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Una familia real en Marivent
Antes de sonar las once campanadas de la catedral de Mallorca, el Rey Felipe aparecía solo (con sus guardaespaldas) conduciendo su utilitario gris con olor a nuevo, en el Real Club Náutico de Mallorca. Pantalón chino beige, polo azul, gafas de sol en la mano, sus inseparables avarcas menorquinas azules y ligeramente moreno, porque el domingo estuvo navegando por las aguas de Cabrera con sus hijas, sus sobrinos y su esposa, que llegó el viernes por la noche a la isla. Por cierto, Doña Letizia, que le tiene mucho respeto al sol, iba en la embarcación con una pamela de ala XXL que le tapaba el rostro.
Al Náutico acudió el Rey sin compañía y lo hizo para saludar al presidente del club, Javier Sanz, y para desearles una buena regata a las tripulaciones. Al parecer, Don Felipe no patroneará el barco de la Armada, el Aifos, hasta el miércoles, porque hasta entonces tiene compromisos ineludibles que le impiden salir a navegar. Tampoco parece que las pequeñas Leonor y Sofía vayan a seguir un curso de vela, actividad de la que sí disfrutan estos días sus primos Urdangarín y Marichalar, que pronto dejarán la isla.
Nada más aparcar su coche y ser recibido por el presidente de su Copa de Vela, el Rey se detuvo unos segundos ante la nueva escultura en bronce que han colocado en la entrada del club: el busto de su padre. Al girarse se topó con dos señoras mayores que no pudieron reprimir la emoción y, como si se tratase de un nieto, le tocaron la barba con las dos manos mientras le decían: «Pero qué mono eres». Don Felipe, entre sorprendido y complacido, les agradeció el cumplido y siguió la visita por el club durante una hora. Decenas de apretones de manos más tarde, entre «selfies» y videos tomados por los espontáneos, el Monarca quiso entrar en la carpa del «coche secreto», el nuevo BMW serie 7, y lo primero que preguntó fue si es híbrido y luego alucinó, si se puede decir que un rey alucina, con el techo panorámico iluminado con 15.000 leds. Se nota que le gustan y le interesan los coches. Una hora más tarde, cuando en la catedral tocaban las doce, se subió a su Seat y regresó a Marivent a reecontrarse con toda la familia.
-Un día, dos conjuntos
Eran las siete y media en punto cuando la infanta Leonor asomó su cabeza por una ventana del piso inferior para ver cuántos periodistas esperábamos a pie de escalinata. Inmediatamente se abrió la sólida puerta de madera repujada del palacio de Marivent y por las escaleras de piedra descendió la Familia Real, muy sonriente e informal. Como nota colorida, de los dos mástiles, sólo en uno ondeó el estandarte rojo carmesí con el escudo del Monarca; del otro pendía la hoja de palma de Semana Santa, que se mantuvo en el mismo lugar desde el año pasado.
El Rey se había mudado de ropa y el pantalón beige y el polo de la mañana los cambió por un vaquero y una camisa remangada azul. La Reina calzaba avarcas menorquinas, uno de sus pantalones favoritos del verano (los verdes tipo chándal de Boss) y la misma camisa blanca sin mangas de flamenco que lució su hija Sofía. Ésta llevaba unos pantalones cortos que ya se había puesto para el posado en la granja mallorquina del año pasado.
- Algo más que un posado
Previamente a las fotos y una vez que el perro «Paqui», un pastor alemán de línea checa, nos olió los bolsos y cámaras, nos volvieron a insistir, especialmente a mí, en que sólo era un posado gráfico y que la familia daría un paseo por delante de nosotros para finalizar con un saludo individual a cada periodista y reportero gráfico. Es decir, que no habría declaraciones, por si alguien, es decir yo, aún no había entendido lo que es un posado. Efectivamente, así pudo haber sido, pero, gracias a Dios, el que llevó la iniciativa fue Don Felipe, el primero en iniciar el saludo a los periodistas que esperábamos ordenados en hilera. «No os doy besos a todos porque sois muchos», dijo seguido por Leonor y Sofía. Doña Letizia cerraba la marcha, orientando a sus hijas para que nadie se quedase sin el gesto de deferenia. Hay que decir que los cuatro dan un buen apretón y que las niñas, aunque más tímidas están muy bien educadas.
La única que llevó dos centímetros de cuña fue la pequeña Sofía, que es igual de alta que Leonor y me atrevo a asegurar que en el posado del próximo año las niñas habrán alcanzado en altura a la madre. Fue darnos el apretón y ver de cerca que Doña Letizia y Sofía llevaban la misma camisa, al comentárselo, ella dijo textual y sonoramente: «Detalle, tiiinnnn (un «tin» como de campana y sonoro)». Era impensable saber que hacía una semana que había perdido a su abuelo y no darle el pésame, así que le dije: «Señora, de parte de todos los compañeros, le acompañamos en el sentimiento». Y puede ser porque no se lo esperaba, pero en ese momento, se giró, se paró y dio las gracias de corazón. Sí, fue la Letizia que pocas veces deja que veamos.
Sin alma de grumetes
Un posado gráfico es sin preguntas, pero el Rey quiso contestar al primero que le lanzó una: «Ya sabéis que siempre estamos muy a gusto en Mallorca. No sabemos todavía hasta cuándo nos quedaremos y no navegaré todos los días. Necesito un par de días para hacer otras cosas». Era inevitable preguntar si las niñas harían este año el curso de vela, una pregunta tradicional como el turrón en Navidad o las amapolas en los campos: «Eso dependerá de ellas». Y por el mohín de «conmigo no cuentes» que puso Leonor, mucho me temo que no serán grumetes. Por último, la pregunta del verano de 2015, la apertura de los jardines de Marivent: «No es una cuestión de opinión, se planteó el asunto y lo estudiaremos bien. Hay que elaborar una propuesta jurídica y tenemos que colaborar para que esto se haga de la mejor forma posible. No hay que dar pasos en falso». Como posado gráfico sin preguntas no estuvo nada mal, así que la pequeña Sofía desde lo alto de la escalinata levantó la mano y dijo: «Adiós, gracias».
Refrescos en la masía
No ha sido el día más caluroso del verano mallorquín, pero se notaba que Doña Letizia buscaba la complicidad de sus hijas, cogiéndolas por la cintura y abrazandolas. Muchas carantoñas, una Sofía más suelta quizá que Leonor, quien estuvo más recatada, y el Rey, sonriente y relajado que es el llevaba la iniciativa y pidió que la última foto fuera a pie de escalinata «que es un clásico de Marivent» y así fue el posado oficial del verano ante 57 periodistas y cuando el Rey cerró la puerta, nos dió tiempo de apreciar el atardecer sobre los jardines de la regia residencia, con su colección de bonsais y árboles frutales de todo tipo. Nos habían preparado unos refrescos en lo que llaman la Masía, el edificio pegado al Palacio, pero los periodistas que cubrimos el posado excusamos la invitación, porque había que escribir y enviar las fotos.
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