Historia

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Jaime Martínez-Bordiú: «Mi abuelo era entrañable, no me imponía respeto»

Jaime Martínez-Bordiú / Abogado. Cuando se cumplen 40 años de la muerte de Francisco Franco, su nieto pequeño cuenta cómo le recuerda

Jaime Martínez-Bordiú: «Mi abuelo era entrañable, no me imponía respeto»
Jaime Martínez-Bordiú: «Mi abuelo era entrañable, no me imponía respeto»larazon

Cuando se cumplen 40 años de la muerte de Francisco Franco, su nieto pequeño cuenta cómo le recuerda

Jaime Martínez-Bordiú Franco es el nieto pequeño del general Francisco Franco. Cuando el jefe del Estado murió, él tenía once años y los recuerdos que guarda de su abuelo son los propios de un crío de esa edad. Un niño que era el compañero de juegos del actual Rey Felipe VI, que se fijaba en Jaime y le quería seguir en las trastadas porque era algo mayor, se subía a los árboles y recogía los huevos del gallinero que había en el Palacio del Pardo. El viernes se cumplieron 40 años de la muerte de su abuelo y nos cuenta cómo fue su 20-N.

–¿Cómo ha pasado el nieto pequeño de Franco el 40 aniversario del 20-N?

–Me he levantado temprano, he trabajado desde casa y he ido a la misa funeral en El Valle de los Caídos, que era a las 11 de la mañana, con mi novia Marta y mis sobrinos, los hijos de Francis y Cristóbal. Mi madre ha ido a otra misa por la tarde en Madrid. Después del funeral he regresado a mi casa para hacer la maleta y tomar un AVE a Sevilla para estar en el Sicab, el Salón del Caballo, al que me han invitado. También he aprovechado para ir a la misa funeral que le daban a mi abuelo a las 9 de la noche en la iglesia de El Salvador de Sevilla, pero me he encontrado que no había funeral porque lo adelantaron al 19.

(Curiosamente, el día 20, aniversario también de la Duquesa de Alba, Carmen Tello había contraprogramado un funeral por Cayetana a las seis de la tarde. Quizás no quisieron mezclar funerales en el mismo templo).

–¿Cómo era Franco abuelo?

–Para mí fue un abuelo entrañable, lo veíamos de vez en cuando. Tenía muchas ocupaciones, mucho lío. Nosotros íbamos a darle un beso después de comer y alguna vez comíamos o cenábamos con él. No me imponía respeto, sabíamos que no podíamos molestarle, pero era el abuelo que jugaba con nosotros en verano por las tardes. Para mí era mi abuelo, no nos metíamos en política, éramos unos niños que jugábamos por El Pardo, que conocíamos a todo el mundo por su nombre, que íbamos con la guardia Mora, con la gente del regimiento y nos metíamos en el huerto a por lechugas o en el gallinero a recoger huevos.

–¿Se respiraba disciplina en ese palacio de El Pardo?

–Más que disciplina, había mucho orden.

–¿Qué recuerda de aquel 20-N de 1975?

–Fue la revolución, había mucho movimiento. Yo estaba con una de mis hermanas y con la «nanny» en casa, en El Pardo. Nos apartaron un poquito y nos dijeron que el abuelo había muerto, pero ya lo suponíamos porque estaba muy malito desde hacía tiempo. Nosotros escuchábamos en la radio el parte médico habitual. Mis padres nos quitaron de en medio y a mí me mandaron a Gredos, a la casa de unos amigos.

–¿Cuánto tiempo siguieron viviendo en El Pardo?

–Pues no lo recuerdo bien, yo tenía once años cuando mi abuelo murió, pero sería hasta la primavera, lo que tardó la abuela en recoger porque habían sido cuarenta años de vida en El Pardo. Sí, sería hasta la primavera del 76.

–¿Su vida cambió mucho?

–No demasiado,yo seguía yendo a mi colegio, haciendo la vida de un crío.

–¿A un niño de once años no le sorprendía que le jalearan por la calle?

–Hombre, no era por mí... Es verdad que muchas veces había gente en las aceras aplaudiendo y yo les saludaba, pero sabía perfectamente quién era mi abuelo. Un chico de esa edad, con diez, once años, no se entera mucho de las cosas.

–¿Le regañaba su abuelo por lo trasto que era?

–No mucho, porque antes de llegar al abuelo tenía personas interpuestas, como la «nanny», que se encargaban de hacerlo. Cuando llegaba al abuelo tenía que ser una trastada grande. Era un niño travieso, recuerdo un par de trastadas gordas y ahí sí me cayó una buena regañina del abuelo, cuando me metía en su despacho o en la sala del Consejo de Ministros, que estaba junto al comedor. Yo conocía las puertas y por dónde meterme para asomarme al pleno del Consejo de Ministros. Pero a mí donde me gustaba ir era al despacho de ayudantes.

–¿Dígame una tradición de su abuelo?

–Por ejemplo, en Navidad, al abuelo le gustaba darnos los regalos por Reyes, así que mis padres nos daban los suyos en Navidad y el abuelo con los Reyes Magos. Tampoco nos dejaba quedarnos con todos los regalos que enviaban al Pardo; siempre teníamos que escoger uno y el resto se regalaban.

–Los nietos de Franco, ¿eran los compañeros de juegos del actual Rey y sus hermanas?

–Sí, sí, éramos muy amigos de su Majestad y de las Infantas. Yo era mayor que él y es lógico que me siguiera, porque siempre a los pequeños les gusta seguir a los mayores. Jugábamos al escondite y hacíamos «maldades», como subirnos a los árboles. También teníamos una cabaña en El Pardo y otra en el Pazo de Meiras y jugábamos mucho ahí. Las Infantas jugaban con mi hermana; los niños con los niños y las niñas con las niñas. También recuerdo que siempre, desde que tenía siete años, cada vez que saludaba a Don Juan Carlos, yo le hacía una reverencia, y al Rey le hacía mucha gracia que un mico como yo lo saludase así.

–Por cierto, si exhumaran a su abuelo del Valle de los Caídos, ¿dónde le gustaría que reposara?

–En el cementerio de El Pardo, que era donde en principio mi abuela quería que fuese enterrado. Allí, junto a ella, en El Pardo, que es donde vivieron toda su vida.