Kris Jenner
Las Campos vuelven el 28 aún más gamberras
Las programaron para Nochebuena o Navidad, fechas reconsideradas porque el «¡A Belén, pastores!» y los mazapanes distraen a la audiencia televisiva. Serán plato fuerte, apetecido prólogo, de la Nochevieja. No se sabe si darán un solo capítulo de los seis previstos. No, no las equiparemos, ni de lejos, a la serie de las Kardashian, triunfadora desde hace casi diez temporadas. Son como «Siete novias para siete hermanos», aquel histórico musical. Ni punto de comparación: ni María Teresa es la sesentona y multioperada –y no por Iván Mañero, se nota– Kris Jenner, que se zampa cruda a descendencia, ni hay semejanza con la socarronería que Carmen Borrego ha vertido en sus singulares y cortas intervenciones, especialmente enfrentándose a Terelu, algo que no es nuevo. Ven y viven todo de modo diferente. Gustará el aparente antagonismo de las hermanas, luego uña y carne. Son muy nuestras, auténtica pata negra nacional. Mientras, en EE UU, Kim Kardashian se debate entre seguir o no con el moreno –qué digo moreno, negrazo– Kanye West, abrumado y deprimido por el clan fraterno. Sacan tajada de sus peculiaridades nada parecidas y lo mismo venden perfumes que promocionan detergentes. Lo hacen cobrando un dineral... Las marcas se deshacen con ellas tomándolas por cheques al portador. Hermès acaba de mandarle al papá convertido en mamá varias de sus caras mantas, mientras Donatella Versace buscó promoción y diseñó para él, ahora ella, un bolsito rosa acentuando su transexualidad que ocupó portadas de «Sports Illustrated» y «Vanity Fair». Su aparición televisiva, ya transformado en Caitlyn, dio para ocho episodios, donde remarcaron el aumento de pechuga y su dificultad para caminar sobre tacones. Avatares perfectamente maquinados. Nada es imprevisto y responde a un admirable márketing, donde sólo faltaba ese cambio de sexo. De película.
Por eso nada que ver con nuestro trío, tan malagueño, encabezado por la maestra televisiva hoy felicísima –digan lo que digan– con el encantador Bigote, que lo mismo se disfraza de punk, cuenta chistes, canta líricamente «Háblame de amores, Mariú» que encandila con traje y zapatos de charol. Ella ya presume de sus 75 años, mejor llevados que los 60, cuando le dio por la melenita corta pegada a la cara. Eran entonces mañanas del «Día a día» con que valientemente Teresa inauguró las tertulias televisivas hoy tan prolíficas, repitiendo, más que confrontando, argumentos, donde Paco Marhuenda siempre replica templado, conociendo, explicando y comprendiendo sin perder los modos ni caer en el griterío habitual. Se agradece. Tiene el aire sosegado y juicioso de la Campos, que pocas veces ha perdido los papeles aunque no pueda con las injusticias. Volverá a demostrarlo, además de su buen humor habitual, mientras Carmen y Terelu aparecerán más divertidas, más políticamente incorrectas, casi diría que más gamberras.
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