Cuba
¿Una victoria para Fidel?
Desde el pasado 11 de octubre de 2014, el «New York Times» ha estado preparando el terreno de la opinión pública con un editorial («Tiempo de acabar el embargo de Cuba») en el que pedía a Obama que reflexionara seriamente sobre Cuba «donde un giro de política podría representar un gran triunfo para su gobierno».
Es cierto que el bloqueo –o embargo, como ustedes prefieran– no ha servido para el fin que lo justificaba: alejar a los hermanos Castro del poder y promover un «cambio democrático» en Cuba, y sí, por contra, para convertir ese instrumento de coerción en un motivo de casi unánime rechazo anual en la Asamblea General de Naciones Unidas. Como si se tratara de una reedición de la carrera de armamentos en las postguerra fría la Ley Helms-Burton culminó los esfuerzos del «lobby» cubano-americano y, paradójicamente, tejió una red de aliados de Cuba.
Para este giro copernicano en la política exterior de Estados Unidos hacia Cuba ha sido necesario que concurran varios factores: un cambio generacional; un Barack Obama que no se juega reelección presidencial alguna; una candidata posible a la Presidencia que se ha rendido a la evidencia de que la política de bloqueo económico y financiero contra Cuba ha fracasado y que lo que toca es cambiarla; el hastío que supone enfrentar el sonrojo de la condena reiterada; un cambio en la presidencia de Cuba; una apertura a los cambios en la economía de Cuba; la certeza de que no se puede contar con la ayuda de Venezuela como antes y la sutil amenaza de una convulsión social en Cuba, que activaría una bomba migratoria.
¿Y Fidel? Habrá quien se pregunte si ha ganado la partida o si sólo fue posible terminarla cuando él ya se había levantado de la mesa.
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