La Razón del Domingo
Los prerrevolucionarios
En un «totum revolutum» se mezclan las estadísticas de cada cual, haciendo creer, claro, que los desahucios se iniciaron cuando el PP ganó las elecciones. El PSOE, como siempre, se lava las manos.
Cuando Adolfo Suárez intentó su primer gobierno, nadie quería acompañarle en la aventura y Alfonso Osorio (que sería su vicepresidente ) abrió su agenda y empezó a telefonear a universitarios jóvenes, poco conocidos, conservadores pero sin adscripciones políticas explícitas, generosos y sin mácula: lo que luego llamamos el «gobierno de los PNN» (profesores no numerarios) que no estaban motivados por el poder en abstracto, sino por el reto indeclinable de cambiar el régimen de España. Uno de ellos, José Manuel Otero Novas, dos veces ministro suarista, hoy presidiendo una fundación de estudios sobre la democracia, hizo unas declaraciones el martes pasado tan ponderadas como alarmantes (que no alarmistas).
Insistió nuestro PNN en que vivimos un estado prerrevolucionario en el que la anormalidad se ha instalado en la calle desde las acampanadas de la madrileña Puerta de Sol: es normal que sindicalistas agrarios asalten los supermercados y sean absueltos, es habitual que se acose a los representantes del partido en el Gobierno a año y medio de su mayoría absoluta, es crónico que los sindicatos mayoritarios sin democracia interna hagan política en vez de atender las relaciones laborales, es usual que la corrupción política abra los telediarios, no sorprende que se quiera cercar indefinidamente el Congreso pidiendo que las instituciones se suiciden, y la forma de régimen, la Monarquía democrática y constitucional es tertulia de las tabernas, y las colas ante el desempleo y Caritas forman parte del paisaje. Hay analfabetos funcionales, ancianos, estafados por las «preferentes», y también jugadores profesionales de los productos bancarios de riesgo. Tenemos lanzamientos dramáticos, y deshaucios de segundas viviendas o locales o plazas de garaje.
En un «totum revolutum» se mezclan en cambalache las estadísticas a gusto de cada cual, y se intenta crear la sensación de que los desalojos se iniciaron cuando el Partido Popular ganó las elecciones. Problemas viejos en odres nuevos. El cimiento prerrevolucionario es la crisis de la eurozona que, como todas las anteriores, durará diez años (2007-2018) como acaba de pronosticar esta semana el Fondo Monetario Internacional. Otero Navas estima que el clímax o el punto de inflexión social lo indicará el nacionalismo secesionista de derechas y alcanzará su hervor en cuatro o cinco años.
Habría que subir al carro del malestar hipercrítico los siete años y medio de Rodríguez Zapatero que puso irreflexivamente en marcha una segunda Transición hacia no se sabe dónde, más la pérdida de la musculatura del Partido Socialista que no tiene otra política que la del terremoto de San Francisco para luego construir el Golden Gate hacia la felicidad colectiva. El PSOE carece de cultura opositora; en 1934 se sublevó contra la legalidad republicana bosquejando la posterior Guerra Civil y durante el franquismo se dio cuarenta años de vacaciones. En la democracia de 1978 han gobernado España hasta el hartazgo y no hay ahora falla que no tenga su origen en los defectos de su gestión, pero el omnipresente Pérez Rubalcaba sólo colige recurrentemente la creación de un fondo de reptiles para carenciados pero no dice de dónde lo va a obtener. Elena Valenciano olvida los escraches a su padre por un PSOE que le acusaba injustamente de la colza y Soraya Rodríguez busca empleo político.
No existe otra razón socialista que asistir impávidos al incendio de la calle por los indignados, cabreados y angustiados en versión de que otros muevan el árbol que yo recojo las nueces. Causa sonrojo escuchar al PSOE santificar el proceso electoral bolivariano no concordando con el Gobierno ni la política exterior. Que nuestra teórica socialdemocracia se mire en el chavismo grotesco y guerracivilista denota la pérdida de sus señas de identidad.
Por su ala zurda avanza Izquierda Unida o Izquierda Plural o Izquierda Radioeléctrica en un comunismo sedicente que se deshace en elogios a la Monarquía cubana o a la norcoreana y, como Julio Llamazares, añoran hasta sentirse expatriadas de su propia España. Pero no se ve tensión política prerrevolucionaria, sino un malestar anarquista de ácratas que no saben quiénes fueron Bakunin o Proudhom. Zapatero y el sospechoso Pepiño Blanco hicieron un gran favor a sus sucesores decretando el estado de alarma, por primera vez en democracia, a cuenta de una huelga aérea. Si las cosas llegaran a lo insoportable, ahí está ese precedente socialista, aunque no hará falta tanto.
Algo hay que prometer
El PP no ha cumplido su programa electoral, ni podía hacerlo tras abrir los cajones de Rodríguez Zapatero, Pedro Solbes y Elena Salgado. Felipe González se enojó cuando le metieron en su programa de 1982 la creación de 800.000 puestos de trabajo que se tradujeron en otros tantos despidos. «Algo había que prometer», le contestaron. Tierno Galván aducía que los programas se redactaban a sabiendas de que no se podían cumplir. Y Mariano Rajoy no puede ni debe atender otra cosa que estibar la economía del Estado sin que exista un Plan B. En situaciones excepcionales como ésta, hay que gobernar contra la opinión pública y la publicada, y no alivian las ruedas de prensa ni la búsqueda de aplausos. Haber capeado el ominoso rescate ya es una proeza, aunque es lógico que nadie le dé las gracias a Rajoy. Para Cánovas, la política es el arte de aplicar en cada época la parte de lo ideal que las circunstancias hacen posible. Una reflexión muy orteguiana que no sirve para nada a los comprensibles vocingleros que nos atronan. Pero la prerrevolución va a tener que esperar hasta que se enfríe el Infierno.
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