Katmandú
Alejandra Silva: «Richard se fía de mi intuición. Somos “partners”»
Después de tres años juntos, la gallega se refiere a su relación con el actor como estable y anclada en los proyectos sociales en los que participan. El próximo será el miércoles, cuando estrenarán la nueva película de Gere en Madrid para recaudar fondos para dos ONG.
Alejandra Silva, gallega de 35 años, madre de un niño de 4 y separada de uno de los hombres más ricos del mundo conoció hace tres años, en Italia, al veterano actor Richard Gere, también separado y padre de un hijo de 17 años «estupendo y guapísimo», según la descripción de la propia Alejandra. Juntos hacen meditación todas las mañanas y tienen un plan de vida en el que está incluida la población mundial marginada. ¿No es abarcar demasiado en una relación? Ellos no lo creen y es de agradecer que, por su novia, los objetivos sociales de Gere se enfoquen cada vez más en España. La pareja tiene una técnica infalible para evitar las peleas: cuando hay algo molesto lo dejan aparcado durante 24 horas y lo revisan transcurrido ese tiempo. Con eso dominan la mente y lo resuelven en frío, «cuando ya no toca el alma». Hay que construir el futuro sin proyectar lo malo del pasado, es el lema de ambos.
–¿Cuándo surge en usted la inquietud por ayudar?
–Desde siempre. Recuerdo los recreos en el colegio imaginándome vestida de heroína buscando a los indefensos. En todos los colegios hay niños que se meten con ellos, así que yo salía al recreo y decía: «A ver, ¿quién me necesita?». Era una niña bastante especial, no era ni la más popular ni la que menos, simplemente iba a mi bola. Y eso lo ha heredado mi hijo, que tiene un mundo interior muy bonito.
–¿Era de las que salía con la hucha por las calles?
–No, pero tenía una ahijada en la India porque mi colegio era de monjas. Ahora también mantengo relación con niñas del Tibet, donde tengo otra ahijada en Katmandú.
–Entonces, ¿su dedicación a las causas sociales es anterior a la llegada de Richard Gere a su vida?
–Sí, mi primera andadura seria en temas sociales fue en 2007 con Karolina Kurkova. Quisimos montar una fundación en Madrid, pero nos pilló la crisis y no me veía con ganas de pedir para la gente de fuera cuando la de nuestro país lo estaba pasando tan mal. Traté de implicar a mi ex marido, que tenía la segunda empresa minera más grande del mundo. Viajaba con él a los países donde teníamos minas y le decía: «Les quitáis los recursos, pero ¿qué les damos a cambio?». La mayoría eran países muy pobres.
–¿Él lo entendía?
–No. Me decía que no malgastara mi tiempo en ayudar a devolver recursos. Entonces me busqué otro vínculo: mi padre era vicepresidente del Real Madrid, que tiene una fundación magnífica, y tuve muchas reuniones con ellos para involucrarlos. Por ejemplo, en Níger, que es el país más pobre del mundo, montamos una escuela de fútbol para que el deporte ayude a los niños a salir de la calle.
–¿Con Gere encontró el vínculo que con su ex marido no tenía?
–Hablamos de personas que vibran en frecuencias totalmente diferentes. Richard tiene una trayectoria de 67 años y durante 40 ha dedicado la mitad de su tiempo a los demás. Cuando él apareció en escena conectamos inmediatamente porque estamos en el mismo nivel y eso es lo que nos hace fuertes y nos permite tener una relación estable. Sin haber conectado en este campo no estaríamos donde estamos como pareja porque es una labor que hacemos juntos. Richard me dijo: «Tengo esta película, “Invisibles”, sobre la invisibilidad de la gente que vive en la calle, vamos a utilizarla como herramienta para conseguir que no haya personas sin hogar en el mundo». Así llegamos a la ONG Rais, que tenía la misma filosofía que nosotros. Richard vino a conocerla y pasamos un día en la casa de acogida que tienen en el barrio de Sanchinarro, donde comimos con ellos. Richard se fía de mi intuición. Somos «partners», socios. Y qué mejor que ayudar en el país de tu pareja.
–¿Creéis en la predestinación?
–Totalmente, es que todo está escrito. En la vida no hay casualidades, las cosas pasan porque tienen que pasar. Estaba escrito que nos encontraríamos y así sucedió.
–¿Cuando vio «Pretty woman» pensó en que le gustaría que algún día ese hombre fuera su pareja?
