La Razón del Domingo
Diplomacia de broma ante Kim Jong Un
El líder norcoreano recibió a los malabaristas del baloncesto, con Dennis Rodman. «Aquí tienes un amigo», le dijo el ex jugador
Esta semana han pasado cosas muy, muy raras en Corea del Norte. Los Harlem Globetrotters (equipo de baloncesto-espectáculo estadounidense) viajaron al país más hermético del mundo para participar en el rodaje de un irreverente programa de la cadena HBO llamado «Vice». Gigantones plagados de tatuajes y «piercings» desembarcaban en un lugar donde el régimen impone hasta el vestuario y corte de pelo a sus súbditos mediante un rigidísimo código de conducta. «Parecen monstruos», exclamó una norcoreana al verlos pasar, según contaban los periodistas extranjeros acreditados en Pyongyang, una de las poca capitales del planeta donde es difícil ver gente de diferentes razas.
Los agentes de los deportistas se habían encargado de vestir la operación comercial con ropajes humanitarios, acuñando un eslogan tan mediático como falso. «Diplomacia del baloncesto», lo llamaron. «Amor entre pueblos», insistieron. Un representante de Dennis Rodman, la estrella de la comitiva, habló de la excursión como «una oportunidad de pasarlo bien jugando juntos y de decir en persona que la única manera de hacer las cosas es la paz y no la guerra. (Dennis) lo hace todo por los Estados Unidos. Él es todo paz y amor», declaró sobre su cliente, conocido tanto por su habilidad en la cancha como por sus gamberradas fuera de ella. Puesto a equivocarse, erró incluso el nombre del Amado Líder, a quien llamó Kim Ju en lugar de Kim Jong Un.
Mientras los departamentos de marketing de los deportistas abrazaban flores, otros propagandistas, esta vez norcoreanos, continuaban con su rutina diaria, totalmente ajena a esa «diplomacia del baloncesto» de la que algunos medios occidentales hablaban como si fuese algo real.
«Los imperialistas americanos y sus marionetas de Corea del Sur forman un club de perros rabiosos. Si se atreven a mancillar a Corea del Norte se enfrentarán a una muerte inmisericorde y el Ejército revolucionario caerá sobre ellos sin piedad», decía, por ejemplo, un editorial impreso en los medios oficiales y leído en la televisión pública. Es el pan de cada día desde hace meses: Norcorea ha redoblado este año sus amenazas, potenciando su programa nuclear e intentando convencer al mundo de que sus misiles balísticos con cabezas nucleares estarán pronto listos para alcanzar una ciudad americana, algo a lo que ningún experto en armamento nuclear otorga credibilidad. Las negociaciones para la pacificación de la península coreana están congeladas y nadie en su sano juicio creería que vaya a ser Dennis Rodman el que consiga reanudarlas.
En realidad, los motivos que han conducido a los Globetrotters a acudir a Corea del Norte no son difíciles de imaginar: turismo morboso en el país más aislado del mundo y una promoción mediática fabulosa que, además, se puede hacer pasar ante la opinión pública como una campaña por la paz. Lo que resulta algo más complicado de explicar es lo que gana Kim Jong Un dejándolos entrar. Desde Seúl se ha especulado bastante al respecto en los últimos días. Por un lado está el capricho del joven aprendiz de dictador, que parece ser un fanático de la NBA desde que era un niño. Su equipo favorito, se comenta, son los Chicago Bulls. Además, y aunque desde que llegó al poder no ha modificado su estrategia de opresión y terror, Kim Jong Un sí que ha introducido algunos cambios estéticos, abriendo la mano a símbolos culturales y deportivos estadounidenses (como Mickey Mouse) o dejándose fotografiar acompañado de su esposa. Son detalles que su padre nunca toleró y que podrían desagradar también a la anciana élite militar que lo rodea.
Con una lata de Coca-Cola
Todavía más extraño es que los Globetrotters fuesen recibidos por Kim Jong Un en persona, algo totalmente inédito y que ni siquiera consiguió la otra personalidad estadounidense que ha visitado el país en los últimos tiempos: el jefe ejecutivo de Google, Eric Schmidt. Lo cierto es que Dennis Rodman y el joven dictador vieron uno de los partidos de exhibición juntos, rieron, aplaudieron, conversaron y se dejaron fotografiar con una lata de Coca-Cola sobre la mesa, mientras los equipos (formaciones mixtas de norcoreanos y «globetrotters») empataban a 110 puntos.
La extraña pareja comió y bebió en compañía de otros invitados. Según asistentes a la cena, se trató de «un festín épico, con más de diez platos en total, especialmente el pavo y el sushi, que fueron increíbles». La escena da una idea de cómo vive la élite de un país sometido a constantes hambrunas y en el que un porcentaje importante de la población tiene problemas de desnutrición. Por su pobre dieta, los norcoreanos son varios centímetros más pequeños de media que sus vecinos de Corea del Sur, a pesar de compartir los mismos genes. Una realidad que no evitó que, entre brindis y camaradería, surgiese la amistad. «Tienes un amigo para toda la vida», habría llegado a decir Rodman a Kim Jong Un en un discurso pronunciado frente a decenas de miles de norcoreanos.
Un lavado de cara para el régimen
La Casa Blanca se negó a calificar la visita de los Globetrotters a Corea del Norte pero confirmó que no está detrás de ello, ni tiene intención de apoyar iniciativas de este tipo en medio a la crisis diplomática como la que se está viviendo. Desde Seúl, algunos expertos creen que la figura de Kim Jong Un salió muy reforzada del encuentro, ya que el baloncesto es un deporte muy popular en el país y miles de norcoreanos pudieron ver a su líder confraternizar con estrellas y el «show» de la NBA. El mensaje que ofrece el dictador posando junto a Rodman (en la imagen) es una «prueba» de que la culpa de la falta de entendimiento la tienen los gobiernos de Washington y Seúl.
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