pero fue un poco extraño por tanto despliegue de seguridad», contaba Rebecca Marleyn, profesora y madre de tres hijos, que dejaba a los dos mayores en la escuela para volver a casa con su bebé recién nacido. Al preguntarle por su opinión sobre la actuación del Gobierno, esta ciudadana belga no dudó en considerar que la reacción del Ejecutivo llega como respuesta por haberse visto «juzgado en todo el mundo como que no había hecho nada por evitar el nido de yihadistas en Molenbeek y su relación con los ataques de París».
En el caso de los comerciantes, algunos han abierto sus puertas a pesar de la alerta. En barrios más residenciales de la ciudad, como Stockel, el paisaje no era tan desolador como en el centro. La mitad de los establecimientos han abierto y la otra mitad ha preferido cerrar sus puertas. La carnicería flamenca Meat Market, regentada por François Ravalec, no ha cerrado ni un solo día pese a la amenaza. «Nosotros tenemos un negocio familiar y no puedo dejar que la alerta nos paralice. La gente sigue viniendo y estoy contento de poder seguir dándoles servicio», señaló. La mayoría de los centros culturales, museos (no los estatales), tiendas y sitios de ocio reabrieron sus puertas, aunque muchos de los del centro de la ciudad ya lo hicieron el martes. No obstante, ferias de congresos y otros eventos de gran afluencia han pospuesto su celebración al próximo año.
En el centro de la ciudad y sin niños, Anne-Philippe Sieux, belga y diseñadora de interiores, reconocía que en su barrio, Les Marolles, se sigue sintiendo cierta tensión a pesar de la reapertura del metro y las escuelas. Acudía a trabajar a su empresa «intentando no pensar en los acontecimientos de París». «Creo que tiene que haber una amenaza seria para paralizar parte de la ciudad varios días. Me tranquiliza que el Gobierno tome medidas por la seguridad de todos, aunque no sabemos ni dónde ni cuándo puede ocurrir», señalaba.
Alfonso Ruiz, español e ingeniero informático, ha ido al trabajo como de costumbre y reconocía que en su empresa los controles de seguridad no han sido extremos «a pesar de estar al lado del nuevo edificio de la OTAN». «Apenas el control de la tarjeta de acceso y la apertura de maleteros», indicaba. Respecto a los colegios, «creo que es un poco contradictorio abrirlos con la máxima alerta vigente, pero no se puede tener a la gente en casa tanto tiempo», señaló.
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