Londres
El «zulo» del abogado de ETA
¿Qué tienen en común Bridget Jones y la etarra Inés del Río?
¿Qué tienen en común Bridget Jones y la etarra Inés del Río? La pregunta puede parecer capciosa. Pero plantea un serio debate que podría acabar con más de cincuenta terroristas en la calle. Y es que la famosa rubia interpretada por Renée Zellweger y la vasca comparten abogado. El mítico «señor Darcy», que acabó enamorando a aquella joven esclava de su diario, está inspirado en Mark Muller Stuart, el hombre que esta semana ha pedido en el Tribunal de Estrasburgo derogar la «doctrina Parot». Los contactos cinematográficos que contribuyeron a crear una de las cintas más taquilleras de Hollywood tan sólo son una faceta más del letrado contratado por Sortu para liberar a la que fue uno de los miembros claves de ETA en su etapa más sanguinaria.
Muller estudió Políticas en la prestigiosa London School of Economics and Politics. Con la Primavera de Praga de 1968 renunció a un trabajo como profesor universitario en Chipre y se plantó en Checoslovaquia. Comenzó a involucrarse en este tipo de conflictos y en la década de los 90 se ganó fama a nivel internacional gracias al «Proyecto de Derechos Humanos Kurdos», donde llevó más de 400 casos a la Corte Europea de Derechos Humanos. Ganó el 98% de los juicios.
En la última década, sin embargo, su trayectoria laboral había dado un giro. Sigue involucrado en algunos casos con el influyente «Comité Bar de Derechos Humanos», centrado en monitorizar las amenazas al imperio de la ley en todo el mundo, pero dedica la mayor parte de su tiempo a la mediación de conflictos internacionales. En el Reino Unido –principalmente en Escocia, donde tiene su residencia– le consideran como un pacificador. El abogado ha colaborado, entre otros, con Sir Kieran Prendergast, el diplomático escocés involucrado en las reuniones de más alto nivel de la ONU, y Jonathan Powell, el ex jefe de personal de Tony Blair, con el que guarda especial relación debido a las ocasiones en las que algún miembro de su familia se ha presentado –sin éxito– como candidato laborista para la Cámara de los Comunes.
Hablar con terroristas
A diferencia de ellos, el letrado siempre se ha sentido más atraído por las leyes y los conflictos internacionales. En alguna ocasión, ha dicho que si realmente se quiere poner fin a una guerra, los terroristas son personas con las que a menudo se tiene que hablar, sin importar cuán odiosos hayan sido sus actos. En el Centro de Ginebra para el Diálogo Humanitario, para el que trabaja como mediador desde 2005, Muller ha aplicado en multitud de ocasiones esta máxima. El centro, según sus propias palabras, nació como un organismo independiente, no gubernamental, que venía a llenar el vacío diplomático creado tras los ataques del 11-S. En su equipo hay personas de la talla de Rolf Meyer, el político surafricano implicado en la liberación de Mandela, o Tim Phillips, ex asesor del presidente Clinton en Irlanda del Norte.
De ellos aprendió que el escenario para entablar conversaciones de paz debe ser tan importante como las mismas palabras. En definitiva, un lugar tranquilo, neutro, donde ambas partes se sientan cómodas. Un retiro para mantener confidencias. Un sitio como... ¿Escocia?
De momento, Muller ha conseguido que pensadores, artistas, diplomáticos, políticos y escritores hayan comenzado a reunirse en su casa, al menos un fin de semana al año, para tratar los conflictos que asolan al mundo. Claro que el anfitrión no vive en una casa cualquiera. Su «modesto hogar» es la histórica Traquair House. Construida en 1107 para la monarquía escocesa, es hoy la residencia habitada más antigua del país. El edificio pertenece a su mujer, Catherine, la «21st Lady de Traquair». A pesar de los títulos, sus padres la criaron como una niña más llevándola a las escuelas locales, por lo que está completamente implicada con la comunidad de Innerleithen, situada en el condado de Peeblesshire.
En 2010, el matrimonio inauguró Borders, Books And Bikes (Fronteras, Libros y Bicis), un festival que se celebra el 18 y 19 de agosto. Fue ideado por Muller como parte del proyecto más amplio en el que está plenamente involucrado, Beyond Borders, un organismo que promueve el diálogo entre naciones pequeñas.
La pareja vive en Traquair House con sus dos hijos –Louis, de 12 años, y Charlotte, de 11– e Isabel, la hija de 15 años que Catherine tuvo con su primer esposo, John Grey, quien murió de cáncer de pulmón en 1998. La mansión, de color marfil, con su capilla de mármol, su decoración del siglo XVIII, sus hermosos jardines con laberinto incluido, atrae cada año a más de 40.000 turistas. Sirve como sala de convenciones y también para celebrar bodas. Aunque la familia de Muller apenas nota el ruido de los festejos, ya que vive en una de las alas alejada del bullicio. El piso tiene una cocina moderna y elegante, un acogedor salón, una chimenea de piedra y un pequeño jardín.
