Atentados en Boston
Pólvora prensada en ollas exprés
Los dos artefactos utilizados en los atentados de Boston eran, según las primeras pesquisas, de fabricación casera. A la espera de lo que determine la investigación oficial, expertos españoles se inclinan por pensar que se trata de bombas, en las que se usó pólvora prensada (u otro explosivo de tan fácil adquisición como la pólvora, por el gran mercado que hay de armas y munición) y alojada en un recipiente metálico cerrado, tipo bombona u olla exprés, que, al estallar, hace el efecto de metralla. Además, en este caso, los autores de la acción criminal habían unido a los artefactos rodamientos y clavos, con el fin de que, al expandirse, alcanzaran al mayor número de personas y causar todo el daño posible. El hecho de que las bombas estuvieran escondidas en contenedores de basura y que, probablemente, hubieran sido alojadas en el fondo, con el fin de no ser vistas, explica que muchas de las víctimas han sufrido heridas en las piernas e incluso amputaciones. El sistema para la activación de estos artefactos, sobre todo cuando se desea que exploten a una hora determinada, es el de temporizadores o teléfonos móviles. Una simple llamada pone en marcha el mecanismo eléctrico que produce la deflagración. El primero de los sistemas es el más seguro para los terroristas, ya que les permite estar lejos en el momento escogido para que se produzca el atentado.
Todas las hipótesis siguen abiertas
El ataque indiscriminado contra la población, sin distinguir entre niños o personas de cualquier edad, es propio del terrorismo yihadista, según expertos, consultados por LA RAZÓN, sin que ello suponga descartar otras hipótesis sobre la autoría de los atentados de Boston. El concepto de «yihad global» (lucha total) contra occidente, que patrocina Al Qaeda y los grupos de su entramado, permite que cualquier individuo, sin que, necesariamente, haya tenido que pasar por campos de entrenamiento, monte unas bombas (el sistema de fabricación está disponible en numerosas paginas web), y decida «pasar a la acción».
Lo cierto, es que las autoridades americanas, según comunicaciones remitidas a sus aliados en Europa a primera hora de la tarde de ayer, no tenían clara la autoría de las bombas, aunque hablaban abiertamente de «actos terroristas». Será una casualidad, o no, pero el mismo día de los atentados, dos estadounidenses, uno de ellos de origen dominicano, fueron condenados a más de 20 años de cárcel por conspirar para viajar a Somalia a fin de unirse a un grupo terrorista islámico, Al Shabaab, en el que se hace apología del uso de la violencia para imponer el islam. Carlos Eduardo Almonte, de 27 años, fue condenado a veinte años de prisión; mientras que Mohamed Haoud Alessa, de 23, recibió una pena de 22 años. Ambos reos se habían declarado culpables.
No se puede descartar, porque ha ocurrido en otras ocasiones, que ciudadanos norteamericanos, de corte ultraderechista, antisistema o pertenecientes a sectas, estén detrás de los atentados. Las fuentes consultadas por este periódico no alcanzan a comprender qué finalidad perseguirían estos individuos, de confirmarse su autoría, con unas acciones tan indiscriminadas, en la que la peor parte se la han llevado niños de corta edad. Sin embargo, la hipótesis se mantiene abierta.
El lógico secretismo con que las autoridades americanas llevan las investigaciones no permite, de momento, avalar hipótesis fiables, aunque los expertos subrayan que la planificación de los atentados, aunque haya sido con artefactos de fabricación casera, compuestos por explosivo y metralla, ha demostrado una cierto conocimiento y planificación. Las dos bombas, que pudieron ser activadas a distancia con teléfonos móviles o por temporizadores, estallaron en un plazo de poco más de diez segundos y para hacer el mayor daño posible entre la población. Tras la deflagración de la primera, era lógico que los corredores de la maratón y los espectadores huyeran en uno u otro sentido para abandonar el lugar donde se había producido el atentado. Los que le hicieron en el sentido donde estaba el segundo artefacto, les esperaba una trampa. Supone una coordinación que no está al alcance del primer espontáneo que se mete a «unabomber». No sería la primera vez que los yihadistas actúan así.