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El día que Sarkozy invitó a sus consejeros a mirar el escote de Carla

Patrick Buisson, consejero del ex presidente francés, ha publicado un libro en el que le califica de «frágil seductor subyugado por sus conquistas»

Carla Bruni durante una sesión de fotos en Roma, Italia, en febrero de 2014
Carla Bruni durante una sesión de fotos en Roma, Italia, en febrero de 2014larazon

Patrick Buisson, consejero del ex presidente francés, ha publicado un libro en el que le califica de «frágil seductor subyugado por sus conquistas»

«¿Crees que la historia entre Carla y yo tendrá un impacto favorable sobre la moral de los franceses?». Esta era la gran preocupación de Nicolas Sarkozy, presidente de la República, tras un viaje a Luxor acompañado de su nueva conquista, Carla Bruni. Patrick Buisson, que fue consejero de Sarkozy antes, durante y después de su estancia en el Elíseo, describe en su libro «La cause du peuple», editado por Perrin, a un hombre obsesionado por su imagen, ebrio de sí mismo y exhibicionista. Para Buisson, Sarkozy es «un hijo de la televisión», incapaz de imaginar que el espectáculo que había dado junto al Nilo, entrelazado con Carla, estuviera siendo percibido en los casos más moderados como «el triunfalismo fálico de un adolescente retardado», que, después de haber sufrido una afrenta pública, «cornudo y abandonado» por su segunda esposa, Cécilia Cigagner-Sarkozy, «exultaba al poder exhibirse del brazo de una “trophy woman”».

Leyendo a Buisson, la imagen de Sarkozy queda reducida a la de un hombre cuyo objetivo como jefe de Estado es que se le mire y admire. Su supuesta proximidad ponía en apuros a sus colaboradores, incómodos por las sesiones de exhibicionismo personal. Como el día en el que Sarkozy, «movido por una alegría impetuosa», cuenta Buisson, «se extasió ante el escote de su esposa y nos invitó sin vergüenza a hacer lo mismo». Fue el 30 de mayo de 2011. Sarkozy acababa de presidir un G8 que se suponía había sido un éxito de la diplomacia francesa. Y mientras el equipo de consejeros realizaba un balance de esos días con el presidente, «como de costumbre, Carla hizo su entrada en el salón verde con esos andares ondulantes, que en otras épocas reservaba para las alfombras de los pódiums».

Cuando Buisson se negó «ostensiblemente» a realizar el ejercicio de apreciación que el presidente les pedía sobre el cuerpo de su esposa, Sarkozy comentó en alto: «A Patrick no le gusta...». A lo que Bruni replicó: «En cuatro años no he metido ni una sola vez la pata. Eso cuenta, ¿no?», recibiendo la aprobación de su marido: «Es cierto, mi corazón, has hecho un recorrido sin falta. Al menos podría felicitarla...». Durante todo ese tiempo la antigua modelo «no cesó de pasar su mano entre los cabellos del presidente, que se mostraba cada vez más hundido en su sillón imperio».

La intromisión del dominio conyugal en la gestión cotidiana de los asuntos públicos se convirtió en un movimiento «irresistible, insidioso y envolvente». Cada vez que Sarkozy hablaba con Carla por teléfono, la conversación se terminaba de forma invariable «con empalagos dignos de la colección Harlequin: «Oui, mon bonheur... Oui, mon coeur... A ce soir, mon ange». «El jefe era en realidad un frágil seductor subyugado por sus conquistas», asegura el hombre que la acompañó en el ejercicio de presidente durante cinco años.

Pero las críticas no terminan con esa obsesión por mostrar su trofeo en forma de mujer, ni por comparar de forma insistente y «sin ningún tacto» a sus diferentes esposas («Carla es guapa, ¿eh?»). Buisson asegura de forma categórica que, durante el tiempo que estuvo en el poder, la única convicción de Sarkozy fue «su interés instantáneo y cambiante». Como durante su primera visita oficial a la Santa Sede. «Para mí», dice Buisson, «fue el indicador más crudo y alarmante de las fragilidades psicológicas que gobernaban el país». Se queja de que el mismo que designa el catolicismo como «fuente principal de la civilización francesa» durante la posesión de su título de canónigo honorario de la basílica de San Juan de Letrán, horas después le confiese sin apuros: «Yo quiero morir rico. Blair me dice que le pagan 240.000 dólares por conferencia. ¿Te das cuenta? Estoy seguro de que yo puedo hacerlo mejor».

La «bomba política» de Buisson

Patrick Buisson ha soltado la «bomba política» del otoño con sus anécdotas sobre la presidencia de Sarkozy en plena campaña de las primarias de los republicanos. Trabajó como periodista para el diario de extrema derecha «Minute» y en la cadena de información continua «LCI». Fue el primero en avanzar el no de los franceses en el referéndum sobre el Tratado de Europa y Sarkozy lo sumó a su equipo como consejero y analista de sondeos de opinión. En 2014, «Le Point» reveló que había grabado todas las conversaciones que mantuvo con el presidente de la República y su entorno, lo que le valió una condena por atentar contra la vida privada.