Cargando...

Alemania

Seis meses de desencuentros: la coalición de Merz se debilita mientras avanza la ultraderecha

El gobierno de Merz ha pasado de prometer un nuevo impulso a limitarse a contener daños

Cabinet meeting of the German government in Berlin CLEMENS BILANEFE

Seis meses después de su investidura, el Gobierno de coalición entre la Unión Cristianodemócrata (CDU), la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) atraviesa su momento más delicado. Lo que comenzó con promesas de estabilidad y reformas profundas se ha transformado en un escenario de fricciones internas, errores políticos y un desgaste que amenaza con marcar el resto de la legislatura.

Client Challenge

El canciller Friedrich Merz, que llegó al poder con la promesa de recuperar la confianza en la política tradicional, se enfrenta ahora a una opinión pública desencantada, a unas encuestas en caída libre y a una oposición que capitaliza el malestar ciudadano. El proyecto de coalición nació tras unas negociaciones arduas, en las que conservadores y socialdemócratas acordaron un programa ambicioso: reactivar la economía, reformar el sistema de pensiones, reforzar la seguridad y avanzar hacia una política migratoria "más realista". La estructura del Gobierno -con seis ministros de la CDU, tres de la CSU y cinco del SPD- pretendía equilibrar sensibilidades, pero el resultado ha sido una maquinaria pesada, incapaz de hablar con una sola voz. Ni siquiera las primeras victorias diplomáticas del canciller han bastado para cambiar la percepción de parálisis.

En el plano internacional, Merz ha tratado de proyectar una imagen de liderazgo europeo. En Washington, logró reforzar la interlocución con Donald Trump y arrancar compromisos sobre seguridad y comercio; en Bruselas, su tono más directo generó tanto respeto como incomodidad. No obstante, el balance doméstico es más sombrío. En apenas medio año, el Ejecutivo ha acumulado una lista de tropiezos poco habitual incluso para los estándares de una gran coalición: la frustrada rebaja del impuesto sobre la electricidad, el caos en la elección de los nuevos jueces del Tribunal Constitucional, las tensiones internas por la reforma del Bürgergeld -la ayuda básica a los desempleados- y la polémica en torno a la nueva ley de pensiones, que ha dividido a la propia CDU.

Un equipo que aprende de sus errores

A todo ello se suma el llamado "debate del paisaje urbano", desatado por unas declaraciones del propio Merz sobre la presencia de inmigrantes en las ciudades alemanas, que le han valido protestas en la calle y una acusación de alimentar el discurso de la extrema derecha. Mientras tanto, el Gobierno se ha esforzado en transmitir la imagen de un equipo que aprende de sus errores, pero los sondeos reflejan una tendencia preocupante. Según un reciente estudio de Forsa, la coalición apenas alcanzaría el 40% de los votos si hoy se celebraran elecciones y solo uno de cada cuatro ciudadanos aprueba la gestión del canciller.

Las discrepancias entre los socios se acumulan y el desgaste personal de Merz comienza a hacerse visible. En los últimos días, el ministro de Asuntos Exteriores, el conservador Johann Wadephul, provocó una nueva controversia al poner en duda la posibilidad de repatriar refugiados sirios tras visitar un país devastado por la guerra. Sus palabras chocaron con la línea dura del ministro del Interior, Alexander Dobrindt, que impulsa precisamente un plan de deportaciones a Damasco y que resultaron en otro enfrentamiento público entre ministerios y un nuevo motivo de desgaste político.

Los analistas coinciden en que la coalición Merz se ha convertido en su propio obstáculo. Cada iniciativa, por ambiciosa que sea, acaba diluida en negociaciones interminables y los conservadores temen que los compromisos económicos con la socialdemocracia pongan en peligro su credibilidad fiscal, mientras que la base del SPD acusa a su dirección de ceder demasiado terreno en políticas sociales y migratorias. La sensación de desconexión con la ciudadanía crece y el relato de unidad que intentó imponer la Cancillería hace tiempo que perdió fuerza. Mientras tanto, la oposición aprovecha cada error.

AfD y CDU empatan en intención de voto

Los ultras de Alternativa para Alemania (AfD) han sido los gran beneficiados de estos meses de inestabilidad. Su discurso de "orden y autoridad" ha calado especialmente en el este del país, donde encabeza las encuestas en varios estados. Sus dirigentes repiten que la coalición de Merz es "una alianza de izquierdas disfrazada" y que la única alternativa verdaderamente conservadora está fuera del Gobierno. Los sondeos les dan la razón: AfD y CDU empatan ya en intención de voto a nivel nacional, un escenario impensable hace solo un año.

La evolución de la AfD preocupa especialmente dentro de la propia Unión conservadora. Algunos dirigentes regionales de la CDU han comenzado a pedir que se "replantee" la relación con el partido de extrema derecha y se rompa el tradicional "cordón sanitario" que impide acuerdos. Merz, consciente del riesgo político que eso implicaría, ha reafirmado que su partido seguirá siendo la "barrera democrática" frente al extremismo. Sin embargo, su propia retórica en materia migratoria ha contribuido a desplazar el debate hacia los márgenes del discurso populista.

Ahora, con cinco elecciones regionales a la vista y una economía estancada, la coalición afronta un semestre decisivo. En teoría, la agenda legislativa incluye un gran paquete de inversiones en infraestructuras y una reforma fiscal de alcance, pero pocos creen que el Ejecutivo tenga la cohesión necesaria para sacarlo adelante. En la práctica, el gobierno de Merz ha pasado de prometer un nuevo impulso a limitarse a contener daños y si la coalición no logra en los próximos meses recuperar la iniciativa, su segundo semestre podría ser -más que un tiempo de gobierno-, una larga cuenta atrás.