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No al bikini: Ganan ellas

No al bikini: Ganan ellas
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Si las polémicas se pudieran medir, la controversia protagonizada por las jugadoras del campeonato de balonmano playa tendría una longitud de 10 centímetros. Ésa es la medida máxima que, desde 2009, exige la Federación Internacional de Balonmano (IHF) para la parte ancha del bikini que las jugadoras están obligadas a llevar durante los partidos. La cuestión es que, en los últimos cinco años, han vestido a su aire. Hasta que el pasado fin de semana, durante la celebración de un campeonato en Suances, la Federación Española de Balonmano fue tajante: si los equipos incumplen con la normativa, no jugarán el campeonato. La rebelión no se hizo esperar. «Nos tratan como ganado», decían las afectadas. De ahí que, ayer, tras una reunión entre el Consejo Superior de Deportes (CSD) y la Federación española, se llegara a una solución salomónica: las jugadoras podrán equiparse a sus anchas. Pero en las competiciones internacionales tendrán que acatar el «dress code».

El problema radica en que las descripciones del reglamento no tratan igual a hombres y mujeres, más laxas para los primeros, más específicas para las segundas. A los jugadores se les permite competir con un pantalón corto «no demasiado holgado» y cuya longitud debe permanecer, como «mínimo», 10 centímetros por encima de la rodilla. Las jugadoras «deben» vestir bikini «ajustado», «cortado en ángulo hacia arriba, hacia la parte superior de la pierna» y cuya parte ancha debe ser de un «máximo» de 10 centímetros. La parte superior del uniforme tampoco deja lugar a la imaginación: el «top» obliga a las mujeres a dejar el vientre al aire.

¿Es el deporte sexista en sus códigos de etiqueta? ¿Es una cuestión de «reclamo» para el público o simplemente de comodidad para las deportistas? La del bikini no es la primera polémica. Y de nuevo, 10 centímetros de discordia. Hace dos años, nuestras jugadoras de baloncesto se plantaron ante la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA), cuyo reglamento les obligó a llevar pantalones 10 centímetros por encima de la rodilla y con una anchura máxima de dos entre la piel y la tela, con el objetivo de que la indumentaria siguiera las «curvas/contorno del cuerpo». ¿La respuesta de la FIBA? «Se diferencian los uniformes de los de los hombres para hacer el baloncesto femenino más atractivo». Al final, las jugadoras también lograron su objetivo. Pero a veces la controversia surge por exceso, no por defecto. Fue el caso de la palestina Waroud Sawalha, que participó en la prueba de los 800 metros en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con un yihab y mallas que cubrían su cuerpo, como dicta la tradición islámica.

Entre las jugadoras no hay una opinión unánime. Lorena Sánchez, del Club Balonmano Playa Alcalá, no está de acuerdo con llevar la equipación de la IHF. Así, aunque opta por el top, prefiere llevar mallas. «El top es una prenda cómoda, pero la braga no. Sobre todo para las porteras. Ellas tienen que hacer movimientos bruscos y esta prenda les aporta inseguridad», dice. Además, considera que «se les ve todo», cosa que no ocurre en el caso de los jugadores masculinos. Mientras, Jenifer Martín, jugadora de Cubas Llopis Sevilla, cree que la ropa reglamentaria es la mejor opción: «Todo nuestro equipo juega con top y braga. Nosotras no vamos a exhibirnos, ni a lucir palmito. Vamos a jugar y el uniforme oficial es lo más cómodo», dice. Además, la ropa le parece cómoda: «La tela se pega en el cuerpo, no se mueve y evita que entre la arena». Con todo, ambas defienden que «cada una vista como se sienta más segura y cómoda».

Tras su reunión, Francisco Blázquez, presidente de la Federación Española de Balonmano, y Ana Muñoz, directora general del CSD, coincidieron en señalar que «no se les puede obligar a vestir como no quieren» y que «defenderán» a todas aquellas que quieran participar en competiciones internacionales con las prendas que prefieran. Blázquez afirmó a este periódico que, al no cumplir con la normativa, el IHV les dijo que esta modalidad daba un paso atrás en España, pues demostraba poca «seriedad». Ahora, nuestra federación exigirá al IHV que este código de vestimenta no sea obligatorio.