Política

La amenaza yihadista

Turquía reta a EE UU y se niega a armar a los kurdos

El Estado Islámico ataca el flanco norte de Kobani pese a los bombardeos

Varios kurdos turcos dirigen su mirada a la ciudad siria de Kobani desde el paso fronterizo de Mursitpinar
Varios kurdos turcos dirigen su mirada a la ciudad siria de Kobani desde el paso fronterizo de Mursitpinarlarazon

La batalla por el control de la ciudad kurda de Kobani se recrudece, después de dos semanas de combates entre los combatientes del Estado Islámico y las fuerzas kurdas que luchan para evitar que la localidad caiga en manos de los yihadistas.

El Estado Islámico intensificó este fin de semana el lanzamiento de proyectiles de mortero sobre Kobani para debilitar las defensas kurdas, sobre todo en el flanco norte, junto a la frontera con Turquía, cuyo territorio fue alcanzado también por algunos disparos de los yihadistas. Este es el único frente por el que los yihadistas aún no han penetrado y es además la única vía de salida y entrada de Kobani para los milicianos kurdos. El Estado Islámico se ha visto obligado a retroceder y retirarse de algunas zonas de esta localidad siria, después de que la coalición internacional aumentara notablemente los bombardeos sobre sus posiciones en los últimos días, para frenar el avance del grupo radical y evitar que este enclave caiga en sus manos. Ante los llamamientos internacionales y, sobre todo, de los kurdos, EE UU lanzó decenas de ataques contra los yihadistas, que han tenido que replegarse y esconder parte de su armamento pesado, y recurrir al uso de coches bomba contra las fuerzas kurdas. Al menos 38 personas murieron ayer en los combates, mayoritariamente combatientes de ambos bandos, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, que monitorea la situación sobre el terreno.

La mayor parte de los habitantes de Kobani huyeron hacia Turquía en las pasadas semanas y en la ciudad sólo quedan pocos centenares de civiles, que no han podido ser evacuados y que carecen en estos momentos de víveres y suministros médicos. Por su parte, los miembros de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo han prometido que resistirán hasta el último asalto para salvar la ciudad que se ha convertido en el símbolo de una lucha desesperada, no sólo de los kurdos, sino de la coalición internacional antiyihadista, cuyos límites y conflictos internos han quedado evidenciados en la batalla por Kobani.

Washington observa con frustración como el Gobierno turco no está dispuesto a participar o ayudar en la lucha contra el Estado Islámico, a pesar de que el grupo radical se encuentre prácticamente a las puertas de Turquía. El presidente Recep Tayip Erdogan reiteró ayer las condiciones de Ankara para participar en la operación militar liderada por EE UU contra el Estado Islámico: establecer una zona de exclusión aérea y una zona «colchón» en la frontera turco-siria, ofrecer apoyo y entrenamiento a los rebeldes sirios moderados, y que la caída del régimen de Damasco esté entre los objetivos de la ofensiva internacional. A pesar de las presiones de sus aliados internacionales, en primer lugar Washington, y de las tensiones internas con su minoría kurda (20 % de la población turca), Ankara no cede a la hora de abrir sus fronteras para permitir la llegada de combatientes kurdos, armas y municiones a Kobani, ni ha movido a sus tropas y tanques, que permanecen en la frontera, apuntando a Kobani, pero sin intervenir. A pesar de que a principios de octubre, el Parlamento turco dio luz verde al Ejército para llevar a cabo operaciones más allá de sus fronteras, tanto en Siria como en Turquía. Erdogan reiteró ayer que su Gobierno considera a las fuerzas kurdas una «organización terrorista», al igual que el Estado Islámico. El mandatario comparó al Partido Unión y Democracia, que coordina las fuerzas de defensa en Kobani, con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) turco, con el que el Gobierno de Ankara mantiene un conflicto desde hace décadas y que es considerado grupo terrorista también por EE UU. De esta forma, Erdogan explicó una vez más su rechazo a facilitar armas a los kurdos, o el traspaso de armas ofrecidas por terceros, a través de su frontera, tal y como le ha pedido Francia, entre otros. «Nadie puede esperar algo así de nosotros, no podemos decir sí a algo así», declaró Erdogan a la Prensa.

Crisis humanitaria

Además, el mandatario islamista volvió a negar que Turquía haya alcanzado un acuerdo con EE UU para que la base de Incirlik, en el sur del país, sea empleada para lanzar los ataques de la coalición contra el Estado Islámico en Siria, tal y como se rumoreó la semana pasada. Las autoridades turcas se mantienen firmes en su postura a pesar de que la batalla de Kobani está desatando las tensiones en casa, donde la violencia protagonizada por los kurdos ha dejado casi 40 muertos. Ayer, en un incidente que podría estar relacionado con el conflicto, un ex alcalde de una localidad turca que acoge a decenas de miles de refugiados de Kobani fue asesinado. El ex alcalde de Suruc, perteneciente al partido opositor CHP, fue tiroteado cuando viajaba en su coche, junto a su hijo, ayer por la tarde, en la zona fronteriza con Siria, desde donde se pueden ver y escuchar los combates en la ciudad de Kobani, situada a tal sólo pocos kilómetros.

Por su parte, la enviada de la ONU para Asuntos Humanitarios, Valerie Amos, visitó ayer uno de los campos de refugiados de Suruc, junto a la frontera siria. Desde allí destacó que el número de refugiados sirios que se encuentran actualmente en Turquía es de casi 1,6 millones de personas, aunque sólo hay 900.000 registrados oficialmente. Asimismo, la enviada internacional dijo comprender las preocupaciones respecto a la seguridad y el impacto económico y social de los refugiados sirios en otros países, pero aseguró que no se puede olvidar el enorme impacto humano de esta crisis. «La comunidad internacional tiene que seguir haciendo todo lo que pueda para encontrar una solución política a esta crisis», aseguró.