La familia de Catherine adquirió la propiedad en 1491, cuando James Stuart, el primer señor de Traquair, recibió la herencia de su padre, que era medio tío del rey de Escocia. La propiedad se ha ido ampliando desde entonces, incluyendo dos alas laterales y un piso superior, a pesar de que una parte significativa de la misma se ha mantenido prácticamente intacta desde el siglo XVIII.
Casa de reuniones
En marzo de 2011, el Tribunal Supremo de Georgia al completo se alojó en la parte noble durante una visita a los tribunales escoceses. En julio de ese mismo año, 15 diputados turcos de los tres principales partidos –incluyendo a la oposición kurda–, junto con académicos, también tuvieron ocasión de descansar allí unos días. En definitiva que, poco a poco, la mansión se ha convertido en punto de referencia para distintas personalidades.
Aunque, a pesar de sus últimos invitados, Traquair House no siempre ha sido un lugar especialmente pacífico. La casa fue construida originalmente como pabellón de caza para los reyes de Escocia, pero luego pasó a utilizarse como torre de defensa contra la invasión de los ingleses.
Los ancestros de Catherine también formaron parte de algunos de los episodios más importantes del país. María, reina de Escocia, acompañada por su esposo Lord Darnley y su pequeño hijo, el que luego fue James VI, visitó la casa en 1566 cuando se reunió con el capitán de su guardia personal, el Lord IV de Traquair. Por su parte, la familia de Muller, que fue devotamente católica –incluso durante la Reforma– también estuvo vinculada a las rebeliones jacobitas entre 1688 y 1746. No es de extrañar, por tanto, el afán del abogado por trabajar en los conflictos internacionales y en casos que, en ocasiones, han llegado a protagonizar hasta películas. Porque el kurdo al que defendía el señor Darcy en «El diario de Bridget Jones» era un cliente real de Muller en aquella época.
Todo surgió durante unas vacaciones en Kenia en 1997. En el grupo de amigos se encontraban productores, directores y guionistas, que ya empezaban a dar vueltas a la idea de crear una película basada en el libro. Cuando explicaron el personaje del honesto príncipe azul que debía enamorar a la protagonista, Muller les fue sinceros: «Si estáis pensando en crear un caballero de hoy en día, noble y sincero, olvidaros de presentarle como un abogado cualquiera. Debe ser un abogado de Derechos Humanos. Son los que enderezan entuertos y ayudan a personas que se encuentran en desventaja, sin necesidad de hacerlo, teniendo en cuenta que vienen de un entorno privilegiado». Dicho y hecho. El señor Darcy acabó inspirándose en Muller. Está por ver si ahora su defensa de la etarra Inés del Río no ensucia su ejemplar currículum a favor de los derecho humanos.
Muller: «En realidad, es un caso sencillo»
Hasta 2006, los condenados por el Código Penal de 1973 (aplicado hasta que entró en vigor el de la democracia, aprobado en 1995) podían redimir penas por trabajo. Aunque fueran condenados a centenares de años de cárcel, la redención de penas tomaba como cifra de referencia 30 años, que es lo que podían cumplir. Si trabajaban podían reducirla un día por cada dos trabajados. Cuando la «doctrina Parot» llegó a los tribunales en febrero de 2006, la redención ya no tomaba como base de cómputo los 30 años que podían cumplir como máximo los condenados sino los 300, 500 o 2.000 a los que habían sido condenados. Esto implicaba, en la práctica, que la redención de penas en condenas altas no servía para nada. Nadie iba a salir de la cárcel sin haber cumplido enteros al menos los 30 años que fijaba la Ley como máximo de cumplimiento efectivo.
Inés del Río (condenada por asesinar a 24 personas, participar en 23 atentados y 108 en grado de tentativa) ha cumplido 26 años de cárcel, algo más de un año de cárcel por cada uno de sus asesinatos. En julio de 2012, el Tribunal de Estrasburgo le dio la razón al considerar que cambiar esta interpretación de la Ley, décadas después de la entrada en vigor del Código Penal de 1973, suponía aplicar de forma retroactiva una norma penal desfavorable. El Gobierno español recurrió y es lo que se ha visto esta semana. El pasado miércoles, dijo Muller al defender a su cliente: «En realidad, es un caso sencillo. No trata sobre política ni sobre terrorismo, sino sobre la universalidad del principio de legalidad y las condiciones que permiten a un Estado privar a un ciudadano de su libertad».
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