Dopaje

«Con Fuentes empezamos a pincharnos en la mano»

«Con Fuentes empezamos a pincharnos en la mano»
«Con Fuentes empezamos a pincharnos en la mano»larazon

Eufemiano llegó al fútbol, cambió los métodos y aplicó los que le habían dado éxito

en el ciclismo. Algunos futbolistas, por precaución, decidían no seguir su tratamiento

Llegó en un Porsche que llamaba la atención. Como si tuviese prisa por alcanzar el futuro. Era 1995 y Eufemiano Fuentes, que era médico del equipo ciclista Kelme, llegó al vestuario del Elche para echar una mano durante el decisivo mes en el que se jugaba entrar en la promoción de ascenso a Segunda. Se había hecho un esfuerzo para subir de categoría y los jugadores necesitaban, se pensó en el club, un médico muy especializado y con éxito en el deporte. Fuentes, decían, era un doctor adelantado a su tiempo, con métodos que ya se usaban en el ciclismo. Métodos, continuaban sus íntimos, que en los próximos veinte años serían habituales en todos los vestuarios de los equipos de fútbol.

En eso no se equivocaban. «¿Cómo puede haber bajado tanto su rendimiento este futbolista en un año?», le preguntaba un periodista a un entrenador más de veinte años después de que el doctor hubiese entrado en el vestuario del Elche. «Es que la temporada pasada tenía a Eufemiano», fue la respuesta. Era una conversación privada y en voz baja, como se habla en el fútbol del dopaje, un asunto a esconder que se relaciona con otros deportes, con el ciclismo o con el atletismo, pero nunca con el fútbol, que sigue impermeable a las acusaciones. Ni siquiera con los indicios, como esas siglas «Rsoc» que aparecían en la documentación incautada al doctor durante la «operación Puerto». Incluso el teniente de la Guardia Civil que instruyó el caso no tuvo problema para identificar las siglas IG como «igf1», un factor de crecimiento para acelerar la recuperación del deportista. Minutos después, sin embargo, las siglas IG al lado de «Rsoc» eran un jeroglífico imposible de descifrar para el instructor. Como si Fuentes nunca hubiese llegado al fútbol en su Porsche.

El juicio de la «operación Puerto» está desvelando que el fútbol tenía más relaciones con el doctor Fuentes de las que quiere dar a entender. Porque fue él uno de los que cambió el modo de tratar a los futbolistas. Entró en los vestuarios con unas prácticas novedosas, que otros médicos con más años en los clubes de fútbol ni aplicaban ni les apetecía ver ni participar: «Yo tenía un equipo humano en el que no estaba Eufemiano, pero el club nos lo impuso», cuenta a este periódico el doctor Arturo Gómez García, médico de Las Palmas, entidad a la que llegó Fuentes en el año 2000. «Nosotros llevábamos las lesiones y las ayudas ergónicas, para potenciar las facultades físicas: dábamos hierro, vitaminas... Dentro de mi equipo, mi médico estaba muy cualificado para eso, pero la dirección del club contrató a Eufemiano. Solía aparecer una vez por semana. Pero cuando él actuaba, nosotros no estábamos. No puedo contarte cuáles eran sus métodos».

Nadie se atreve a decir si era legal o ilegal. Pero en lo que coinciden todos es que cuando llegaba, todo lo que se hacía hasta ese momento, de repente, parecía antiguo, de otra época. Él era el futuro: los jugadores tenían perfectamente planificado por horas cuándo tomaban las pastillas que el médico les daba. Había botecitos de colores, cada uno con una pastilla distinta. Y sobre todo, era un motivador nato. Cuando entraba en los vestuarios, su mensaje era optimista y ambicioso. «Nos dijo que iba a mejorar un 300 por cien nuestro rendimiento», reconoce un futbolista que trató con él. Fuentes era muy extrovertido, hablaba con seguridad y daba la impresión de que detrás de él había mucha organización. Intentaba contagiar su entusiasmo a los miembros de la plantilla que trataba. «Mi sueño era comprarme un coche», decía cuando todos sabían que ya lo había conseguido, que había llegado en un automóvil de alta gama. «Yo lucho por mis objetivos. Poneos objetivos ambiciosos, que esto es un club grande», repetía. Da igual que no estuviese todos los días con el equipo. Aparecía una vez por semana, hacía sus estudios, dejaba la planificación y se marchaba.

