La columna de Carla de la Lá
Lo que voy a hacer cuando acabe la cuarentena
Me veo sobrevolando, a lomos de un pájaro rosa, los paisajes exóticos y escapistas propios del Modernismo de Rubén Darío… Cierro los ojos y aparezco en un palacio oriental con su mandarín de porcelana pintado en un jarrón Ming.
Imagino que cuando esto se acabe todos haremos aquello que nos ha faltado en casa. En mi situación, extraño la libertad cinética, moverme a través del espacio abierto; extraño que me cuiden (esto de ser mujer alfa es agotador), me gustaría poder comportarme como una incompetente, remolona y malcriada al menos por espacio de dos horas. Echo de menos a mi familia, ir a la Iglesia, añoro la pulcritud, el orden, ay, pero lo que más extraño… por encima de todo es la soledad. Esto es lo que voy a hacer si un día todo vuelve a la normalidad:
· Salir de Madrid. Esta ciudad que tanto quiero se me ha quedado durante la cuarentena, muy prosaica, necesito praderas, sembrados, dehesas, más aun, me veo sobrevolando, a lomos de un pájaro rosa, los paisajes más exóticos y escapistas propios del Modernismo de Rubén Darío… Cierro los ojos y aparezco en un palacio oriental con su mandarín de porcelana pintado en un jarrón Ming.
· Ir a Vitoria (conduciendo a la máxima velocidad permitida), recoger a mis padres y llevarlos al bosque de Armentia y hacer un picnic alcohólico jugando a las cartas, mientras mis perros ríen y mis hijos hacen la croqueta sobre la hierba perfumada, hasta que salga la luna.
· Pedir cita en el salón Noelia Jimenez y aclararme este castaño tan aburrido. Viva la primavera y hágase la luz. Y que me hagan la pedicura con jacuzzi y exfoliante mineral espumoso con diamante, partículas de perla madre y arena volcánica negra, que no pienso bajarme de las sandalias hasta la próxima pandemia.
· Más picnics: esta experiencia confinada, sin terraza ni balcón en Chamberí (donde no hay un mísero parque ni una esquiva maceta) me ha hecho darme cuenta de lo sedienta que está mi alma de vegetación. ¿Saben que existe el trastorno por déficit de vegetación? Deseo indeciblemente acostarme sobre la hierba y abrir los ojos al cielo (sin que caiga de un árbol un cuerpo extraño y se me meta en un ojo, que ya me ha pasado).
· Reactivar el régimen de visitas de mis hijos a su padre los findes alternos. Necesito no ver a mis hijos unos días, socorro.
· Ir a disfrutar de la hamburguesa de Montes de Galicia de wagyu, una raza bovina originaria de Japón que goza de libertad y de un mimo exhaustivo por parte de los ganaderos, que les ponen música, les dan cerveza los fines de semana…
· Un Paris-Estambul en el Orient Express. O en su defecto El tren de la fresa, Madrid a Aranjuez, lo que sea que me aleje de este día infinito en el que se ha convertido mi casa.
· Hacerme unas sesiones de radiofrecuencia facial y corporal en Germaine de Capuccini Goya, cuyas manos expertas tienen el poder de rejuvenecernos y alegrarnos de inmediato.
· Ir al Corte Inglés, ese lugar donde nada malo puede sucederte.
· Viajar en barco a una isla desierta donde los niños hayan sido vetados o en su defecto a algún maravilloso establecimiento Only Adults como los Hoteles Artiem.
· Correr, patinar, nadar, pero sobre todo bailar. El ballet (pese a que adquirí una barra rudimentaria en Amazon) es una de las mejores cosas que se pueden hacer fuera de casa.
· Una exfoliación corporal con cardamomo, semillas de amapola y nuez moscada, seguido de una envoltura de seda con masaje de piedras de Obsidiana y saquitos de hierbas en Zen Place.
· Daría una fiesta años veinte para rencontrarme con todos mis amigos, pero la glamurosa y hedonista marca “años veinte” ha sido absolutamente desvirtuada por esta pandemia. Además, no quiero estar en casa. Invitadme a mí los que lo leáis y acudiré gustosa y cargada de champán.
· Volver a la Iglesia. Aunque por supuesto, no he dejado de rezar ni de leer la biblia en el confinamiento, no he sido capaz de seguir las reuniones online, no me apaño demasiado con la fe 3.0.
· Quiero adoptar nuevos hábitos de salud metódicamente y echar mano de la tecnología y los últimos avances de la nutricosmética, en concreto empezar a tomar a diario liposomas de Altrient, Vitamina C… Magnesio…etc.
· Ponerme a régimen.
· Tirar la televisión a la basura.
· Ir a bodas, comuniones y todo tipo de reuniones confesionales y aconfesionales donde sea obligatorio vestir de etiqueta (y beber mucho en copas de cristal finísimo).
· Hacerme con una buena bodega casera en Delivinos, bajo el asesoramiento de mi admirado Jacinto, su propietario, por si nos vuelven a confinar.
· Quedar, por supuesto, con mis mejores amigos, y con los que no lo son tanto, incluso con quienes me consta que me critican o me caen fatal… ¡Viva la vida social (con cualquiera que no sea mi marido y mis hijos)! Es broma (bueno, no).
· Terrazas, terrazas cutres, pasaré horas en las terrazas, incluso trabajando.
· Ponerme un vestido de gasa, unos tacones de aguja, un collar de perlas, un tocado y salir a la calle vestida como Mia Farrow en El gran Gatsby. Y actuar como ella.
· Una cena en el restaurante más romántico de Madrid, Bodega de los secretos.
· Atracar un banco, eso sí, con labios carmín, una encantadora gorrita ladeada y falda lápiz, como Bonnie Parker.
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