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Un refugiado iraní exporta la lucha del Estado Islámico a Australia
Alrededor de las 9:30 de la mañana del lunes comenzaba lo que muchos ciudadanos han calificado como una de las peores pesadillas que la ciudad de Sídney ha vivido en su historia reciente, y que añade un nuevo capítulo a la historia de violencia escrita por los «lobos solitarios» que actúan inspirados por el islam para aterrorizar a los civiles en cualquier parte del mundo.
Alrededor de las 9:30 de la mañana del lunes comenzaba lo que muchos ciudadanos han calificado como una de las peores pesadillas que la ciudad de Sídney ha vivido en su historia reciente, y que añade un nuevo capítulo a la historia de violencia escrita por los «lobos solitarios» que actúan inspirados por el islam para aterrorizar a los civiles en cualquier parte del mundo. El secuestro duró casi 17 horas y acabó con la intervención de la Policía y la muerte de tres personas, incluida el autor del secuestro, un islamista iraní afincado en Australia como refugiado político en 1996.
Todo comenzó cuando el hombre, que portaba una bolsa azul, entraba en el Café Lindt, situado en Martin Place, en pleno corazón del distrito financiero de Sídney, y en uno de los momentos de mayor afluencia de clientes. Inmediatamente después, la puerta del local se bloqueaba y el hombre sacaba una arma y amenazaba al grupo de personas que se hallaban en el interior del establecimiento.
Casualidad o no, el lugar donde se perpetraba el secuestro se encuentra en frente de la sede del canal de televisión 7, desde donde los servicios informativos comenzaron a retransmitir en directo lo que estaba ocurriendo en su interior, y para su horror, veían cómo el secuestrador obligaba a los rehenes a pegarse contra el cristal con las manos en alto. Un fuerte dispositivo policial se desplegaba en la zona mientras los rehenes mostraban una bandera negra con una inscripción en árabe que decía: «Sólo hay un dios, Alá, y Mahoma es su profeta».
A través de las ventanas, la televisión mostraba al hombre moviéndose por el interior del café portando un arma y una mochila a la espalda, con una bandana en la cabeza. Casi inmediatamente, los policías federales y del Gobierno regional, fuertemente armados y con chalecos protectores, desalojaban el lugar, cortaban un perímetro de varias manzanas alrededor del café y se disponían a desalojar oficinas próximas o incluso a prohibir salir a la calle a la gente que se encontraba en los edificios anexos al establecimiento. Calles cortadas al tráfico, autobuses desviados de su ruta y trenes subterráneos que evitaban detenerse junto a Martin Place convirtieron el tránsito por la ciudad en una tarea más que difícil, mientras coches de bomberos, ambulancias y todo tipo de vehículos policiales inundaban las inmediaciones.
Según fuentes consultadas por esta periodista, algunos de los rehenes se comunicaron a mitad de la mañana con medios de comunicación locales, entre ellos la radio SBS y ABC, para trasladar las peticiones del secuestrador, aunque los medios citados, al parecer recibieron instrucciones de no desvelar el contenido de las mismas. A lo largo del transcurso del día, la información que las autoridades facilitaban a la Prensa era escasa y con muy pocos detalles. No se conocía el número de personas retenidas, ni la identidad y reivindicaciones del secuestrador. El primer ministro australiano, Tony Abbott, no quiso en ningún momento hablar de un acto terrorista o desvelar la intenciones del secuestrador, aunque se refirió a los hechos como «muy perturbadores» y con ramificaciones políticas. Cerca de las cuatro de la tarde, tres hombres salían precipitadamente del café por la puerta delantera y, una hora más tarde, dos empleadas del negocio hacían lo mismo por la puerta trasera. La incertidumbre era máxima, ya que la Policía no desveló en ningún momento si se trataba de una escapada o de una liberación de rehenes por el secuestrador.
A las pocas horas, las autoridades revelaron la identidad del secuestrador, Man Haron Monis, un hombre de 49 años nacido en Irán y que se describe a sí mismo como clérigo. Monis se encontraba en libertad provisional con antecedentes penales por complicidad en el asesinato de su ex esposa, y por enviar cartas insultantes a los familiares de varios soldados australianos muertos hace siete años y también contra el primer ministro Abbott y su antecesor en el cargo, Kevin Rudd. El abogado del islamista declaró ayer que se trata de un «fanático» que «no tenía nada que perder». En su página de Facebook, Monis contaba 14.000 «me gusta» de seguidores. Poco después de que otro grupo de cinco rehenes saliera corriendo del café, a las dos y media de la mañana (hora local), la Policía daba por finalizado el secuestro tras irrumpir violentamente en el café disparando munición con gran intensidad. Como consecuencia del ataque fallecieron tres personas, entre ellas un hombre de 34 años y una mujer de 38 años, que fueron declarados muertos después de ser trasladados al hospital, además del secuestrador. El tiroteo dejó seis heridos.
El primer ministro felicitó a la Policía y a los equipos de emergencia por su «valentía» y «profesionalidad» tras reconocer que Monis «era un viejo conocido de las autoridades australianas». El comisario de Nueva Gales del Sur, Andrew Scipione, evitó entrar en detalles sobre las circunstancias de la entrada de los agentes en la cafetería y sobre la posibilidad de que los rehenes fallecidos y heridos se hubiesen visto envueltos en el tiroteo entre agentes y secuestrador. Descartó la presencia de artefactos explosivos tras la finalización del registro.
El secuestro ha conmocionado a un país que en los últimos tiempos ha visto cómo decenas de compatriotas salían de Australia para unirse a las filas del Estado Islámico en su guerra en Irak y Siria. Australia, que cuenta con una amplia comunidad de musulmanes, ha sufrido en el pasado otros ataques islamistas. En el atentado yihadista de Bali en 2002 murieron 88 australianos de un total de 221 fallecidos. Y en 2004, un coche bomba en la embajada de Australia en Yakarta acabó con la vida de más de diez personas. Con todo, los líderes musulmanes que viven en el país llamaron ayer a la calma y destacaron la buena convivencia de esta comunidad, alejada del radicalismo de algunos individuos concretos.
Ahora, las autoridades australianas se tendrán que plantear cómo reforzar las medidas de seguridad tras este dramático suceso, ocurrido pese a haber endurecido los dispositivos en los últimos meses ante la amenaza yihadista después de que el Gobierno australiano se sumara a la coalición internacional de Estados Unidos en Irak.
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