Cuba
Un año de disidencia sin Oswaldo Payá
La represión del régimen y la disparidad de intereses lastran los avances de la oposición cubana
El movimiento de resistencia cívica dentro de la isla vivió la muerte de Oswaldo Payá como una gran tragedia. Sin embargo, esta pérdida sirvió de estímulo entre los diferentes grupos organizados que trabajan en Cuba para impulsar un cambio hacia la democracia. «La muerte de Payá no ha retraído el sentimiento libertario de la oposición cubana», explica a LA RAZÓN el activista Rolando Rodríguez Lobaina, coordinador del Frente Nacional de Resistencia Cívica Orlando Zapata. «Hay ahora un mayor deseo de sacar adelante un programa unido a pesar de las diferencias». Una de las cosas que caracteriza a la disidente es su histórica desunión. Las estrategias políticas varían mucho en función de las expectativas de cada grupo, explica Lobaina, quien anima a trabajar «más en conjunto y en mejorar la comunicación entre todos los que queremos un cambio de régimen».
Jorge Olivera, integrante del Grupo de los 75, en referencia al número de disidentes encarcelados en el proceso conocido como la Primavera Negra (2003), indica que la resistencia «se ha extendido por toda la isla», pero no se hace ilusiones: «La cantidad de disidentes sigue siendo muy baja, a lo mejor llega al uno o al dos por ciento de la población. También era así en los países comunistas de la Europa del Este. No tenemos capacidad de convocatoria ni un peso en el espectro político».
Olivera reclama «una mayor articulación entre todos los grupos» y traza un balance positivo: «Lo importante es que seguimos funcionando y no sólo en el plano político». Este periodista cubano reivindica el trabajo de Payá y la influencia que ha tenido en las nuevas generaciones de opositores: «El Movimiento Cristiano de Liberación que fundó Oswaldo tuvo un impacto extraordinario al usar las mismas leyes del régimen para pedir una apertura democrática. Logró algo increíble al recoger más de 14.000 firmas para el conocido como Proyecto Varela».
Uno de los flancos más activos de la disidencia es la prensa independiente cubana porque, según Olivera, «da visibilidad a todo cuanto sucede en la isla» y opera «desde una mayor profesionalización», pero su alcance sigue siendo limitado dentro de un país en el que la conectividad a internet «sigue siendo muy reducida».
Con todo, Yoani Sánchez, la famosa bloguera cubana, señala que las nuevas generaciones de disidentes han logrado proyectarse al mundo con mayor efectividad. «Hace 15 años te borraban del mapa y ni te enterabas. De la huelga de hambre de Orlando Zapata en 2010 se enteró el mundo entero; las redes sociales ardieron. Sin embargo, en 1972 murió el disidente Pedro Luis Boitel tras una huelga de hambre y los cubanos nos enteramos décadas después. Ésa es la diferencia que da un contexto tecnológico».
Yoandri Montoya, presidente del Movimiento Jóvenes de Bayamo, donde murieron Oswaldo Paya y Harold Cepero, afirma que la desaparición del fundador del Movimiento Cristiano de Liberación «nos ha hecho más fuertes». Montoya lamenta la escasez de recursos con los que trabajan y admite que «a veces» les llega ayuda internacional, «aunque no es suficiente». «Sin este apoyo del extranjero el movimiento disidente se habría extinguido», matiza.
Pero el gran problema es la represión, añade: «Antes no podíamos viajar ni salir de la isla. Ahora sí podemos. Al mismo tiempo que estamos viendo una aparente permisividad en algunas cosas, se mantienen las golpizas contra los disidentes y la persecución». Montoya abriga la idea de que los «pequeños cambios» que se han dado en Cuba en los últimos tiempos «sólo han sido posibles gracias a la labor de la disidencia».
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