La Razón del Domingo

¿Seremos como los alemanes?

Según Morgan Stanley y «The Economist», España se parece cada vez más al país germano. ¿Esto puede cambiar también nuestras costumbres?

Alemanes, de vacaciones en la Costa del Sol, leen la prensa de su país
Alemanes, de vacaciones en la Costa del Sol, leen la prensa de su paíslarazon

España es, en algunos ámbitos, parecida a la Alemania de hace una década, cuando Schröder impuso reformas que convirtieron al paciente enfermo de Europa en su economía más fuerte, argumentaba «The Economist». Si los esfuerzos de Rajoy para flexibilizar la legislación laboral y recortar el déficit se dirigen en la misma dirección que el milagro alemán..., ¿terminaremos aprendiendo también el paso de la oca antes que a bailar sevillanas? ¿Cambiaremos el pulpo a feira por las salchichas con chucrut?

Para Joachim Fels, de Morgan Stanley, «podría datarse la comparación en un periodo superior a cuatro años», en opinión del polémico economista Santiago Niño Becerra, «España está igual de cerca de Alemania que Chanel de un mercadillo de barrio». Pero en una línea de opinión más ponderada, José Villacís, profesor de Macroeconomía e investigador de la Universidad San Pablo CEU, asegura: «Es posible. España se ha caracterizado por un crecimiento económico intenso en términos de PIB real cuantitativo y cualitativo, apoyado en una fuerza laboral eficiente y en tecnología. No es cierto que carezcamos de tecnología, no solamente la tenemos sino que sabemos aprovechar la de otros países para lo cual hace falta disponer de tecnología propia. Estamos trabajando en radioastronomía, en bioquímica, en física nuclear, y nuestras multinacionales realizan obras de infraestructura en otros países como en EE UU».

Económicamente, nos acercamos y podemos ser como ellos, ¿cambiaría eso nuestra forma de ser? Los viejos lobos de mar de la sociología como Javier Gállego advierten de que «es indudable que si nos acercamos a Alemania, cambiaría nuestra forma de ser caracterizada por el aprovechamiento del PIB y combinarlo con el disfrute de la vida, cosa que no saben hacer las potencias desarrolladas como Alemania, EE UU o los asiáticos». «Otros aspectos de difícil modificación son patrones fuertemente arraigados –argumenta José A. López, experto en Relaciones Internacionales–. Por ejemplo, en Alemania, su modelo económico se basa en el respeto al libre mercado, pero concediendo al Estado un papel corrector. Se traduce en un dirigismo estatal compartido con empresarios y sindicatos. Eso es impensable en España».

La sociedad de la cuarta economía mundial y la primera de Europa está caracterizada por tener un alto nivel de educación, innovación, productividad y una infraestructura muy desarrollada. Su gente se caracteriza por tener conciencia sobre el medio ambiente. «España no es un ente abstracto –aclara el escritor Fernando Aramburu, residente en la tierra de los «lander» desde hace años–, sino una consecuencia directa de los españoles, de lo que éstos son o dejan de ser y de lo que hacen o dejan de hacer. No es posible mejorar un país sin que mejoren sus habitantes en sus ámbitos cotidianos y privados. Las abismales diferencias entre España y Alemania comienzan en el sistema escolar. Alemania invierte mucho dinero en futuro, esto es, en formación y en innovación, lo que a la larga le resulta muy rentable. Se trata de un país cohesionado (no hay un solo alemán que no quiera serlo). Por tanto, cualquier medida que se tome genera una cantidad notablemente menor de disidencia, polémica y desorden».

Poco a poco, de ser ciertos algunos cambios sustanciales, «la función irá haciendo el órgano» –explica la terapeuta Clarisa Hernández, directora de la clínica Psicoclaramente–, «es decir, de momento, aún funciona el mito de la España del sol, la vida en la calle, el alcohol barato, los bajos impuestos. Pero a medida que cambien las condiciones laborales, aumente el desempleo, nos asfixien los gravámenes, iremos cortando el grifo de los hábitos».

Cambio de hábitos

En el punto más alto de la pirámide comportamental del alemán, está el concepto disciplina. «La sociedad funciona de acuerdo a un orden. Para los alemanes es importante tener visión y objetivos claros de lo que se quiere hacer cada día, estableciendo un tiempo adecuado para cada actividad. La puntualidad y el respeto de la agenda son muy valorados», resume el sociólogo Javier Gállego, que prosigue: «Preguntémonos si en nuestro país la sociedad funciona de acuerdo con normas que nos permitan una vida estructurada. La respuesta es no». Nuestro individualismo contrasta con la identificación como parte de un grupo que sienten los germanos.

De vivir bajo unas condiciones económicas distintas, ¿podría revertirse? «Somos producto de nuestra historia, por tanto, si nuestra existencia se ve obligada a regatear entre lo real y lo posible, terminaremos dando un salto evolutivo, en la dirección que sea... Posiblemente, hacia la germana», dice Clarisa Hernández.

La luz del sol modula cómo somos

Si hay dos cosas irrenunciables en nuestra idiosincrasia, son el sol y la gastronomía. Buena parte de Alemania queda en una zona climática fresca en contraposición a España. «Y eso configura un carácter y una personalidad», matiza el sociólogo Javier Gállego. Además, somos aquello que ingerimos. Frente a la comida monolítica alemana, basada en carne procesada, acompañada de pastas –Nudeln o el Knödel– nuestro país se vanagloria de su cocina popular fruto de mucha historia así como de sus fogones de autor. «Son señas distintivas que precisarían de muchos cambios y convulsiones para modificarlas un solo ápice», concluye el sociólogo.