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Asia Argento, la primera mancha del #MeToo
La actriz y directora, que en octubre denunció a Harvey Weinstein por violación y lidera el movimiento, ha sido señalada por el «New York Times» por haber abusado de un actor menor de edad y haberle pagado para evitar el escándalo
La actriz y directora, que en octubre denunció a Harvey Weinstein por violación y lidera el movimiento, ha sido señalada por el «New York Times» por haber abusado de un actor menor de edad y haberle pagado para evitar el escándalo.
Asia Argento, actriz y directora de cine, emblema del movimiento #MeToo, ha sido acusada por el periódico «New York Times» de mantener relaciones sexuales no consentidas con un menor de edad. Argento habría acordado pagar 380.000 dólares a su supuesta víctima, el actor y músico Jimmy Bennett. A cambio, previsiblemente, de que no le pidiera más dinero y, claro, de que el caso no aparcara juzgados. En el momento de sus relaciones sexuales, que tuvieron lugar en California, donde la edad mínima de consentimiento es de 18 años, Bennett tenía 17 y Argento 37. Cuenta el «New York Times», que recibió el dossier sobre el asunto en un correo electrónico encriptado y sin remitente, que Argento y Bennett se habían conocido en 2003, cuando ella eligió al jovencísimo actor, que venía de actuar en numerosos comerciales de televisión, un puñado de series y hasta una película con Eddie Murphy, para interpretar el papel de su propio hijo en la película, coescrita y dirigida por ella, «The heart is deceitful above all things», basada en la novela de JT LeRoy (el escritor ficticio inventado por Laura Albert). Bennett tenía entonces 7 años.
Según exhibieron en redes sociales, aquel trabajo cimentó una relación que la propia Argento, hija de Dario Argento, gran mito del cine «giallo», subgénero local del género de terror, definía como de madre e hijo. La italiana habría sido algo así como una suerte de patrocinadora y consejera, mientras Bennett disfrutaba de una prometedora carrera como estrella infantil.
Hasta que en 2013 Argento organizó una cita y, según los documentos sobre los que el «New York Times» articula su denuncia, quedó con él en una habitación de hotel en Marina del Rey, California. En un mensaje que Argento subió a las redes sociales el día antes del encuentro, había escrito: «Esperando con ansiedad a mi hijo perdido durante mucho tiempo, mi amor, y fumando cigarrillos como si la semana que viene no existiera». Bennett llegó acompañado de un familiar que abandonó la habitación del hotel a petición de ella. A continuación, y tras ofrecerle un papel en su nueva película, Argento le habría dado de beber alcohol y, posteriormente, comenzó a besarle, le tiró sobre la cama, le quitó los pantalones y le realizó una felación. En las horas siguientes copularon dos veces.
Cuenta el «Times», por vía del abogado de Bennett, que ese día, cuando el intérprete regresó a su casa, se sintió desesperado. Algo así como «extremadamente confuso, mortificado y disgustado». Tanto que, apenas un mes más tarde, escribió en un tuit dirigido a Argento: «Te echo de menos mamá!!!». Ese mismo mes, cuenta el «Times», Bennett discutió con sus padres, su madre biológica y su padrastro, respecto a la situación de un fideicomiso en el que el actor había depositado parte de sus ingresos. En una demanda que presentó ante el Tribunal Superior del Condado de Orange, en octubre de 2014, afirmó que sus padres «lo habían excluido de la casa de la familia al tiempo que conservaban sus pertenencias». También los acusó de estafarle no menos de 1.5 millones de dólares. Alegaba que estaba «arruinado». El caso fue resuelto en diciembre de 2014, pero los términos no fueron revelados. Volvamos a Argento. Sucede que ha sido una de las líderes de las denuncias contra Harvey Weinstein, acusando de violación y abusos sexuales al otrora todopoderoso productor. Para los archivos, su histórica y apasionada intervención en el último Festival de Cannes. Cuando desde el escenario y con el mundo del cine atento a cada una de sus palabras proclamó que «en 1997 fui violada aquí, en Cannes, por Harvey Weinstein. Yo tenía entonces 21 años. Este festival era su coto de caza. Quiero hacer una predicción: Harvey Weinstein nunca más será bienvenido aquí».
