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Kiko Rivera, el negocio de hacerse delgado
Antes de ponerse la banda gástrica, el hijo de la tonadillera pesaba 107 kilos, tenía problemas de azúcar, gota, y apenas se movía del sillón. Ahora, pesa 87 y quiere bajar ocho más. Se siente como un hombre nuevo, más ágil y activo, y con mejor carácter
Antes de ponerse la banda gástrica, el hijo de la tonadillera pesaba 107 kilos, tenía problemas de azúcar, gota, y apenas se movía del sillón. Ahora, pesa 87 y quiere bajar ocho más. Se siente como un hombre nuevo, más ágil y activo, y con mejor carácter.
Kiko Rivera afronta el nuevo año con una renovada filosofía de vida a raíz de la transformación física sorprendente que ha experimentado tras la operación para implantarse una banda gástrica a la que se sometió hace unos meses. Fue su esposa, Irene Rosales, a punto de dar a luz a su segundo hijo, quien le aconsejó pasar por el quirófano. Una intervención que le ha devuelto la pasión por vivir más activamente y por hacer cosas que antes le impedía su sobrepeso. Además, el hijo de Isabel Pantoja, de 32 años, se está curando los problemas de gota, el azúcar le ha bajado y no le duelen tanto las piernas al despertarse. Un cambio físico que le permite practicar más deporte y, sobre todo, poder jugar al fútbol siempre que ve a su hijo Francisco, con el que no pasa tanto tiempo como quisiera, ya que vive en Londres con su madre, la modelo Jessica Bueno, y el marido de ésta, el futbolista Jota Peleteiro.
Uno de sus amigos desvela que «Kiko es otro hombre. Ha recuperado la sonrisa y está mucho más ágil. Le ha cambiado el carácter, no está tan a la defensiva. Además, no estaba contento con su imagen, no era feliz con su cuerpo. Todos los que le conocemos le hemos aconsejado alguna vez que adelgazara, pero no hacía caso. Sin duda, la operación de reducción de estómago ha sido una de las decisiones más importantes de su vida». Según una persona cercana a la familia, Isabel Pantoja también «está muy contenta. Estaba bastante preocupada por el exceso de peso de su hijo y aunque le insistió una y mil veces que se tomara en serio la idea de adelgazar, siempre caía en saco roto».
El mismo Kiko reconoció a su paso por un programa de televisión que era incapaz de seguir a rajatabla una dieta. Las empezaba y las dejaba a los tres días, e incluso llegó a afirmar que no tenía ganas de moverse y que sufría bastante en las largas sesiones nocturnas como DJ. En una entrevista exclusiva a «¡Hola!», asegura que «ha sido el mejor cambio de mi vida. Es ahora cuando mejor me veo, y mi mujer, mi familia y mis amigos piensan igual que yo. Independientemente de mejorar mi salud, la ropa me sienta mucho mejor. Antes, incluso me sentía feo... no cabía en un pantalón y me movía con mucha dificultad». Tuvo que llegar Irene a su vida para que sentara la cabeza, y aunque hace unos meses le acusaron de serle infiel durante un viaje a República Dominicana y su matrimonio atravesó una pequeña crisis, las aguas han vuelto a su cauce y la pareja vive momentos de gran felicidad, sobre todo porque a finales de mes nacerá la pequeña Carlota. La pareja tiene ya una niña, Ana, de dos años. La paternidad ha convertido a Rivera en un hombre más cercano, menos agresivo en lo verbal y más comprensivo con los vaivenes de la vida. Sin embargo, su felicidad no es del todo completa. El delicado estado de salud de su abuela materna es ahora una de sus mayores preocupaciones. Doña Ana ya apenas sale de casa y su nieto, que siempre ha estado muy unido a ella, sufre su debilitamiento. Kiko, que ya ha bajado tres tallas de pantalón (antes pesaba 107 kilos, y ya está en 87), lanza hoy un mensaje a aquellos que viven el día a día con obesidad mórbida: «La gordura no es buena, te limita totalmente. Cuesta dar el paso, pero cuando lo haces y ves que empiezas a adelgazar te sientes el hombre más feliz del mundo, por tu bien y el de los tuyos».
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