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Doña Sofía: La reconciliación con Don Juan Carlos
Prepublicación de «Sofía nuestra reina». ¿Quién sabe realmente cómo es Doña Dofía? A punto de cumplir 80 años el 2 de noviembre Carmen Enríquez se acerca a su círculo íntimo para descubrirlo en «Sofía nuestra Reina» (Aguilar). Destacamos parte del arranque del libro (capítulo I), en el que habla de la relación que mantiene actualmente con Don Juan Carlos tras las polémicas, y algunos fragmentos del capítulo V, en el que se descubre sus virtudes y defectos
«Personas cercanas a don Juan Carlos aseguran que él ha recapacitado sobre lo ocurrido en épocas anteriores –cuando se limitaban al mínimo las apariciones públicas de los dos juntos–, en las que cada uno miraba para un lado distinto.
«Personas cercanas a don Juan Carlos aseguran que él ha recapacitado sobre lo ocurrido en épocas anteriores –cuando se limitaban al mínimo las apariciones públicas de los dos juntos–, en las que cada uno miraba para un lado distinto y la tensión entre ellos era evidente para cualquiera. Don Juan Carlos se ha esforzado por arreglar las cosas entre los dos, por recomponer una relación si no a nivel sentimental, sí desde el punto de vista de compartir con cordialidd y en un buen ambiente su mutua responsabilidad como parte de la institución de la Corona. Esa normalización de relaciones entre ellos no solo se produce en el ámbito de la vida oficial, sino que también se traduce en su vida privada. Fuentes particulares muy próximas a varios miembros de la familia real cuentan que desde hace unos meses don Juan Carlos cuenta con doña Sofía a la hora de aceptar la invitación a cenar de amigos suyos de hace años, a quienes pide que inviten también a la reina. Hace unos meses se publicaba una foto suya saliendo de un establecimiento cercano a la capital madrileña, que más tarde abandonó el rey junto con otros amigos, después de compartir un almuerzo a base de setas, que a ella le gustan mucho. Lo mejor de este acercamiento es que la reina Sofía está encantada con el esfuerzo que hace su marido por arreglar las cosas entre ellos, ve que ahora él la atiende, la escucha cuando quiere consultar algo con él, sabe que tiene abierta la puerta de su despacho particular, situado en la planta baja de su residencia del Palacio de la Zarzuela. Doña Sofía ha notado que su marido se preocupa de que esté informada de las cosas más importantes, porque a ella lo que le gusta es estar al tanto de lo que ocurre y que no se la deje al margen de los asuntos familiares. La explicación que dan de esta reconciliación quienes conocen mejor al anterior jefe de Estado es que él también cumple ochenta años, se está haciendo mayor y se ha dado cuenta de que esmejor y más civilizado normalizar la relación con la reina, que ha estado muy sola durante muchos años porque, a diferencia de él, no ha tenido un círculo de amigos cercanos, personas que le siguen llamando y con los que mantiene la amistad de siempre. La actitud de doña Sofía durante los años en que la distancia entre ellos era abismal ha contribuido a que la aproximación de ahora sea factible, ya que hay que recordar que ella ha demostrado, durante ese tiempo de alejamiento, que era capaz de mantener el tipo sin que trascendiera su sufrimiento ni exteriorizara un mal gesto por algo que le hiciera padecer de él. La reina ha guardado las caras largas y sus penas para su intimidad con el fin de que nadie notara lo que pasaba dentro de ella. Personas que han trabajado dentro de la Casa de S.M. el Rey destacan que incluso en los momentos en que ellos apenas se hablaban y dejaron de viajar juntos al extranjero, don Juan Carlos siempre ha hablado públicamente con gran respeto hacia ella e igual admiración hacia la labor que ha desarrollado como consorte del rey. Esas mismas personas señalan que en el caso de doña Sofía, lo que la reina siempre ha puesto de manifiesto ha sido una auténtica devoción por su marido. Nunca se ha cortado a la hora de expresar el amor que ha sentido siempre por don Juan Carlos, que le llevó a dejar su país, su familia, y todo lo que la rodeaba para seguirle a él a un destino muy incierto del que no se sabía cómo iban a salir las cosas. [...]
