Represión en Venezuela
«Si no trabajo, no como»
Seguimiento parcial de la huelga general convocada por la oposición después de las amenazas del chavismo de expropiar las empresas.
Seguimiento parcial de la huelga general convocada por la oposición después de las amenazas del chavismo de expropiar las empresas.
La oposición venezolana redobló ayer la presión contra el presidente Nicolás Maduro con una huelga general que el Gobierno prometió conjurar con intervenciones militares de las empresas que suspendieran su actividad. Y el paro se siguió a medias. A pesar de que portavoces oficialistas aseguraron que fue un día normal, en Caracas hubo poco tráfico de vehículos en las vías, sobre todo en el este, aunque en otros lugares de la ciudad la jornada transcurrió sin novedades, mostrando la polarización que vive el país pero también el temor a represalias. No todos los caraqueños acataron la huelga nacional, sin embargo, lo que sí se evidenció es que no fue un viernes común, y más cuando es quincena. Los ciudadanos que sí decidieron ir a trabajar llegaron a sus puestos de trabajo sin mayor esfuerzo.
En las autopistas caraqueñas el tránsito estuvo despejado, sin mayores contratiempos, algo inusual en una ciudad tan frecuentada. En la avenida Francisco de Miranda, por ejemplo, lo único que retrasaba a los conductores eran los semáforos. Y de nuevo las dos Venezuelas, las dos Caracas. En la zona de Este –más acomodada y opositora–, como por ejemplo en Sabana Grande o las Mercedes, la mayoría de los locales estaban cerrados a las 9:00 de la mañana. Pero en el Oeste –área de influencia chavista–, en el Coche, El Valle, La Bandera y Los Símbolos, parecía un día más. Los locales abrieron temprano y la gente acudió sin contratiempos a su lugar de trabajo. Las universidades y colegios sí mostraron muchas aulas vacías.
«Apoyo a la oposición, pero no estoy de acuerdo con esta huelga», dijo a Reuters Eduardo Martínez, un parado, en la cola de una panadería en Caracas. Alonso Brito, dueño de un café, asegura que también se opone a Maduro, pero no puede permitirse el lujo de cerrar un día. «Están obligando a la gente a decidir entre ganarse la vida o protestar», dice, al tiempo que destaca que hay menos clientes de lo habitual. En otras ciudades el seguimiento tampoco fue mayoritario. «La huelga es una buena táctica de presión, pero si no trabajo no como», dice Adolfo Díaz, un agente de seguros de 38 años, en San Cristóbal.
La huelga, que duró doce horas, fue parte de la ofensiva que lanzó el miércoles la oposición para forzar la salida de Maduro del poder, tras la suspensión hace una semana del referendo revocatorio. Pero la amenaza de represalias y la presión chavista fue intensa. Efectivos de las Fuerzas Armadas, cuyo alto mando declaró esta semana «lealtad incondicional» al presidente, inspeccionaron 720 empresas para verificar si estaban funcionando. En la víspera de la huelga, el presidente Maduro amenazó con ocupar y expropiar las empresas que apoyasen el paro y prometió subida del salario mínimo.
Ernesto Villegas, ministro de Comunicación, calificó de «fracaso» el paro. Tareck El Aissami, gobernador de Aragua, aseguró por su parte que ninguna zona del país se sumó a la huelga, mientras que la canciller Delcy Rodríguez dijo que había sido «un paro criminal». Por su lado, los medios de comunicación y portales oficialistas insistieron constantemente en la idea de que la concurrencia de personas en las calles «era la habitual». La oposición también salió a cantar victoria. «¡A las 9 de la mañana el #ParoNacionalContraMaduro es un éxito: principales autopistas, avenidas y terminales lo dicen todo!», escribió el diputado opositor Freddy Guevara en Twitter al hacer un primer balance.
Mañana ambas partes deberían sentarse a la mesa, en un diálogo auspiciado por el Vaticano, aunque todo indica que oficialistas y opositores irán solamente a expresar sus condiciones, líneas rojas que nadie quiere cruzar. Un encuentro que se producirá después de que la Asamblea Nacional citase a Nicolás Maduro a comparecer este martes, para declarar en medio del juicio político abierto en su contra. La próxima semana el Congreso podría aprobar su destitución, aunque será difícil que la sanción llegue a buen puerto ya que tendría que ser aprobada por el Supremo controlado por el chavismo.
De cualquier manera el miércoles, la oposición marchará hasta el Palacio de Miraflores para entregar dicha notificación al mandatario. Una provocación que no ocurría desde los tiempos de Hugo Chávez, cuando una manifestación desembocó en el fallido golpe de Estado.
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