Mario Vargas Llosa

El encuentro imposible de los «Marisabel»

La unión de Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler ha suscitado un interés mundial que pocas parejas alcanzan, como en el caso «Brangelina»

Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler
Mario Vargas Llosa e Isabel Preyslerlarazon

La unión de Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler ha suscitado un interés mundial que pocas parejas alcanzan, como en el caso «Brangelina»

En el ensayo «La civilización del espectáculo», Mario Vargas Llosa dejó escrito que «la cultura se transmite a través de la familia, y cuando esta institución deja de funcionar de manera adecuada, el resultado es el deterioro de la cultura». Quizá por eso el autor peruano siempre ha buscado la estabilidad familiar, aunque ésta fuera fingida. No es secreto que el medio siglo de matrimonio con Patricia Llosa ha estado repleto de altibajos que han derivado en su separación. Sin embargo, en todo ese tiempo la pareja trajo tres hijos al mundo, que, por primera vez, deberán convivir no con el distanciamiento de sus padres, sino con la llegada al seno familiar de una nueva hornada de «hermanastros»: los cinco hijos de la «socialité» por antonomasia, Isabel Preysler.

Las informaciones aparecidas durante los últimos días en la revista «¡Hola!» confirman que el Premio Nobel mantiene una relación con Preysler, que cuenta en su haber con sonados matrimonios que han dado como resultado cinco retoños que ahora formarán parte de este inesperado clan: los Vargas Llosa-Preysler.

El primero de los hijos del escritor es Álvaro, de 49 años y el que más siguió el camino paternal. Escritor, periodista y editor, colaboró con medios de comunicación españoles, aunque la noticia le ha cogido lejos. Director del Center on Global Prosperity del Independent Institute, reside en Washington D.C. (Estados Unidos) y ejerce como columnista para el Washington Post Writers Group. Ha recibido varios premios, como el Juan Bautista Alberdi en 2006, y también participó en la política peruana.

Después llegó Gonzalo, un año menor que su hermano y empresario. Conocido en la Prensa nacional por la relación que mantuvo con Genoveva Casanova (actual pareja de José María Michavila); ésta sólo ha acertado a pedir respeto por la vida íntima de la familia. Gonzalo se refugió en su padre cuando la relación con Genoveva terminó, por lo que se le pudo ver acompañándolo en la entrega del Premio Paquiro.

Siete años después, en 1974, llegaba al mundo la pequeña de la familia, Morgana. Fotógrafa de notable trayectoria en la Prensa española, también es fundadora del peruano Colectivo Desvelo, encargado de dar visibilidad a causas solidarias. Fue ella quien ayudó a su madre a dar una respuesta tras la aparición de las polémicas fotos de su padre con Preysler, a través de un breve comunicado donde Patricia Llosa no evitaba reconocer lo «apenados» que ella y sus hijos estaban por tan desconsoladoras circunstancias.

La descendencia de Preysler es mucho más mediática. Una realidad inevitable a tenor de los datos de la consultora Personality Media, que la sitúa entre las 15 mujeres más conocidas de España, aunque no destaca por su naturalidad y cercanía. La mayor del clan es Chábeli (44 años), primera hija del cantante Julio Iglesias, que convirtió a la «socialité» en madre a los 20 años, cuando un cólico nefrítico le provocó un parto adelantado. Vivió el divorcio de sus padres cuando apenas era una niña, pero le dolió que su madre se separara de Carlos Falcó, situación que derivó en constantes tiranteces con Miguel Boyer, esposo de Preysler desde 1987 hasta su muerte en 2014. Casada con Ricardo Bofill (1993-1995), encontró el verdadero amor en el empresario Christian Altaba, con quien se casó en 2001. Un año después se convirtió en madre de Alejandro, experiencia que repetiría en 2012 con la pequeña Sofía.

Dos años después, en 1973 y de nuevo fruto del matrimonio de Preysler con Julio Iglesias, nació Julio José. Cantante como su padre y su hermano pequeño, Enrique, no ha tenido tanta suerte como estos dos en el mundo de la música. A pesar de que ha lanzado cuatro discos, su carrera ha sido bastante limitada, lo que le ha hecho refugiarse en diversos programas de televisión como el norteamericano «CMT» o el español «Tu cara me suena». En lo personal, está casado desde 2012 con la modelo Charisse Verhaert.