Capítulo V: CÓMO ES LA REINA, SU CARÁCTER, VIRTUDES Y DEFECTOS
[...] Doña Sofía se define a sí misma como una persona más bien reposada, introvertida y algo tímida. Así lo confesó en el libro «Doña Sofía. La Reina habla de su vida», una biografía de la que fui coautora. La entonces consorte del rey admitió esos detalles esenciales de su personalidad que la asemejaban más en carácter a su padre, el rey Pablo de Grecia, y a su hijo, el hoy rey Felipe VI.
Pero poco más dijo de sí misma doña Sofía, con lo que la tarea de descubrir los rasgos más definitorios de su carácter no ha sido nunca fácil y se ha hecho imprescindible recurrir a algunas de las personas que han convivido con ella, a lo largo de esos cincuenta y seis años que lleva en España, para intentar averiguar cómo es la reina Sofía, cuáles son sus principales virtudes y también algunos de los defectos que la definen como persona. En esa tarea hay que ser muy paciente y precavido, porque los hombres y mujeres que han estado más cerca de ella son muy reservados a la hora de hablar de su personalidad, ya que saben que a ella no le gusta demasiado que se descubra cómo es en su faceta más personal y privada.
Así que conseguir que alguien cuente algunos detalles del carácter de doña Sofía se convierte en una misión si no imposible, casi irrealizable.
Sin embargo, como son más los que creen que merece la pena que la opinión pública conozca un poco más en profundidad a la que ha sido y sigue siendo nuestra reina, ha habido unas cuantas personas que, después de pensárselo durante unos días o incluso semanas, han accedido a contar para este libro cómo es la consorte del rey Juan Carlos. Con la condición, eso sí, de que su identidad permanezca en el anonimato.
Doña Sofía es una persona escrupulosamente exquisita, educada, sensible y siempre pendiente de no dejar a nadie de lado en su trato personal, sea del nivel que sea. Para ella es muy importante que, desde la persona más importante a nivel social o político a la persona más humilde, noten que su interés por lo que le están contando es sincero y auténtico. Su mirada directa a los ojos de la gente que tiene frente a ella, su sonrisa cautivadora y su atención son de verdad con todo el mundo, aunque duren tan solo cinco segundos.
«Aunque ella esté preocupada por algo personal —cuenta un antiguo colaborador de ella que ya no está en el Palacio de la Zarzuela, cuando llega al sitio que tiene que ir para cumplir con un acto de la agenda institucional y se abre la puerta del coche oficial, doña Sofía sabe dejar atrás su problema y asumir su tarea con la mejor actitud, sin que nadie note o intuya algo de lo que pasa en su interior.
«En su trato familiar, ella es siempre afable y cariñosa, y cuando no se hacía lo que decía en un tema concreto, siempre era ella la que acababa por ceder a pesar de que le costaba porque doña Sofía, hay que admitirlo, es persistente en sus ideas y no es fácil hacerla cambiar. A veces, las discusiones eran largas y apasionadas porque cada uno defendía su postura con firmeza, pero al final, en aras de la paz familiar, aceptaba la opinión contraria a la suya sin problemas».
Es resaltable entre esas características esenciales del carácter de la reina Sofía, y en ello coinciden muchos de los que han trabajado con ella, su sentido de la responsabilidad. Ha sido siempre plenamente consciente de sus obligaciones como consorte del rey y como miembro de la institución de la Corona, un papel que ella ha ido conformando a lo largo de los años y que quedará como legado que deberán seguir sus sucesoras.
Porque ella encontró un vacío casi absoluto cuando se convirtió en reina y quiso saber cuáles eran sus obligaciones, ya que en la Constitución española no se contempla norma alguna que regule los deberes de la consorte del monarca, salvo en el caso de fallecimiento del rey y que que el heredero sea menor de edad, momento que tendría que asumir la regencia. [...]