3,5 millones de dólares
La primera confesión de Argento, por cierto, había llegado el pasado octubre. Estaba contenida en un artículo ya mítico de Ronan Farrow que este publicó en la revista «New Yorker». Sin lugar a dudas, la espoleta del #MeToo, el movimiento que ha puesto patas arriba el «show business», desvelando los comportamientos criminales de algunos hombres malos y, de paso, arrastrado al fango la presunción de inocencia y la tutela judicial. Pues bien, un mes después de que explotara el #MeToo, noviembre de 2017, Argento recibió una carta del abogado de Bennett. Le pedía nada menos que 3,5 millones de dólares en daños y perjuicios. Por usar la explicación del leguleyo del actor, citada por el «New York Times», «el señor Bennett ganó más de 2.7 millones en los cinco años anteriores a la reunión de 2013 con la señora Argento, pero su ingresos han disminuido a un promedio de 60,000 dólares al año».
Según el rotativo, la actriz habría efectuado un pago de 200.000 el pasado mes de abril. Un primer plazo. Dos meses más tarde, a principios de junio, moría por su propia mano el novio de la actriz, el cocinero, estrella de la televisión y escritor Anthony Bourdain. Y ahora, con la potencia de un artefacto nuclear, llegan las revelaciones del «Times». Al parecer, la abogada de Argento, Carrie Goldberg, habría aconsejado que introdujeran en su acuerdo una cláusula de confidencialidad. Amparándose en las leyes de Nueva York, por cuanto en el Estado de California no se permiten tales contratos para los casos de relaciones sexuales con menores. Pero Argento, afirma Goldberg, habría decidido no negociar la posible confidencialidad por cuanto hubiera resultado inconsistente con sus propias críticas a ese tipo de pactos y la peligrosidad social que encierra.
«En teoría», le advierte la abogada, «Bennett podría contarle a la gente sus reclamaciones contra ti. Eso sí, no podía demandarte por ellas, ni tampoco publicar la foto de vosotros dos». Habla, con bastante probabilidad, de una instantánea tomada por Argento el día de su encuentro amoroso con Bennett. Donde afirma el «Times» que puede distinguirse a ambos. Tumbados en la cama. Desnudos de cintura para arriba. Bennett habría enviado una copia de la citada foto al periódico, que no la ha publicado. Bien. Qué hacemos ahora con aquellas palabras de Cannes. Cuando Argento afirmó que «Hoy se siguen sentando entre nosotros otros que han tenido un comportamiento indigno con las mujeres. Sabéis quiénes sois. Y, lo más importante, nosotras lo sabemos, y no vamos a permitiros vivir en la impunidad». Qué clase de contorsiones con las de quienes, horrorizados por los abusos cometidos en la industria del cine pero también preocupados con la proliferación de denuncias en los medios y la falta de garantías, advirtieron de que se desatara una caza de brujas.
Argento y otras portavoces del #MeToo, suponemos que con las mejores intenciones, proclamaban que mejor que cayeran algunos inocentes a que escapasen los supuestos culpables. Haciendo caso omiso de cualquier garantía y, por supuesto, del potencial riesgo de que al calor de los titulares en Prensa y las habladurías en redes aparezcan chantajistas profesionales. Tipos dispuestos a enterrar reputaciones de no recibir lo que con prosa deliciosamente eufemística algunos medios todavía llaman «acuerdos extrajudiciales». «Ojalá que nunca vuelva a sucederte algo así», le escribe Goldberg a Argento, «eres una artista poderosa e inspiradora y es miserable que vivas rodeada de individuos de mierda que se han aprovechado de tus fortalezas y debilidades».
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