Del atletismo al fútbol

Con él y otros doctores el fútbol comenzó a trasladar los «métodos de preparación» utilizados en el ciclismo. A Sabino Padilla, el médico de Indurain, se le recibió como una estrella en 1995 cuando fichó por el Athletic de Bilbao. El positivo de Gurpegui en el primer partido de la temporada 2002/2003 contra la Real Sociedad fue el principio de su largo final. Gurpegui era entonces un joven que pertenecía al filial al que Heynckes hizo debutar en Primera de manera sorprendente. Los rumores peor intencionados apuntaron a un fallo de planificación al tratarse de un futbolista que pertenecía al filial y que nadie preveía que pudiera entrenarse con el primer equipo.

Los apoyos de Padilla no parecen estar demasiado de acuerdo con la presunción de inocencia. Encargó un estudio al laboratorio de Bioquímica de la Universidad de Extremadura que dirigía el doctor Marcos Maynar. El mismo al que en 2009 la Federación Portuguesa de Ciclismo inhabilitó durante 10 años por una trama de dopaje investigada en 2008 a partir de la muerte en carrera por un paro cardiaco de un ciclista del equipo en el que Maynar trabajaba como director médico.

Lo que suponía un pecado en el ciclismo o en el atletismo era considerado poco menos que una travesura en el fútbol. Eufemiano, que llegó al deporte a través del atletismo y después se hizo rico con el ciclismo, había descubierto hace años que en el fútbol no era tan difícil trabajar. Había mucha menos vigilancia y a nadie se le ocurrió, por ejemplo, investigar las jeringuillas encontradas en el vestuario visitante del estadio de Vallecas después de un encuentro entre el Rayo Vallecano y Las Palmas en 2001. Eufemiano Fuentes era entonces médico del equipo canario.

Muchos futbolistas consultados por este diario prefieren no hacer comentarios, como si tuviesen algo que ocultar. «Todos», añaden, «pasamos los controles antidopaje». Y los que cuentan los métodos de Eufemiano afirman que ellos ni tomaban las pastillas ni tampoco se pinchaban. Pincharse era una novedad en el fútbol y no todos se atrevían a hacerlo: «Cuando llegó Fuentes comenzamos a pincharnos en la vena de la mano, decía que lo que daba eran cosas naturales» asegura un ex futbolista. Y añade: «Yo eso nunca lo hecho. Cuando llegó a mi equipo, yo ya llevaba muchos años en el fútbol y nunca me había pinchado de esa forma. Alguna vez sí, en el brazo, para ponerte suero, para recuperar. La verdad es que te extrañaba y los veteranos, que eran escépticos, solían oponerse a eso. Por precaución, porque era algo que no nos daba seguridad».

«Aléjate del ciclismo»

Las certezas se vuelven dudas cuando el dopaje se acerca al fútbol. En Italia cuesta asumir que la abundancia de casos de futbolistas afectados por la ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) pueda estar relacionada con el dopaje. Poco importa que la cifra de jugadores que padecen la misma enfermedad que Stephen Hawking multiplique en un 2.000 por cien la de la población «civil». Ni siquiera la Juventus fue sancionada deportivamente cuando un tribunal determinó que había consumido EPO. La certeza se saldó con una multa al médico y un delito contra la salud pública, como el que se juzga en la «operación Puerto» porque no se pudo demostrar que el consumo de EPO suponía un fraude deportivo.

Del ciclismo también procedía el doctor Gorrotxategi, al que el ex presidente de la Real, Iñaki Badiola, acusó de comprar sustancias prohibidas a Eufemiano y pagarlas con la caja B del club que entonces presidía Astiazarán, ahora presidente de la Liga de Fútbol Profesional. Badiola ha ratificado esta semana sus acusaciones y, además, ha aportado documentos. De momento, el fútbol sólo intenta defenderse de las acusaciones. A nadie se le ocurre investigar. Por eso, cada vez tienen más sentido las palabras de Manolo Saiz a Eufemiano: «Dedícate a tus otros deportistas. Aléjate del ciclismo».

Los viajes a los países del Este

El expediente de Eufemiano en la Universidad de Navarra está sembrado de matrículas y sobresalientes. En la Universidad también destacó como vallista en el Club de Atletismo, cuando el presidente del club era el médico Juan José González Iturri. Después, los dos médicos se volvieron a encontrar. González Iturri era el médico de la Federación de Atletismo, Eufemiano trabaja de forma paralela. El primero descubría positivos que no se penalizaban. El segundo organizaba viajes a Europa del Este: en los 80, los atletas de esa zona impresionaban con sus marcas. «A Quijotes, pocos nos ganan. Nadie se escandaliza porque lanzadores de la URSS y de la RDA no acudan a última hora a competiciones donde se realiza control antidopaje porque todavía no se han eliminado los efectos de determinadas sustancias ingeridas», decía Fuentes en un reportaje de «El País» de 1985. Eufemiano sustituyó a Iturri en la Federación.