–No, no me vino una iluminación de hace tanto tiempo. Mi conexión con Richard fue en el mismo momento en el que nos vimos. En cuanto nos presentaron nos dimos la mano y nos miramos, ahí supimos que nos conocíamos de otras vidas. Lo notó él más que yo porque eso entonces yo estaba en una época confusa, terminando un matrimonio. Él siempre lo dice, que en el momento en que nos vimos hubo conexión porque sabíamos ambos que habíamos vivido ya muchas vidas pasadas juntos.
–¿Creen en la reencarnación?
–Sí, claro, porque esto es un camino muy largo y esta vez nos hemos encontrado así. Yo como una mujer de 35 años y él, un hombre de 67. Es una lástima porque la diferencia de edad no ayuda, pero no por eso vamos a dejar de hacer caso a nuestros sentimientos.
–¿Una pareja con 32 años de diferencia también tendrá sus cosas buenas?
–Una relación como la nuestra es positiva y estable. No es un amor juvenil de esos que suben y bajan y que el estómago te da vuelcos. Eso no quita para que cuando lo vea mi estómago no se le dé la vuelta, claro que sí, pero no es un amor inmaduro. Es maduro y me enseña muchísimo. Esta relación me ha elevado a un exponente diez porque recorro unos caminos que me aportan a la vida el doble de lo que podría darme una con alguien de mi edad, que estaríamos descubriendo a la par el mundo.
–¿Digamos que se aprovecha del trabajo de vida de Gere?
–La palabra no es aprovechar, digamos, mejor, que me estoy beneficiando de lo que él ya sabe. Yo tengo una ventaja y es que a mí ya me han hecho un escudo y estoy detrás de él, viendo como una espectadora privilegiada lo que se ha podido conseguir en 67 años.
–Los padres dan consejos, como mantras, que ignoramos. Su pareja tiene casi la edad de su padre, ¿a él sí le hará caso?
–Tienes toda la razón, pero Richard está tan evolucionado espiritual y emocionalmente que no te impone, no tiene esas frases paternales conmigo. Además, soy muy tranquila y centrada, nunca me he visto en la situación de que mis padres me tuvieran que decir: «Ale, no hagas esto o lo otro».
–¿Y de qué se beneficia él?
–Le aporto el punto de frescura en todo porque soy una persona que se deja llevar mucho por la ilusión. Y también le aporto un punto de ingenuidad. Creo que para que las relaciones sean completas tiene que haber un punto de inocencia.
–Por suerte, no da la imagen de rubia sumisa con actor famoso...
–Obviamente, no. Yo tengo mi carácter y mi personalidad. Nosotros sabemos escuchar y dar un paso atrás, no soy un león. Ambos tenemos nuestro carácter y Richard, siendo virgo, no es nada complejo, se ha simplificado con la meditación (risas).
–¿Con esta experiencia ha pensado en ser «coach»?
–Me han dicho muchas veces que soy sanadora emocional. Soy «coach» todos los días con mis amigas. Al canalizar la luz negra, transformándola, consigo que no me dañe. Todos los pensamientos negativos salen por los poros, así los limpio y los tiro. La visualización es muy importante.
–¿Cómo se pronuncia el apellido de su novio: Yer, Gier, Gere?
–Podemos llamarle Ricardiño. Soy gallega y tiendo a «galleguizar» los nombres. Creo que aún no le he llamado así, pero estoy pensando en ponérselo (risas). A las personas que les tengo cariño las «galleguizo», a mi hijo le llamo Albertiño.
–¿Él está grabando ahora?
–No, pero el año pasado rodó tres filmes, así que ahora nos toca hacer la promoción por todo el mundo. Le he prohibido este año rodar porque, si no, no podemos dedicarnos a nuestros proyectos de ayuda.
–¿Han visitado inmobiliarias?
–No le da tiempo porque cada vez que viene le llevo a conocer fundaciones, no le dejo al pobre. A Richard le encanta España, es un buen país para vivir. Valora la calidez de la gente, le encanta nuestra gastronomía y el aceite de oliva –le mandamos litros a Estados Unidos– y se ha aficionado al fútbol con el Real Madrid. Él era más de béisbol, no es que se haya cambiado, pero cuando compartes la vida con alguien le contagias la pasión.
–¿Y él qué le ha contagiado?
–Me ha multiplicado por diez mi labor social y me descubrió mejor el Tibet y al Dalai Lama.
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