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Trump pierde a su último general

El giro aislacionista que el magnate ha imprimido a su política y, en concreto, el anuncio de su retirada de Siria y Afganistán, provocan la renuncia de quien estaba considerado el contrapeso a la imprevisibilidad del presidente.

El todavía secretario de Defensa Mattis junto al presidente Trump durante la cumbre de la OTAN que tuvo lugar en Bruselas el pasado 11 de julio
El todavía secretario de Defensa Mattis junto al presidente Trump durante la cumbre de la OTAN que tuvo lugar en Bruselas el pasado 11 de juliolarazon

El giro aislacionista que el magnate ha imprimido a su política y, en concreto, el anuncio de su retirada de Siria y Afganistán, provocan la renuncia de quien estaba considerado el contrapeso a la imprevisibilidad del presidente.

El presidente de EE UU perdió ayer a su último general, Jim Mattis. El militar, gran héroe de los marines, veterano de varias guerras, conocido tanto por su inteligencia estratégica como por su rotunda postura respecto a Irán y sus eruditas reflexiones sobre tácticas bélicas e historia, presentaba ayer su dimisión. El secretario de Defensa protestaba así por la decisión de Donald Trump de retirar al Ejército de Siria y, según pudo saberse poco después, a otros 7.000 soldados en Afganistán. La salida de las tropas estadounidenses en Siria, que Trump acariciaba desde hacía meses, se complementa así con tajo de casi el 50% a la presencia militar en un país en guerra civil y donde los talibanes no dejan de ganar posiciones. En todo lo referente a Afganistán Mattis se había mostrado firme partidario de mantener una presencia militar significativa para impulsar los esfuerzos de paz en este zona del planeta. Pero, según fuentes oficiales consultadas por Reuters, el presidente se queja desde hace meses de la presencia estadounidense en Afganistán en un conflicto que dura ya 17 años. Actualmente el Gobierno solo controla el 56% del territorio (en 2015 era un 72%) y los talibanes ganan terreno semana a semana. Según las mismas fuentes, el presidente habría «perdido finalmente la paciencia».

La carta de dimisión de Mattis no permite equívocos, y en ella el general de cuatro estrellas le explica que «usted tiene el derecho de contar con un secretario de Defensa cuyos puntos de vista estén más alineados con los suyos en éstas y otras materias, creo que lo correcto es que yo presente mi dimisión».

En realidad, la carta de Mattis es un canto en favor de unos EE UU comprometidos tanto con la seguridad a nivel mundial como con sus socios. El militar se cuida mucho de indicar que, en su opinión, el país no puede ejercer como policía internacional. Una idea muy del gusto de Trump. Pero también subraya la importancia de mantener vivas las alianzas con todos sus socios. Un complicado y delicadísimo tejido diplomático, económico y militar que habría tratado de salvar durante su convulsa etapa en la Casa Blanca. En su opinión, es indispensable «tratar a los aliados con respeto y también tener en cuenta tanto a los actores malignos como a los competidores estratégicos». Un punto de vista, sostiene, respaldado por sus credenciales intelectuales y su experiencia, e «informado». Para Mattis «debemos hacer todo lo posible para promover un orden internacional que sea más propicio para nuestra seguridad, prosperidad y valores».

El ex general McChrystal, en una intervención en televisión, condenó la salida de las tropas de Siria, al que tiempo que señalaba que EE UU se expone a perder su influencia en la región. «Y aunque no nos guste el riesgo de tener soldados, marineros, aviadores e infantes de marina allí», añadió, «debemos tener influencia en la región, y eso significa presencia. Creo que [con la retirada de las tropas, el presidente] pone en riesgo la estabilidad de toda la región en general». Respecto a la dimisión de Mattis, McChrystal comentó que «la clase de liderazgo que provoca que la salida de un patriota dedicado como Mattis debería hacer pensar a los americanos».

En un primer momento, la respuesta de Trump fue más bien convencional. Ajustada al protocolo en casos semejantes. Así en Twitter escribió que «el general Jim Mattis se retirará, de forma distinguida, a fines de febrero, después de haber servido en mi Administración como secretario de Defensa durante los últimos dos años. Durante el mandato de Jim se han logrado enormes avances, especialmente con respecto a la compra de nuevos equipos de combate... El general Mattis fue de gran ayuda para que los aliados y otros países paguen su parte de las obligaciones militares. Un nuevo secretario de Defensa será nombrado en breve. ¡Muchísimas gracias a Jim por su servicio!». Pocas horas más tarde, sin embargo, citaba en su favor a otro general, en este caso Anthony Tata, autor de «Dark Winter», que habría escrito: «Creo que el presidente está haciendo lo 'correcto' en Siria. «Todos los genios que protestan por la retirada de las tropas de Siria son los mismos genios que cocinaron los libros sobre la inteligencia de ISIS y dieron origen al ISIS», añadía Trump.

A su rescate acudió también el portavoz del Gobierno de Afganistán, Harun Chajansuri, que señaló en Twitter que «en los últimos cuatro años y medio nuestra seguridad ha estado completamente en manos de afganos y el objetivo final es que las Fuerzas de Seguridad son independientes a la hora de proteger y defender el territorio». Asimismo, «durante los últimos cuatro años y medio, la lucha en el frente y la seguridad de toda la nación ha sido implementada por las mismas fuerzas y, pese a la terrible situación de el Ejército, se han fortalecido cada día».

La salida de Mattis es la última en la cadena de dimisiones de militares en el Gobierno Trump. El anterior general en anunciar su salida fue John Kelly, jefe de gabinete hasta acabar el año pasado. El ex general, que dirigió el Comando Sur a las órdenes de Barack Obama, era un veterano de la guerra de Irak. Según diversas fuentes, por ejemplo Bob Woodward, el multipremiado periodista que saltó a la fama con el Watergate, hacía meses que Kelly no se hablaba con Trump. En el caso de Mattis, habría llegado a esconder dossieres que llegaban al Despacho Oval para evitar a toda costa que Trump pudiera leerlos y/o firmarlos. Sí parece confirmado que durante meses el hombre que aconsejaba mano dura con Irán, hasta el punto de perder el favor de Obama, habría mantenido conversaciones telefónicas con diversos líderes mundiales. A espaldas del presidente y en un intento por mantener vivas las viejas alianzas en Asia y Europa. Su salida, y la de Kelly, es la última de una serie de dimisiones que arrancó con H.R. McMaster y ha dejado el Gabinete limpio de militares.