El tercer retoño del clan Iglesias Preysler fue Enrique, que nació el 8 de mayo de 1975. A nivel internacional es, sin duda, el más mediático. Cantante de éxito, ha vendido más de 60 millones de discos, que le han valido varios premios Grammy y Billboard. Dicen que es el ojito derecho de su madre, cuya primera salida tras la muerte de Miguel Boyer fue para verle en directo. Desde 2001 mantiene una relación con la tenista rusa Anna Kournikova, más conocida por sus generosos atributos físicos que por su juego, a pesar de haber sido una de las mejores tenistas de su época.

El divorcio de Isabel Preysler y Julio Iglesias, en 1978, refugió a la «socialité» en los brazos de Carlos Falcó, marqués de Griñón, en un también breve matrimonio que tuvo a la pequeña Tamara. Nacida el 20 de noviembre de 1981, se ha dedicado a la incierta profesión de ser hija de alguien. Imagen de diversas marcas, es ya un personaje del corazón querido gracias a su espontaneidad y reconocida falta de conexión con el mundo real. Soltera, se rumorea que podría mantener una relación con Enrique Solís, hijo de Carmen Tello, aunque los dos lo niegan. Y es que no hace mucho dijo que el amor «te hace verlo todo maravilloso».

La hija más pequeña de Isabel es Ana (26 años), cuyo padre es el desaparecido político socialista y profesor universitario Miguel Boyer. Quizá por ello es la mejor formada de todos sus hermanos. Titulada en Derecho y Empresariales por la prestigiosa universidad ICADE, el día de su graduación ya no pudo contar con la presencia de su progenitor, que se encontraba todavía bastante afectado por el ictus que había sufrido un año antes, en 2012, y que finalmente acabó con su vida.

A partir de ahora, estos ocho «hermanos» deberán asumir que su padre y su madre han decidido comenzar una aventura que, según ciertas informaciones, había contado con varios capítulos desde tiempo atrás. De perfiles muy distintos, queda saber cómo actuarán los hijos del escritor, cuyo comunicado denotaba cierta pena por el camino que había tomado su padre. No obstante, no es la primera vez que la familia se ve abocada a un asunto de faldas. Mítica es la anécdota en la que el Nobel asestó un puñetazo a su entonces amigo Gabriel García Márquez. «¡Cómo te atreves a abrazarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!», se comenta que le dijo antes de asestarle el derechazo. Corría el año 1976 y una de las teorías dice que todo se debió a que Patricia le había insinuado a su esposo que, tras una ausencia por haber conocido a otra, ella se había refugiado en los brazos del colombiano.

Jaime Bayly, conocido periodista peruano que trató a Vargas Llosa, ya le ha criticado duramente por sus chanzas amorosas: «La civilización del espectáculo, contra la frivolidad, el exhibicionismo, el entretenimiento puro, ¡y ahora sale con la reina de los corazones, del papel cuché, con la mujer más frívola del reino de España!», escribió en su columna de «Perú 21». Ya se sabe que los enemigos son flor dura que nace hasta entre las piedras, síntoma inequívoco de que el camino, bueno o malo, es el que se ha decidido tomar.

«Infiel por conquista»

Las biografías sentimentales de Vargas Llosa y Preysler son curiosas. Él se casó en primeras nupcias con su tía, Julia Urquidi, a la que abandonó por Patricia, que es su prima. Ella, desde su matrimonio con Julio Iglesias, ha ido sumando maridos, a cual más poderoso y rico. En opinión de la psicóloga Ana Villarrubia, no existe ningún tipo de parafilia en las tendencias amorosas del Nobel, si bien su teórica afición por las faldas podría casar con el «infiel por conquista»: «Aquel para quien el cortejo es un proceso extremadamente gratificante, hasta crear dependencia psicológica». En Preysler, esta experta habla del «atractivo del poder», es decir, «la pareja como aval social». Sobre su alergia a la soltería, Villarrubia cree que no hay que olvidar que la «socialité» podría haber sido educada «en la necesidad de tener al lado a un hombre». Alguien a quien «admirar profesional e intelectualmente».