Estados Unidos
Trump sondea a Romney para equilibrar el peso de los halcones
El ex candidato republicano, del ala centrista, representa la resignación de los críticos
El ex candidato republicano, del ala centrista, representa la resignación de los críticos
¿El trumpismo? ¿Existe? Y si es así, ¿qué principios lo animan? ¿Cuáles son sus líneas fuertes de su eslógan-doctrina «America First» (América Primero)? Cualquier elucubración enfrenta a la evidencia de que Trump es el primer presidente de la historia de EE UU que nunca sirvió en la administración o el Ejército. Lo ha escrito James Kitfield en la revista The Atlantic: «Carece del rastro de papeles que podrían iluminar sus vagas convicciones». El mismo tipo que a finales de los ochenta pagó de su bolsillo un anunció en el «New York Times» en el que pedía la pena de muerte para los cinco adolescentes acusados de violar y torturar a una chica en Central Park (años después, cuando ya habían cumplido sus penas, se comprobó que era inocentes), tuvo días de defender la sanidad universal y gratuita e, incluso, qué cosas, al matrimonio Clinton, a los que invitó a su boda y extendió cheques.
Quizá la mejor fórmula para intuir las maniobras futuras de la administración Trump consista en examinar sus nombramientos. Stephen Bannon, ex director de «Breitbart News», el pasquín confederado, será su consejero más próximo. En declaraciones a Michael Wolff, del «Hollywood Reporter», Bannon acusa a la globalización de haber creado una clase media en Asia en detrimento de la estadounidense. Después está el general Mike Flynn, flamante consejero de Seguridad Nacional, director de la Agencia Nacional de Inteligencia entre 2012 y 2014, colaborador habitual de «Russia Today», la cadena de televisión al servicio de Putin, y enemistado con todo lo que huela al islam.
El senador por Alabama, Jeff Sessions, dirigirá el Departamento de justicia. El «New York Times» recuerda en un editorial que en 1986 el presidente Ronald Reagan nominó a Sessios para ocupar una plaza como juez federal; el Senado, de mayoría republicana, rechazó su candidatura por «racista», «basándose en los devastadores testimonios de antiguos colegas».
Finalmente Mike Pompeo, otro halcón, será el nuevo director de la CIA. Human Rights Watch ha emitido un comunicado en el que advierte de que Pompeo, «al igual que Sessions, tiene un historial de declaraciones en las que defiende el uso de la tortura». Indicios que advierten de la voluntad de Mr. Trump de ahondar en el discurso centrista y centrado que le adjudican los más voluntariosos blanqueadores de lo que ayer fue populismo y mañana realpolitik.
En medio de este traspaso inédito, ayer el presidente electo se entrevistó en el Trump National Golf Club de Bedminster (Nueva Jersey) con Mitt Romney, candidato republicano a la Casa Blanca en 2012, que se perfila como próximo secretario de Estado. «Tuvimos una conversación de gran calado», comentó a la salida Romney, «sobre distintos escenarios mundiales que interesan a EE.UU». Si al final nombrara a Romney demostraría, eso sí, su voluntad de maniobrar para amoldarse al partido, no en vano el ex candidato a la presidencia fue uno de sus más feroces adversarios. Si no a sus postulados respecto al comercio y la geopolítica internacional, al menos sí a algunos de sus hombres fuertes. Sería irónico que Romney aceptara. En marzo, en una conferencia de prensa, dijo que Trump era un «fraude», vaticinó que «sus políticas conducirán a una recesión (...) mataría los trabajos de exportación y llevará a empresarios y negocios a abandonar Estados Unidos».
Trump prometió expulsar a millones de indocumentados y construir un muro que, según ha reconocido estos días, podría ser una valla, rechaza el Obamacare, aunque espera mantener algunas de sus conquistas, admira a Putin, considera que el cambio climático lo inventó una delegación del politburó chino junto a un mariachi de científicos resentidos, habla de la globalización en unos términos similares a los de Bernie Sanders y promete resucitar la industria del carbón y quién sabe si también el telar mecánico y la locomotora de vapor. Odia a Washington con tal saña que no ha parado hasta conseguir sentarse en su principal despacho.
Hizo campaña a base de mentir con la impunidad que caracteriza a esta era «post verdad» en la que los robots escribieron más del 20% de los comentarios políticos en Twitter. Aprovechó la debilidad de un Partido Demócrata incapaz de conectar con los votantes blancos de clase trabajadora. Envuelto en andrajos nostálgicos dio alas al nacionalismo, bendijo los impulsos aislacionistas y exhibió su racismo como nadie antes desde George Wallace, aquel gobernador de Alabama que perdió el pulso contra el reverendo Martin Luther King y el presidente Lyndon B. Johnson. Trump no ha escupido lemas del tipo «Segregación ahora, segregación mañana, segregación para siempre». Pero cómo calificar su empeñó en discutir los orígenes de Obama, al que acusaba de haber nacido en Kenia.
De su daltonismo público/privado habla la posibilidad de que sus hijos continúen al frente de un negocio que comprende rascacielos, hoteles, campos de golf, pistas de patinaje, productoras de televisión, cosméticos, ropa, vino y un largo y jugoso etcétera. Al poco de ganar las elecciones, compareció junto al resto de su familia en el programa «60 minutes». Al día siguiente, una empleada de la organización envió un correo a los medios para explicar que durante la entrevista Ivanka Trump había lucido un brazalete de su colección Metropolis, valorado en 10.000 dólares. Eric Lipton, del «New York Times», escribió en Twitter: «Está sucediendo: la familia Trump ve la presidencia de los EE UU como una oportunidad de marketing».
Broadway clama contra el vicepresidente
El reparto del musical «Hamilton» sorprendió al vicepresidente electo, Mike Pence, se escapó el viernes por la noche a Broadway para ver uno de sus musicales más aclamados de todos los tiempos, con un duro mensaje político al término de su función: «Señor, nosotros somos el Estados Unidos diverso que está alarmado y nervioso por que su nuevo Gobierno no nos proteja, no proteja a nuestro planeta, a nuestros hijos, a nuestros padres, o no defienda y mantenga nuestros derechos inalienables», le dijeron. Trump reprochó a los actores haber acosado y haber sido groseros con un «hombre bueno».
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