Política

Entronización

Tradición del siglo XXI

La Razón
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Si hay algo normal y al mismo tiempo fantástico es que los holandeses vayan a celebrar con toda normalidad la coronación de unos nuevos monarcas el próximo día 30 siguiendo la tradición de la institución procedente del siglo XIX. Del resto de las familas reales invitadas sólo la británica y la japonesa tienen una antigüedad en el trono ininterrumpida desde muchos siglos atrás. Los príncipes de Asturias y los de Noruega, aunque también tienen antigüedad de muchos siglos, tuvieron en varios momentos interrupciones debido a circunstancias políticas en sus países de origen en el siglo XX. Todas las mencionadas viven y respetan las normas democráticas al igual que sus ciudadanos en países donde la libertad del Estado de Derecho les afecta y les consolida en sus derechos y obligaciones. De las pocas monarquías europeas existentes sólo reinan cuatro, pero no gobiernan; la japonesa tampoco. En casi todas ellas se mantiene el alto aprecio y popularidad que mantienen con sus ciudadanos a lo largo de años difíciles con dos guerras mundiales, y una dedicación a los inteses y costumbres nacionales que les mantienen muy cerca de sus pueblos.

En España la labor de la monarquía de don Juan Carlos ha sido durante los últimos treinta años motor de unidad y progreso y tiene el respeto y la consideración de la última generación de españoles que han nacido con su reinado, que ha ayudado a la recuperación de la democracia. En el resto de Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, desaparecieron otras monarquías como la de Francia, Italia y Portugal pero no perdieron su reconocimientos familiares o dinásticos, las que sí fueron eliminadas por el comunismo fueron las situadas en la antigua Unión Soviética: Hungría, Rumanía , Bulgaria, Serbia, Montenegro, Albania y Afganistán. Todas ellas han recuperado en la democracia su estatus de casas reales aunque no sus derechos, y no pueden participar en la vida política. En Rusia, la casa imperial está reivindicando activamente su regreso al país, aunque no la recuperación de sus derechos políticos.