Francia

Sarkozy funda Los Republicanos para reconquistar el Elíseo

Carla Bruni acompañó a su marido, Nicolas Sarkozy, durante el congreso fundacional de Los Repúblicanos, ayer, en París
Carla Bruni acompañó a su marido, Nicolas Sarkozy, durante el congreso fundacional de Los Repúblicanos, ayer, en Paríslarazon

Con su nueva marca electoral, el ex presidente francés busca pasar página a la división y los escándalos en la derecha

Un Nicolas Sarkozy combativo reunió ayer a toda su familia política para asistir a la creación de Los Republicanos, el nuevo nombre del partido con el que esperan recuperar el Elíseo en 2017. El acto tuvo lugar en La Villette, al noreste de París, en un gran hall lleno de militantes ganados para la causa del sarkozismo. Antes de entrar en el recinto, en el camino, los militantes de la todavía UMP fueron acogidos por los carteles que habían pegado simpatizantes socialistas con Sarkozy a caballo bajo el título «Y ahora, Los Republicanos», sugiriendo las semejanzas con los conservadores norteamericanos. Entre los militantes que iban llegando se oía cómo ahora «lo que tiene que hacer [Sarkozy] es evitar las primarias», dando el tono del ambiente en el que transcurrió el congreso: búsqueda de unidad, pero con el deseo mayoritario de que sea Sarkozy quien encarne de nuevo la formación política de cara a las próximas elecciones.

Consciente de que no habrá victoria sin unión, el presidente de Los Republicanos señaló que considera su único enemigo a la izquierda, y arremetió contra ella a lo largo de su discurso. Una izquierda «que no respeta a la oposición porque no respeta siquiera su mayoría», «que ha mentido a los franceses y traicionado a sus electores porque sólo contaba a sus ojos la victoria, a cualquier precio, como fuera y con quien fuera». Para Sarkozy, la izquierda «caricaturiza» la República «con la teoría del género, con el pedagogismo, con el ‘está prohibido prohibir’, con el igualitarismo, con la envidia, con su desconfianza hacia todos los que emprenden, innovan y crean». «Os habéis convertido en conservadores pusilánimes, apegados a sus estatus, a la norma, a un mundo petrificado que ya no existe», clamó contra unos hipotéticos socialistas.

La sala aplaudió con fuerza la presencia y el discurso de su líder, en contraste con el recibimiento que hicieron a los dos antiguos primeros ministros, François Fillon y Alain Juppé, que disputarán a Sarkozy la candidatura para la presidencia en las primarias que deben celebrarse el año que viene. Los primeros silbidos fueron para Fillon cuando subió a la tribuna de oradores. Lo que no le impidió señalar que Los Republicanos no pueden ser exclusivamente «una máquina electoral, ni una caserna a la que los militantes vienen para buscar órdenes», ni este congreso un simple «lavado del pasado». La peor parte se la llevó Alain Juppé, que recibió numerosos silbidos y abucheos. «Algunos de vosotros me silban, algunos... y me da pena, pero no cambiará mi determinación, porque vosotros sois mi familia», respondió el hoy alcalde de Burdeos, que sólo logró arrancar algunos aplausos cuando finalmente nombró al que «ha permitido la unión», Sarkozy.

El presidente de Los Republicanos, con la preocupación de mostrar que, efectivamente, ha querido esa unión, inició su discurso con una referencia al abucheado Juppé: «Tenemos la suerte de pertenecer a una familia política que cuenta entre sus filas con un hombre de Estado como Alain Juppé». «Es una riqueza», como la retahíla de nombres que siguieron después: François Fillon, Bruno Le Maire, Jean-Pierre Raffarin, Nathalie Kosciusko-Morizet, y Laurent Wauquiez, que fueron recogidos sin gran entusiasmo por la sala.

Más que un presidente de partido, Sarkozy parecía un candidato en campaña electoral reprochando a su antiguo rival en las elecciones de 2012, François Hollande, que «no respeta la República», que la «traiciona por el abuso de autoridad permanente» y que «piensa que tener la mayoría le da todos los derechos».

Un candidato en campaña

Precisamente, este tándem Sarkozy-Hollande es el que los interesados barajan para las próximas elecciones, pero no es el que los franceses quisieran ver. Según «Le Parisien», el 72% de franceses no quiere que Sarkozy se presente de nuevo a las elecciones presidenciales de 2017, mientras que el 77% no quiere que Hollande aspire a un segundo mandato. Las cifras son claramente mejores para el presidente de Los Republicanos cuando se trata de sus simpatizantes. El 49% espera verle de nuevo, y si se pregunta a los militantes de la antigua UMP, dos de cada tres apuestan por Sarkozy.

El porqué del nuevo nombre lo ha ido explicando Sarkozy en los mítines previos al Congreso: «La diferencia entre la izquierda y nosotros, es que ellos son primero socialistas y en segundo lugar republicanos. Nosotros somos primero republicanos y después gaullistas, centristas, radicales o liberales». Pero la razón principal es intentar borrar de la imaginación de los franceses tres años de batallas internas por el poder entre Fillon y Jean-François Copé, y el «affaire Bygmalion», en el que una decena de políticos y empresarios han sido inculpados por la puesta en marcha de un vasto sistema de facturas falsas durante la campaña presidencial de 2012 para camuflar los excesos de gastos de la campaña de Sarkozy.

La víspera del Congreso, el 83,28% de los militantes de la todavía UMP había aprobado el nuevo nombre que Sarkozy proponía, Los Republicanos. Además, también se les había propuesto un cambio en los estatutos, con la supresión de las corrientes internas, la feminización de las instancias del partido y la democratización del mismo, que fue aprobado por el apoyo del 96,34% de los militantes.

Pero 2015 no es 2007. El ex presidente de la República todavía tiene mucho trabajo por delante para intentar convencer a los franceses de que Los Republicanos no es un simple maquillaje para un viejo partido. Según un sondeo publicado ayer por «Le Parisien», ocho de cada diez franceses piensan que los cambios efectuados este fin de semana no van a permitir a los conservadores un nuevo relanzamiento, y, lo que es peor, hasta un 60% de los simpatizantes de la derecha piensa lo mismo. Entre los militantes que abandonaban ayer la gran sala del congreso, había quienes partían con la sensación de «déjà vu», pero la mayoría quieren recuperar la confianza en su formación política, y piensan que Sarkozy es su hombre.