Crisis migratoria en Europa

«Schengen está en juego y se acaba el tiempo»

Un niño duerme en el campo de refugiados de Moria, en la isla de Lesbos
Un niño duerme en el campo de refugiados de Moria, en la isla de Lesboslarazon

Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, alerta de que el caos migratorio puede acabar con este pilar fundamental de la UE.

«Que nadie tenga la menor duda: el futuro de Schengen está en juego y se nos acaba el tiempo». Con esta dramática declaración comenzaba Donald Tusk su intervención inicial en la rueda de prensa posterior a la reunión informal de líderes europeos que se celebró ayer en La Valeta aprovechando la presencia de muchos de ellos en la cumbre sobre migración de la capital maltesa. El tono casi luctuoso empleado por el polaco, presidente del Consejo Europeo, hizo intuir la tensión de las negociaciones a puerta cerrada entre los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión presentes. Tusk continuó en términos no menos fúnebres: «Todos los días se están tomando decisiones que hablan a las claras de lo grave que es la situación. Se están reintroduciendo controles en las fronteras y levantamiento de barreras técnicas». Y todo ello, afirmó el polaco, ha puesto a Europa en una tesitura en la que «Schengen sólo se salvará si retomamos el control de nuestras fronteras exteriores».

Tusk atenuó su lúgubre intervención saludando efusivamente la iniciativa de Eslovaquia, República Checa y Hungría de movilizar a 225 especialistas para reforzar las fuerzas de choque que gestionan la crisis en primera línea. «Éstas son buenas noticias», dijo. Pero sus concesiones al optimismo duraron poco, ya que, a renglón seguido, dejó claro que aunque «la UE mantendrá su normativa en cuanto a derechos de asilo, debemos ser muy claros en que sin registro no habrá ningún derecho». Y remató: «Si el inmigrante no coopera, habrá consecuencias».

Sin embargo, el punto central de la reunión de ayer en La Valeta fue la cooperación con Turquía. Tusk anunció que tanto él como el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, mantendrán una reunión con el presidente Erdogan en los márgenes de la próxima cumbre del G-20, que se celebrará precisamente en Turquía este fin de semana. Además, el polaco anunció que también se convocará una cumbre específica para abordar este tema entre los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión y Ankara.

Sin duda, el principal punto de fricción entre los líderes fue, una vez más, el dinero. O, más concretamente, la manera de repartir el coste de la ayuda que se va a prestar a Turquía para contener la crisis migratoria. Fue el presidente de la Comisión quien dio datos al respecto ayer en Malta, si bien se cuidó mucho de precisar que las cantidades que se trataron no son «para Turquía» sino «para los sirios que actualmente están en Turquía». El plan de Juncker consiste en incluir en los presupuestos comunitarios 500 millones de euros para ayudar a Turquía a gestionar la llegada de refugiados dentro de sus fronteras. Esta cifra deberá ser completada hasta los 3.000 millones con aportaciones de los Estados miembros en función de una clave de reparto basada en el PIB de cada país. Según esta clave, a España le correspondería pagar 191 millones de euros. El grueso de estos 2.500 millones correspondería, como es lógico, a las grandes economías europeas, con los 534 millones de Alemania a la cabeza. Francia aportaría 386 millones y Reino Unido, 409. Con estas cantidades se satisfaría la cifra que Ankara puso encima de la mesa como necesaria para afrontar la masiva entrada de refugiados por su frontera con Siria, una cantidad de personas que se estima actualmente en dos millones. Aunque los pormenores de las negociaciones de ayer, concretamente las aportaciones que comprometieron los Estados miembros, no fueron detalladas, los puntos generales del orden del día fueron enumerados por el presidente español Mariano Rajoy en su encuentro con los medios. El asunto principal fue obviamente intensificar la cooperación con terceros países, señaladamente Turquía. También habría de tratarse la aplicación de las decisiones tomadas en materia de reubicación de refugiados, un punto sobre el que Juncker reconoció «no estar muy contento» al haberse reubicado sólo a 130 personas cuando los objetivos eran 160.000. Otro de los aspectos que se trataron fue la creación de «puntos críticos» («hot spots») en Grecia e Italia así como el reforzamiento de la capacidad de acogida en estos dos países. Y por último, y a más largo plazo, los líderes europeos trataron sobre el refuerzo de los mecanismos de gestión común de las fronteras exteriores, gran asignatura pendiente de fondo en la política europea en referencia a la presente crisis migratoria. «Ésta es la primera cumbre en la que de manera nítida vamos al origen de las crisis», dijo Rajoy al término de la cumbre de Malta.