[...] Un rasgo que todavía sorprende a mucha gente, porque rompe el estereotipo que se creó sobre ella al principio de venir a vivir a España de ser una persona seria, estricta y un tanto estirada, es su gran sentido del humor. Doña Sofía, confirman todos los que han querido expresar su impresión sobre el carácter de la reina, es una persona graciosa, divertida, que cuenta chistes y que se ríe sin complejo alguno con sonoras carcajadas cuando algo le hace gracia o incluso cuando alguien le habla de alguno de sus defectos, por ejemplo, de su impuntualidad.
¡MALDITOS DIEZ MINUTOS!
«Cuando estaba a punto de salir hacia algún acto, miraba el reloj y veía que era tarde, exclamaba con frecuencia la frase: “¡Malditos diez minutos!”, que era el tiempo que ella calculaba que le había faltado para terminar de arreglarse y llegar a tiempo a la hora señalada con precisión absoluta en el programa del área de protocolo de la Casa de S. M. el Rey», cuenta uno de sus colaboradores más estrechos durante muchos años en el Palacio de la Zarzuela.
«Don Juan Carlos es de una puntualidad ejemplar y llegar a la hora es algo que ha cumplido siempre a rajatabla, así que cuando salíamos de viaje y lo hacíamos desde el helipuerto del Palacio de la Zarzuela, en el programa se indicaba que había que estar a una hora muy precisa, a las 8:48 de la mañana, por ejemplo. Nosotros, los que le acompañábamos al viaje, íbamos corriendo hacia el lugar donde despegaba el helicóptero para llegar antes que el rey, pero nunca lo conseguíamos y siempre él estaba ya allí porque llegaba un par de minutos antes. Por el contrario, doña Sofía no llegaba y eso hacía que don Juan Carlos se pusiera nervioso y le dijera al jefe de protocolo que llamara a palacio para ver por qué se retrasaba. E inevitablemente, doña Sofía aparecía tres o cuatro minutos más tarde, lo que provocaba que su marido se enfadara un poco con ella» [...]
UNA PERSONA MUY SOCIABLE
[...] En el perfil humano de la reina Sofía que se va trazando en estás páginas hay rasgos de su personalidad que señalan las personas que la han tratado con asiduidad. La facilidad para socializar con los cientos de miles de personas que se han cruzado con ella a lo largo de sus ochenta años es proverbial y se hace más intensa con los hombres y mujeres con los que ha compartido viajes y experiencias que han dado lugar, en algunos casos, a anécdotas muy divertidas. Una de esas vivencias ocurrió en 2009, en un viaje que doña Sofía hizo a Suecia para asistir a un encuentro de reinas consortes europeas, esposas de reyes en pleno ejercicio de sus funciones. «A la reunión, que apenas trascendió a la opinión pública, asistieron todas las consortes de los monarcas de los reinos del viejo continente acompañadas de sus landladies, las tradicionales damas de compañía que la reina Sofía descartó completamente formar en su entorno, a su llegada a España, para no crear una corte que ella consideró innecesaria.
Doña Sofía iba acompañada de un pequeño séquito compuesto por los responsables de su secretaría, el servicio de seguridad, el médico que cuida de su salud, el encargado de protocolo y una persona del servicio de prensa. Todos hombres.
«Ella nos refirió que todas las consortes estaban encantadas con sus landladies y a mí se me ocurrió decirle que les comentara a las otras reinas que ella solo estaba acompañada de sus landlords. Así lo hizo doña Sofía al día siguiente y enseguida vino encantada a contarnos que el resto de las otras reinas le habían dicho: “¡Qué suerte tienes al venir acompañada de todos esos señores mientras que nosotras tenemos solo a nuestras damas de compañía!”».
La misma persona que cuenta este suceso asegura que a ella le divertía mucho participar en las charlas que surgían después de cenar con los componentes del equipo que la acompañaba a los viajes que hacía sin el rey.
«Lo que le gustaba era que le contáramos pequeñas anécdotas que habían ocurrido a lo largo de la jornada y que ella desconocía porque tenía que atender a las autoridades que la acompañaban en los actos oficiales. Doña Sofía es una persona a quien le gusta estar siempre muy bien informada y que disfrutaba con las pequeñas anécdotas que a veces incluían alguna pequeña picardía. Nada subido de tono, por supuesto, pero sí divertido. Aunque una vez, en un viaje a Tailandia, sí que nos sorprendió a los miembros del séquito cuando dijo que iba a estar un rato fuera porque se iba a dar un masaje tailandés.
