Francisco Álvarez-Cascos
Todos quieren cazar con Arpad Sarkany
Su empresa, que opera en las mejores áreas de caza de Europa, puede facturar 18 millones de euros al año. ¿Su secreto? La discreción.
Su empresa, Abies-Hunting, que opera en las mejores áreas de caza de Europa, puede facturar 18 millones de euros al año. ¿Su secreto? La discreción.
Cuando un cazador español quiere perderse en los Cárpatos rumanos para volverse con el rebeco de mayor cuerna del mundo, o abatir un buen ciervo rojo, sabe qué nombre buscar en su agenda de teléfonos: Arpad Sarkany. Este ingeniero de montes nacido en Rumanía es uno de los organizadores de cacerías más famosos del mundo, al que acuden los monteros de mayor prestigio y nombre.
Este mes es el pistoletazo de salida de la época de caza en España, concretamente es mes de monterías, de la sinfonía de la berrea, de las realas entrenadas por los perreros para recorrerse montes y cordilleras en busca de la mejor presa. Pero no todo se desarrolla en terreno ibérico.
Máxima discreción
Sarkany, hijo de un ministro bajo presidencia de Nicolae Ceaucescu, estudió en la prestigiosa universidad de Brasov y desde muy pequeño supo qué estudiaría: «Toda mi familia tiene una gran tradición en gestión de bosques», explica. «Durante una época mi padre fue director general en Transilvania de gestión estatal de bosques cinegéticos». Cuando se produjo el cambio de régimen, el joven rumano, con su apoyo, decidió fundar Abies-Hunting. En el primer año, facturó 10.000 marcos alemanes de entonces, porque los germanos eran sus principales clientes. Sarkany fue el primer «broker» de caza que inculcó a los españoles la idea romántica de la caza, de aquellos que pueden caminar desde 20 kilómetros a los que haga falta para recechar un animal. Antes de que empezara la reciente coyuntura económica en España, llegó a facturar 18 millones de euros. «Hubo una bajada cuando empezó la crisis, pero ahora hemos vuelto a percibir una mejoría. Se nota que vuelve a haber dinero», asegura.
Nunca hablará de sus clientes. Sabe que la práctica cinegética rebosa crítica y polémica, y sabe que los cazadores quieren mantenerse en el anonimato, sobre todo si son conocidos. La discreción de Sarkany llega a tal punto que no hay fotos de los cazadores colgadas cual «trofeo» en los alojamientos de que dispone para sus huéspedes. Y lo explica así: «Como un buen ginecólogo, nosotros no hablamos de las intimidades de nadie».
Otra cosa es que este periódico haya podido saber por su cuenta que fue él quien organizó la polémica caza del oso del ex vicepresidente del Gobierno y ministro de Fomento Francisco Álvarez-Cascos, que le motivó un desprestigio político difícil de subsanar. No menciona directamente a Cascos, pero sí defiende que se hizo bajo la más absoluta legalidad. El oso está protegido por el CITES (Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre para preservar su conservación mediante el control de su comercio), pero, en cambio, en Rumanía su caza está permitida. «Simplemente, se buscó un motivo para generar debate», afirma. Del Rey emérito –que también participaba, invitado por sus conocidos, en dichas cacerías organizadas por el rumano– sólo tiene elogios, lo que hace que se le «escape» el «privilegio de haber contado con su presencia», ya sea en Rumanía o en Hungría para cazar corzos. Según Sarkany, «es un cazador completamente ético que solamente tira cuando sabe que el animal cumple todos los requisitos, como que sea lo suficientemente mayor como para ser abatido».
¿Cómo llegó a ser España su principal mercado? «Cuando me lo propusieron a principios de los 90 no sabía hablar nada de español». En pleno «boom» económico, «Sarkany siempre se ha relacionado muy bien, le invitaban a los cotos reales, ha estado en las fincas de los Albertos», cuenta una persona del mundillo.
«La seriedad», responde el ingeniero rumano cuando se le pregunta por el secreto de su negocio. «Siempre hay que pensar que el cliente contacta contigo porque quiere ver cumplido un sueño, y hay que planificarlo todo con mucha antelación para que quede satisfecho».
Austria y Rumanía son los principales destinos de caza. En este último país es dueño de las mejores concesiones de caza de Europa. Allí el concepto es distinto, empezando por el tipo de hospedaje. Los cazadores acostumbran a dormir en «hoteles pensión o cabañas en mitad del bosque», dice Sarkany, «porque lo que importa es estar cerca de la zona donde se va a cazar, aquí nadie viene para tener un jacuzzi en la habitación».
La última que organizó fue con dos cazadores españoles, un abogado del Estado y su padre, que cazaron dos ciervos por 1.500 euros cada uno.
En Austria, explica un cazador, «hay palacios espectaculares en las fincas, tipo Sisí, concretamente en la zona de Moschenforf». Habla con ironía del método de caza de algunos, sobre todo empresarios con gran nivel adquisitivo, que cazan en fincas en las que crían a los animales como si fueran ganado para facilitar su caza. «Un empresario conocido aterrizó en Gratz por la mañana en su avión privado, fue a una finca a unos 80 kms en la frontera con Hungría, pagó casi 54.000 euros y volvió a dormir a Madrid. Hay gente a la que esto le gusta».
Responsabilidad y criterio
Sarkany es consciente de la polvareda opinativa que genera esta práctica. «Mucha gente vive del dinero de la caza, sobre todo en zonas rurales, de forma directa o indirecta, como pueden ser los trabajadores de los sitios en los que se alojan los cazadores. Ahora estoy muy feliz con que los cazadores españoles vuelvan a cazar, se nota que la economía está mejorando». Y explica así el motivo que incita a una persona a apretar el gatillo, que muchos no pueden entender. «Hay una verdad básica que hay que tener en cuenta, desde que se caza un primer bicho, uno se ha mezclado tanto con la naturaleza que ya es incapaz de escapar. Es un reencuentro con el instinto animal del hombre. Siempre y cuando se haga con responsabilidad y criterio selectivo».
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