Estados Unidos
Una sonrisa forzada y un dedo acusador
El análisis
Si la esencia de un líder es captar a seguidores y tener la capacidad de transformar una determinada visión en realidad, Donald Trump es un líder indiscutible, guste o no. Mucho más fuerte que Hillary Clinton. Si hablamos experiencia y conocimientos, no hay duda, la candidata demócrata le da mil vueltas. Sin embargo, nos encontramos ante dos candidatos que generan emociones negativas muy fuertes por motivos diferentes. Si uno es tildado de racista, la otra, de corrupta.
Cuestión de encanto
El encanto de Trump reside principalmente en su autenticidad y en que no tiene el desgaste de tantos años dedicado a la política, como Hillary. Su estilo se parece al de un niño, ya que realiza afirmaciones sin filtros, sin experiencia, sin el suficiente conocimiento que da la vida. Sin duda es una actitud poco política o de estadista, pero hay que tener en cuenta que la gente está cansada de la vieja política. El reto de sus asesores es conseguir su contención, y lo consiguió. Se mostró más moderado, sin olvidar su esencia. Clinton, una vez más, no dejó nada a la improvisación, al contrario que Trump, que confía en su intuición por encima de las razones de Estado y, a veces, del sentido común. Clinton ganó el debate, al igual que en los otros dos cara a cara, y eso es un gran logro para su campaña.
Intuición vs. diálogo
El verdadero peligro de Trump no es tanto su estilo directo, contundente y conflictivo sino el poder que da a su intuición y al resultado. Trump raramente escucha algo que no vaya en la dirección de su intuición, pero esta falla en muchas ocasiones. Con Trump es difícil el diálogo y alcanzar consensos. En este aspecto Hillary da mejores garantías.
El músculo del mentón
La comunicación verbal y no verbal de Trump es la de una persona determinante, orientada al resultado, que desprecia todo lo que no va en la línea de su visión y criterio; marcadamente pragmático, contundente, intolerante, veloz y cortoplacista. Esto se ve en el músculo del mentón, en el movimiento de las cejas y las manos, especialmente en el uso del dedo índice, para enfatizar su posición. Hillary, por su parte, comunica rigurosidad, frialdad, distancia, seriedad y perfeccionismo. Su reto era mostrarse más cercana, menos altiva, de ahí la sonrisa forzada que mostró en varios momentos del debate. Se notaba que no le salía demasiado natural.
Mejor detrás del atril
La imagen de Clinton mejora mucho cuando está detrás del atril, al revés que Trump, que se ve aprisionado, poco natural, incómodo. Sin embargo, ayer, se notó que el magnate iba más preparado a nivel contenidos que en los dos primeros. Esa inseguridad sobre contenidos se vio reflejada en el segundo debate sobre todo por el uso que hacía del micrófono cuando hablaba (le temblaba). Los dos se contuvieron: uno para no insultar a una mujer (como hubiera deseado) y ella aguantando con relativa tranquilidad las frecuentes interrupciones y ataques de Trump. El control de las emociones es clave para una buena comunicación. Con estilos diametralmente opuestos, ambos lograron una buena nota en este aspecto.
*«Coach» y coautor del libro «El fenómeno Trump: más allá de la Casa Blanca»
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