Todos nos quedamos con cara de extrañeza, dadas las connotaciones eróticas que se le da a ese tipo de masaje, pero en realidad no había por qué pensar de forma equivocada, ya que ella se sometió a un masaje que solo procuraba a las personas descanso y disminución de la fatiga.
«Cuando nos quedábamos en el bar del hotel, después de un día de trabajo, y ella se retiraba antes que nosotros, al día siguiente le contábamos algo que enseguida despertaba su interés: “Señora, ¿no se fijó anoche en las dos mujeres jóvenes que había en el bar, antes de subirse a su habitación? En cuanto se fue, empezaron a hacer guiños para llamar la atención de...”, y nombrábamos a uno de los miembros del equipo que era especialmente atractivo y que se moría de vergüenza de que le contáramos una historia así a la reina. Ella, entonces, miró a la persona que habíamos nombrado y le dijo no sin un punto de ironía: “Yo siempre supe que eras un seductor”. Unas palabras que sacaban a flote el hondo sentido del pudor del aludido, que negaba todo de forma muy rotunda mientras ella se reía muy divertida. También le encantaba, en esas charlas en las que se hablaba de todo tipo de asuntos de forma muy informal, que le explicáramos algunos detalles de series que ponían por aquel tiempo en televisión, que ella no veía porque eran un poco chabacanas, pero que le gustaba que le contáramos entre risas». [...]
LOS VALORES Y PRINCIPIOS DE DOÑA SOFÍA
[...] La reina Sofía tiene claros cuáles son los principios éticos que rigen su forma de actuar.
«Mis valores son la honradez, el sentido de servicio, la honestidad, la tolerancia, el amor al prójimo, la solidaridad. En definitiva, el deseo de ser útil a los demás. –Una batería de palabras a la que hay que añadir un matiz importante de doña Sofía–: No tengo un ideario político concreto, pero sí ideas. La primera de ellas es servir al país y a la Corona e inculcar esas mismas ideas a mi familia, a mis hijos, aunque no sean exactamente las mismas ni se les transmitan de la misma forma que yo las he aprendido, porque cada época tiene las suyas, así como sus exigencias y particularidades».
El matiz introducido por doña Sofía acerca de la ausencia de un ideario político es fundamental, dada la exigencia que se plantea a todos los miembros de la familia real de mantener una completa neutralidad en ese terreno. Ha sido un principio que ha guiado los años de reinado de su marido, el rey Juan Carlos, y de ella misma, aunque, como es lógico y muy humano, la relación personal de los reyes ha sido más fluida con algunos jefes de Gobierno que con otros.
Para la reina Sofía, «no es necesario tener muchos conceptos en la vida, pero sí tenerlos claros». Por ejemplo, para ella la violencia es un fenómeno que no tiene disculpa alguna y que no soporta y rechaza con rotundidad siempre, en cualquiera de las formas que se presente. Y concreta que «la violencia machista es lamentable, tremenda y no debería tener cabida en nuestra sociedad por ser tan denigrante». Ella relaciona ese tipo de intimidación contra las mujeres con una cuestión de cultura, educación y respeto al prójimo y le parece una paradoja que se dé por igual en el mundo desarrollado que en el tercer mundo.
Un antiguo funcionario de la Casa de S. M. el Rey ha explicado, para que se entienda mejor el pensamiento de doña Sofía, que a ella «le gusta que las cosas sean como deben ser y no como son, en lo que se refiere a la injusticia, y eso le hace negar la realidad. Doña Sofía no acepta, por ejemplo, que haya políticos que opriman a los ciudadanos de un país o que haya canallas que peguen a una mujer. Ella no cree que la maldad humana haya que consentirla sin más y piensa que a esas personas hay que ponérselo difícil.
»La reina Sofía defiende con fuerza su postura, aunque los argumentos apunten a que es políticamente imposible actuar contra alguien. Ella no se conforma y cuando se termina la conversación sin llegar a un punto de encuentro, cierra el tema reafirmando su posición con un “pues no debería ser así”».
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