Guerra en Siria
Temor a una pugna entre EE UU y Rusia en el tablero sirio
Las diferencias geoestratégicas entre Washington y Moscú dirimidas en Ucrania en los últimos meses emergen de nuevo con más virulencia incluso en la guerra siria tras el sorpresivo ataque aéreo ruso de ayer contra fuerzas rebeldes en territorio sirio. EE UU considera peligrosa esta intervención militar y así se lo hizo saber el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, a su homólogo ruso, Sergei Lavrov. Kerry apuntó que sería una «gran preocupación» para EE UU que Rusia atacara objetivos en los que no hay presencia del Estado Islámico (EI). Kerry insistió en que el EI «no puede ser derrotado si el presidente sirio, Bachar al Asad, continúa en el poder» y alertó de que si Rusia bombardea objetivos en zonas donde no está el EI habrá «problemas». Horas después, Lavrov y Kerry se dirigieron a los medios de comunicación tras la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU. «Tanto Washington como Moscú reconocemos que se tienen que producir conversaciones militares sobre Siria cuanto antes. Posiblemente el jueves (hoy)», explicó Kerry.
La figura de Asad ha servido en las últimas semanas para enfrentar aún más las posiciones de Rusia y EE UU sobre la solución a la guerra siria. Mientras que para Moscú su mandato es incuestionable, para Occidente su salida del Gobierno es el punto de partida para una eventual transición política. Los jefes de las diplomacias estadounidense, británica y francesa (Kerry, Philip Hammond y Laurent Fabius, respectivamente) intervinieron ayer en una reunión especial sobre terrorismo del Consejo de Seguridad, presidida por Lavrov. Los tres insistieron en que la ayuda contra el EI es bienvenida, pero dejaron claro que no puede servir para reforzar la figura de Asad, al que consideran responsable en gran medida del avance de los yihadistas por su brutalidad. Francia calificó de «curioso» que el Kremlin no hubiera atacado al EI en su primera operación. Las potencias aseguran que para cooperar con otros países en Siria, incluida Rusia, tienen que darse tres condiciones: que el objetivo sean los terroristas y no los opositores a Asad, que el Gobierno deje de usar barriles explosivos y de cloro contra los civiles, y que haya una negociación para un proceso de transición que garantice la salida del presidente.
Algunos observadores sugieren que detrás del ataque ruso a los rebeldes sirios y, especialmente al EI, asoma la idea de infligir a EE UU y a sus aliados una lección militar y política, sobre todo si –gracias a la ayuda que está prestando Moscú a Damasco– las tropas de Asad logran reconquistar la simbólica ciudad de Palmira. La intervención de Rusia se produce más de un año después del inicio de los bombardeos de EE UU contra el EI en Irak y Siria, una ofensiva que no ha logrado detener el avance de los yihadistas radicales. Tampoco el apoyo a los rebeldes le ha servido a Asad.
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