Moda

La imagen de tu eterna juventud

La imagen de tu eterna juventud
La imagen de tu eterna juventudlarazon

Ya no hay marcha atrás», suspira Laura con un leve tono de nerviosismo y excitación. «Está todo preparado y hoy es el día». Lleva meses madurándolo y, tras un primer contacto con el fotógrafo Juan Carlos Jiménez Vadillo (www.jaypx.com), han llegado a un acuerdo. Ya se ha pagado la habitación del hotel, junto a la estilista ha llegado a un acuerdo sobre la lencería que utilizará y con la maquilladora ha pactado los tonos que le sientan bien a su piel. Se enfrenta a una sesión de «boudoir», la última tendencia que se está imponiendo a grandes marchas.

«¿Por qué lo hago? Muy sencillo: estoy divorciada desde hace tres años y este 2013 cumplo cuarenta. Además, acabo de someterme a un régimen alimenticio espartano y me he machacado en el gimnasio tres días a la semana. Quiero recordarme tal y como estoy ahora el resto de mi vida, porque me he convertido en mi gran obra. Algo así como mi última gran foto para regalársela a mi novio». La intrahistoria de cada sesión es similar: imágenes sensuales y elegantes que se están convirtiendo en el regalo perfecto de bodas, aniversarios, San Valentín, cumpleaños...

«Boudoir» es un término francés que se traduce por «tocador», estancia donde las damas del dieciocho se daban los últimos retoques al atuendo y se empolvaban el cutis. Hoy día una sesión de estas características empieza en la mente de quien ha decidido sentirse diva por unas horas. En la cuarta planta del hotel, nos esperan el iluminador, el fotógrafo, la maquilladora y la estilista. Cinco horas de posado que incluirán varios cambios de lencería en diversos escenarios de la suite. «Realmente creo que el regalo me lo estoy haciendo a mí misma –comenta excitada–. Vengo de una familia de mujeres bellísimas y yo siempre he sido el patito feo. Toda la vida a régimen, nunca estilizada y además aparento más edad de la que tengo. ¡Para colmo, ni sé maquillarme! Por no hablar de que siempre utilizo ropa interior de algodón, porque me resulta más cómoda para trabajar. ¿Imaginas lo que significa para mí ser reina por un día?», concluye Laura.

Autoestima

«Ése es el quid de la cuestión, matiza la psicóloga Clarisa Hernández, del gabinete www.psicoclareamente.es, «fomentar la auto estima, sentirte atractiva, además de sentir que detienes el tiempo en un momento culmen en el que te sientes bella, llena de energía y juventud, para cuando todo eso... desaparezca».

Laura está maquillada, peinada y con la ropa interior elegida. Cubierta con un albornoz blanco, elige entre un muestrario fotográfico –como se haría en una peluquería antes de decidir un cambio de look– las posturas y escalas de «deshabillé» que utilizará para la sesión: «Yo no soy como esta modelo, pero adaptaré mi físico a esta postura. Me gusta».

Se refiere a Lucille, la pelirroja modelo profesional que posa en el book que el fotógrafo le muestra como inspiración. «Aunque lo más importante –refiere Juan Calos Jiménez Vadillo– es que no se te borre la sonrisa, ni la actitud de emoción que tienes, lo mejor es que te dejes llevar y que emane de ti todo el magnetismo que llevas dentro. Lo demás, los detalles, la planificación de escenas, la iluminación, déjalo de nuestra cuenta», concluye el fotógrafo a Laura.

Pintores de todas las épocas han inmortalizado a mujeres semidesnudas en sus lienzos. En la era de la fotografía, un claro antecedente de esta disciplina son las chicas «Pin Up», que los objetivos plasmaban en posturas subidas de tono. Desde mediados del pasado siglo las modelos fueron progresivamente desembarazándose de tela hasta posar con minúsculos bañadores o lencería provocativa.

Pero el referente del actual «boudoir» lo encontramos en las principales guerras del esa centuria: la Segunda Guerra Mundial, la guerra de Corea o la contienda de Vietnam, donde era común que los soldados que estaban en el frente recibieran fotos provocativas de sus novias o esposas, para recordarles lo que tenían en su hogar, a su vuelta a casa. Una suerte de clima mental que les ayudaba a soportar la contienda. Para no perder la esperanza en el infierno.