Artistas

Pablo Picasso amó a Lucía Bosé

Es una historia de amor que no muere porque nunca llegó a cuajar.

Hace 136 años que nació Picasso, mientras que Lucía Bosé cumplirá 87 en enero
Hace 136 años que nació Picasso, mientras que Lucía Bosé cumplirá 87 en enerolarazon

El genio mañagueño le regaló el boceto a Remedios, la sirvienta de la familia durante medio siglo, cuando aún albergaba esperanzas sentimentales con la actriz, que fue escándalo del franquismo cuando se separó de Dominguín, y así le pagaba la tan valiosa información que la asistenta le ofrecía.

Es una historia de amor que no muere porque nunca llegó a cuajar. De ahí su creciente romanticismo o casi leyenda aumentada con los años. Los grandes romances históricos siempre tienen un final infeliz. Son los casos de Abelardo y Eloísa, Romeo y Julieta, Callas y Onassis, Taylor y Burton y tantos otros que dejaron marca sentimental. Lo del genio malagueño y la esposa de Luis Miguel es actualidad ahora. Hace136 años que nació y la madre de Miguel cumplirá 87 en enero. Piden dos años de cárcel a la italiana españolizada por culpa de un dibujo de Pablo Picasso que supuestamente vendió sin ser suyo. Despiste lógico porque posee cantidad y variedad de todas las épocas, aunque predomine la surrealista y la azul, tan llamativa como su pelo así tintado en los últimos tiempos. «La chumbera» fue un regalo del pintor a Reme, empleada doméstica de Lucía a lo largo de medio siglo. Un ejemplo de integración, cosas de ayer en el hoy disperso clan.

Una más de la familia

Remedios T. M. la sirvió cincuenta años. La consideraban de la familia, vivió con ellos y en su habitación colgó lo que Picasso le dio el 12 de febrero de 1963. Lo hizo cuando aún no tenía esperanzas sentimentales y así pagaba la información tan de primera mano que ella le ofrecía. Murió en abril del 99 y la obra siguió en casa de la actriz junto con otras propiedades de la difunta. Nadie reclamó hasta ahora, enterados de que Lucía Bosé lo vendió en junio de 2008 por casi 200.000 euros.

La obra permanecía en casa de la actriz, que fue escándalo para el franquismo cuando se separó, muy harta de las infidelidades y los engaños de Luis Miguel, uno de los matadores que entusiasmaban al Caudillo. Doña Carmen Polo era intransigente con estos casos insólitos en aquella sociedad donde las parejas aparentaban lo que ya no había. Lucía se negó en redondo a unirse a esa costumbre o vicio. Ahora, casi diez años después, dos sobrinas de Remedios no solo le reclaman los cuartos sino también que se la condene por apropiación indebida y también a otra indemnización de responsabilidad civil.

Tardía reacción y demanda que enturbia la placidez de un retiro social que no lo fue del todo. La otra tarde me lo comentaba su hija Lucía Dominguín, que tiene un cuerpo exacto, grande pero proporcionado, como el de su famoso hermano. Comparten ser encantadores. Ella vive tranquila y feliz en Segovia con una amiga y solo vienen a Madrid por compromisos ineludibles. «Allí estamos en la gloria, alejadas pero a una hora de la Gran Vía», me comentó ufana y en calma pasando por alto la importante colección de obras de arte que «la mamma» tiene en su vida, una paz ahora turbada por esta extraña, absurda, pero comprensible, tardía y acaso inadmisible demanda.

El Museo Picasso barcelonés es, después del Prado, el más visitado de España, nada que ver con el solamente familiar creado en Málaga por aquel del paisanaje aprovechado. La Ciudad Condal ignoraba la anónima existencia de las trescientas obras, luego incrementadas, que durante décadas tenía en su piso muy céntrico Lolita Vilató Ruiz. Vivía en el 42 de Paseo de Gracia con Aragón, un segundo amplio cuyos estrechos pasillos apilaban lo que su tío había dejado en depósito. Nadie lo tocó y gracias a eso fue el patrimonio que desde su retiro de la Costa azul donó dando origen a la valiosa muestra de la calle Montcada. La instalaron recuperando un viejo palacio y aquello tomó otro rumbo. De rúa silenciosa y tranquila en pleno Barrio Gótico cogió el aire tan concurrido y lleno de japoneses haciendo cola. Lo visité con frecuencia, asombro y pasmo. Lolita se divertía teniendo por el suelo, uno sobre otro, tan importante tesoro.

Algo parecido viví en Nueva York con Paloma Picasso en su, más que piso, residencia de Park Avenue, creo que con la calle 70. Se repetía, aunque más cuidada, y hasta seleccionó el más que aparente desorden barcelonés. Paloma, a la que entrevisté –no entiendo por qué luego se esfumó dejando un gran vacío en la «jet» neoyorquina que adoraba al santo Picasso– por la persona y su posible legado.

CELOS DEL GATO

El que más vivió expectante pero sin difundir el enamoramiento fue mi amigo, maestro y paisano, con el que viajé por medio mundo –nacido en la Villalba lucense–, Antonio Olano. Fue íntimo de Picasso y mas aún de Salvador Dalí, del que escribió «Dalí secreto», casi delatora biografía que encantaba al de Cadaqués. Entendía la más que obsesión picassiana por su íntima o casi como hermana Lucía.

Nunca lo tomó en cuenta, creía que era uno de los tantos caprichos del maestro. Pero eso desquiciaba a Jacqueline, que sentía celos hasta del gato. «Acabó alejando a todos sus amigos y la última vez que intenté verlo en Cannes, ni me abrió la puerta. Era tremendamente posesiva y murió sin que nadie lo sintiera», solía desahogarse lógicamente afectado por tan inexplicable rechazo. De ahí que respirase por la herida, aunque bajo el colchón, en su piso vecino a María de Molina, guardaba enrollados originales lo mismo firmados por Dalí que obras de Picasso. Dónde habrá ido a parar todo eso. La hija de su sobrina tiempo atrás me llamó preguntándome en qué lugar podría vender una parte. Olano fue un privilegiado que se divertía evocando el flechazo imposible: Lucía se cegó con «el torero», que así lo llamaba como distanciándose, evitando siempre el Luis Miguel, que encontraba excesivo «pero muy español».