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Corea del Sur

Justicia para las esclavas sexuales del Ejército japonés

Un grupo de víctimas de la esclavitud sexual nipona durante una protesta ante la embajada japonesa en Seúl (Corea del Sur) el 8 de enero de 1992
Un grupo de víctimas de la esclavitud sexual nipona durante una protesta ante la embajada japonesa en Seúl (Corea del Sur) el 8 de enero de 1992larazon

Tokio y Seúl firman un acuerdo por el que Japón pide perdón 70 años después de la guerra a las siervas vejadas por sus tropas.

Setenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial, Japón y Corea del Sur llegaron ayer a un acuerdo «definitivo e irrevocable» por el que el país nipón asume públicamente la responsabilidad de sus tropas en el uso de miles de mujeres coreanas como esclavas sexuales antes y durante los años de la contienda. El acuerdo, que incluye una disculpa del primer ministro japonés, Shinzo Abe, y mil millones de yenes –unos 7,6 millones de euros– como compensación para las víctimas, supone la superación de uno de los mayores obstáculos con los que ambos países han tenido que lidiar durante años y que ha enturbiado las relaciones bilaterales.

«Japón y Corea del Sur están entrando en una nueva era», declaró Abe a los periodistas tras el anuncio hecho público por los ministros de Exteriores japonés y surcoreano, Fumio Kishida y Yun Byung. «No debemos arrastrar este problema a la próxima generación», añadió Abe. Con estas palabras trataba de poner fin a una de las mayores fuentes de fricción en las relaciones entre Seúl y Tokio.

Se estima que alrededor de 200.000 mujeres procedentes de Corea, China, Filipinas, Indonesia o Taiwán fueron forzadas a ejercer como prostitutas para los soldados japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. En Corea del Sur, tan sólo quedan 46 supervivientes y la mayoría tiene entre 80 y 90 años. Sin embargo, para algunas de ellas el acuerdo no parece tan claro. «Me pregunto si cuando las negociaciones se llevaron a cabo se nos tuvo realmente en cuenta a las víctimas. No estamos detrás del dinero. Si los japoneses cometieron estos pecados, deberían ofrecer una compensación oficial y directa del Gobierno», declaró Lee Yong-soo, de 88 años, en una rueda de prensa posterior.

Precisamente, el texto del acuerdo alcanzado no indica explícitamente que las conocidas como «mujeres de confort» reciban una compensación directa, sino que a través del fondo de compensación –gestionado por el Gobierno surcoreano– se proporcionarán «proyectos para recuperar el honor y la dignidad y curar las heridas psicológicas». Para muchas de las víctimas esta medida recuerda al Fondo de Mujeres Asiáticas que Japón puso en marcha en los 90 y que estaba gestionado por ciudadanos japoneses en lugar de por el Gobierno. Fue entonces, en 1993, cuando Japón pidió perdón oficialmente por primera vez en relación con este tema. Hasta ese momento, se había escudado en que los asuntos relacionados con su colonización del país entre 1910 y 1945 se habían zanjado con el tratado de restablecimiento de relaciones diplomáticas de 1965.

Sin embargo, Seúl continuó exigiendo una disculpa formal y una compensación mayor para unas mujeres que consiguieron sacar a la luz sus calamidades y alzar su voz por primera vez en los años 90. Organizaron protestas después de que Abe, en su primer mandato, rechazara que el Ejército japonés hubiera utilizado «mujeres de confort» surcoreanas, hecho que empeoró aún más las relaciones bilaterales. Tras tres años y medio sin reunirse, el pasado noviembre la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, exigió a su homólogo nipón la resolución de este asunto antes de finalizar el año, en el que fue el primer encuentro que mantenían desde que los dos tomaran posesión de sus cargos.

Finalmente, medio siglo después del restablecimiento de las relaciones bilaterales, ambos países han alcanzado un pacto que no ha estado exento de críticas por parte de los sectores más conservadores en Japón, de las fuerzas opositoras a la presidenta surcoreana y de unas víctimas que no ven compensadas sus demandas. En este sentido, algunos medios se hicieron eco de la exigencia de Tokio para que Seúl retirara el monumento dedicado a estas mujeres frente a la embajada japonesa en Seúl. Sin embargo, Lee Yong-soo apuntó que dicha escultura debería permanecer como símbolo de una polémica no zanjada.

Mientras que para algunas organizaciones de derechos humanos el acuerdo no debe ser el final del camino para las ex esclavas sexuales, potencias como Estados Unidos dan la bienvenida a una resolución que pone fin a las diferencias entre dos de sus más importantes aliados en Asia.